Sutras de verano, teología refrescante (4)
“Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, dice la fe budista al dirigirs al bodisatva Kanzeon (Kannon, en japonés), uno de los equivalentes simbólicos que corresponden al imaginario mariano en las culturas mediterráneas.
Son tonificantes los versos siguientes del capítulo 25 del Sutra del Loto:
Desde que alcancé la iluminación
transcurrieron ya siglos infinitos.
Proclamé sin cesar la enseñanza del Dharma
para enseñar y guiar
a un sinnúmero de seres
a la sabiduría de la iluminación.
Con el fin de salvarles a todos
me manifiesto como extinguido,
cual recurso de salvación.
Pero, en realidad, no me extingo: permanezco.
No estoy en la otra orilla, sino aquí,
entre vosotros, anunciando
día a día el mensaje del Dharma.
Dirigiéndome al mundo entero,
así mi oráculo proclamo:
He aquí que para siempre
habito entre vosotros.
No he desaparecido,
aunque usando estrategias salvíficas
a veces me presento como extinguido
y a veces como no extinguido.
Con mi poder divino permanezco
en este monte por siglos infinitos
y habito, a la vez, en innumerables lugares.
Veo a todos los vivientes
sumidos en un mar de sufrimiento.
Por eso no me muestro como soy,
sino que incito a que me añoren,
para que se revele el Dharma
cuando despierte el anhelo.
Mas no se percatan,
sumidos en un mar de sufrimientos:
cuando un incendio arrasa la tierra
en el fin de los tiempos,
mi morada, empero, permanece serena
cobijando a humanos y divinos.
Sin cesar me pregunto:
¿Cómo me las arreglaré
para salvarlos a todos,
a todos sin excepción?
¿Cómo haré para que todos entren
por el sendero sublime que conduce a la meta
de convertirse en Buda?
(Cf. El Dharma y el Espíritu. Conversaciones entre un budista y un cristiano, PPC, Madrid, 2007, p. 148)
Son tonificantes los versos siguientes del capítulo 25 del Sutra del Loto:
Desde que alcancé la iluminación
transcurrieron ya siglos infinitos.
Proclamé sin cesar la enseñanza del Dharma
para enseñar y guiar
a un sinnúmero de seres
a la sabiduría de la iluminación.
Con el fin de salvarles a todos
me manifiesto como extinguido,
cual recurso de salvación.
Pero, en realidad, no me extingo: permanezco.
No estoy en la otra orilla, sino aquí,
entre vosotros, anunciando
día a día el mensaje del Dharma.
Dirigiéndome al mundo entero,
así mi oráculo proclamo:
He aquí que para siempre
habito entre vosotros.
No he desaparecido,
aunque usando estrategias salvíficas
a veces me presento como extinguido
y a veces como no extinguido.
Con mi poder divino permanezco
en este monte por siglos infinitos
y habito, a la vez, en innumerables lugares.
Veo a todos los vivientes
sumidos en un mar de sufrimiento.
Por eso no me muestro como soy,
sino que incito a que me añoren,
para que se revele el Dharma
cuando despierte el anhelo.
Mas no se percatan,
sumidos en un mar de sufrimientos:
cuando un incendio arrasa la tierra
en el fin de los tiempos,
mi morada, empero, permanece serena
cobijando a humanos y divinos.
Sin cesar me pregunto:
¿Cómo me las arreglaré
para salvarlos a todos,
a todos sin excepción?
¿Cómo haré para que todos entren
por el sendero sublime que conduce a la meta
de convertirse en Buda?
(Cf. El Dharma y el Espíritu. Conversaciones entre un budista y un cristiano, PPC, Madrid, 2007, p. 148)