Eu-dokia gratis para tod@s
Paz a tod@s, amad@s por el Señor, cantaremos y proclamaremos la Nochebuena. En la tierra paz a todos los hombres y mujeres, porque l@s ama el Señor, porque todos y todas son objeto de la eu-dokía gratuita, de la buena voluntad y benevolencia del Señor.
Los 35000 suicidios anuales en Japón y el incremento, tanto de “las personas sin techo” como de las llamadas “working poor” -en pleno corazón de una sociedad próspera, burocrática y tecnologizada-, no son más que la cresta de una montaña de hielo gigantesca: las dimensiones del área de una humanidad desesperanzada y empequeñecida.
Ante las treinta mil personas congregadas en Nagasaki para la misa de beatificación de los mártires, resonó cuestionadora la voz del cardenal Shirayanagi: “Miren a su alrededor, este es el espacio que ocupa una multitud de treinta mil personas. Miren bien y caigan en la cuenta del número, porque ese es el número de suicidios que hay anualmente en nuestro país”. Un silencio escalofriante prolongaba el eco de las palabras del cardenal, invitando a no taparse los ojos ante de la realidad de una sociedad injusta y desesperanzada.(Llovieron e-mail pidiendo copia del texto de la homilía del querido y popular cardenal).
En el mensaje con motivo del sesenta aniversario de la Declaración de Derechos Humanos, los obispos japoneses eligieron la expresión acuñada por el franciscano P. Honda, para referirse a las víctimas de la sociedad injusta y desesperanzada: no dicen “l@s pequeñ@s”, sino “l@s empequeñecid@s”, no meramente pobres, sino “injustamente empobrecid@s” (En japonés, chiisaku sareta hitobito.En japonés no hace falta decir ellos/as, pues el adjetivo no hace distinción de género, ¡uno de los pocos casos en que no se las discrimina...!). Sobre estas personas se posará la estrella de Belén, que se oculta sobre Wall Street.
En la Eucaristía del P. Honda con l@s sin techo en Kamagasaki (Osaka), que me recuerda la de Entrevías en Madrid, resonará la voz del ángel: Paz en la tierra para todos y todas, porque todos y todas son amad@s por el Señor, son objeto de la “eudokía” o benevolencia del Señor
Como bien explica la teóloga Dolores Alexandre en su exégesis, la frase “paz en la tierra a las personas” se completa en su segunda parte traduciendo: “que por algo a todas las ama el Señor”, “porque todas son amadas por el Señor”.
La “eudokía” no se refiere inmediatamente a una mera buena voluntad de las personas, sino a la buena voluntad de Dios que acoge también a las personas de mala voluntad, y sobre todas y todos derrama su benevolencia y gratuidad.
Como canta santa María del Magnificat, “”Derriba del trono a l@s poderos@s y encumbra a l@s humildes”. Encumbra a los humildes para abrazarl@s. Y haced apearse del trono a l@s poderos@s para poder abrazarl@s también. Y envía su paz a todos y todas, encumbrando a los empequeñecid@s y haciendo apearse a los poderos@s para abrazarl@s a tod@s con y desde su eu-dokía.
Los 35000 suicidios anuales en Japón y el incremento, tanto de “las personas sin techo” como de las llamadas “working poor” -en pleno corazón de una sociedad próspera, burocrática y tecnologizada-, no son más que la cresta de una montaña de hielo gigantesca: las dimensiones del área de una humanidad desesperanzada y empequeñecida.
Ante las treinta mil personas congregadas en Nagasaki para la misa de beatificación de los mártires, resonó cuestionadora la voz del cardenal Shirayanagi: “Miren a su alrededor, este es el espacio que ocupa una multitud de treinta mil personas. Miren bien y caigan en la cuenta del número, porque ese es el número de suicidios que hay anualmente en nuestro país”. Un silencio escalofriante prolongaba el eco de las palabras del cardenal, invitando a no taparse los ojos ante de la realidad de una sociedad injusta y desesperanzada.(Llovieron e-mail pidiendo copia del texto de la homilía del querido y popular cardenal).
En el mensaje con motivo del sesenta aniversario de la Declaración de Derechos Humanos, los obispos japoneses eligieron la expresión acuñada por el franciscano P. Honda, para referirse a las víctimas de la sociedad injusta y desesperanzada: no dicen “l@s pequeñ@s”, sino “l@s empequeñecid@s”, no meramente pobres, sino “injustamente empobrecid@s” (En japonés, chiisaku sareta hitobito.En japonés no hace falta decir ellos/as, pues el adjetivo no hace distinción de género, ¡uno de los pocos casos en que no se las discrimina...!). Sobre estas personas se posará la estrella de Belén, que se oculta sobre Wall Street.
En la Eucaristía del P. Honda con l@s sin techo en Kamagasaki (Osaka), que me recuerda la de Entrevías en Madrid, resonará la voz del ángel: Paz en la tierra para todos y todas, porque todos y todas son amad@s por el Señor, son objeto de la “eudokía” o benevolencia del Señor
Como bien explica la teóloga Dolores Alexandre en su exégesis, la frase “paz en la tierra a las personas” se completa en su segunda parte traduciendo: “que por algo a todas las ama el Señor”, “porque todas son amadas por el Señor”.
La “eudokía” no se refiere inmediatamente a una mera buena voluntad de las personas, sino a la buena voluntad de Dios que acoge también a las personas de mala voluntad, y sobre todas y todos derrama su benevolencia y gratuidad.
Como canta santa María del Magnificat, “”Derriba del trono a l@s poderos@s y encumbra a l@s humildes”. Encumbra a los humildes para abrazarl@s. Y haced apearse del trono a l@s poderos@s para poder abrazarl@s también. Y envía su paz a todos y todas, encumbrando a los empequeñecid@s y haciendo apearse a los poderos@s para abrazarl@s a tod@s con y desde su eu-dokía.