Vivir con la tierra, convivir con toda vida

La alianza de religiones fomenta la convivencia de civilizaciones y la vida con la tierra y en la tierra.

Mantenida a distancia y estrechada por sus cuatro costados con un despliegue policial exageradamente pertrechado, la manifestación pacífica interreligiosa contra el G-8 en defensa de la tierra, de las minorías étnicas olvidadas y de las mayorías desnutridas e injusticiadas elevó el pasado 6 de Julio sus voces de protesta pacífica y oración por la salvación del planeta y el cuidado de toda vida.

En la introducción a la plegaria, decía el arzobispo de Nagasaki, Mons. Takami, presidente del Comité social del episcopado japonés: “La cumbre del G8 de 2005 se comprometió a aumentar la aportación de cada uno de sus países para la ayuda de África, pero desde el 2006 ha disminuído. ¿Por qué no se cumple lo prometido?”

Días antes, del 27 al 29 de Junio, se reunía en Osaka y Kyoto la cumbre representativa interreligiosa para debatir sobre la construcción de la paz mundial y presentar sus propuestas de cara al G-8. Compartían la mesa presidencial el patriarca Yukei Matsunaga, cabeza de la Federación budista japonesa, el cardinal Francis Arinze y el antiguo arzobispo de Canterbury, George Carey. Ha sido ésta la tercera vez que se reúnen líderes de diversas religiones en una cumbre para plantear a los dirigentes políticos la urgencia de comprometerse en la búsqueda de soluciones para el cambio climático, la pobreza y desigualdades a escala internacional y la escalada mundial de la violencia.

A pesar de la diversidad de confesiones religiosas allí reunidas, no se perdió tiempo en discusiones teológicas, ni se instrumentalizó la asamblea con pretensiones de propaganda misional por parte de las respectivas confesionalidades. La preocupación central de esta cumbre quedó plasmada en el título de la declaración conclusiva: “Vivir con la tierra: Un mensaje desde las religiones del mundo”.
Convivencia fue la palabra clave. Pero no solamente convivialidad humana, sino “convivir con la tierra, con todos los vivientes, con la creación entera”. Las religiones se sienten responsables de fomentar esa convivencia cósmica. El texto de sus conclusiones desarrolla esta responsabilidad en tres áreas: vivir con la naturaleza, convivir con la diversidad étnica y compartir los recursos vitales para superar la pobreza y desigualdad, sobre todo ante situaciones como las del continente africano.

En primer lugar, para vivir con la naturaleza sin destruirla, urge cambiar los estilos de vida, de producción y de consumo. Decía el patriarca Matsunaga: “Desde antiguo, en Japón, sintonizábamos con la vida de montes y ríos, plantas y flores, y reverenciábamos la vida como presencia divina. El budismo defiende el valor de toda vida y aboga por su coexistencia”.

En segundo luar, para convivir con la diversidad hay que renunciar a cualquier monopolio cultural etnocéntrico y exclusivista. Reconociéndonos como parte del problema, hemos de implicarnos como parte de la solución. Decía el representante del Dalai Lama: “Todos somos interdependientes. Si titubeamos al hablar desde las religiones sobre los derechos humanos, no hemos comprendido lo que significa justicia y paz. El problema del Tibet no es un caso aislado, sino una cuestión global; es el símbolo viviente de la lucha no violenta por la paz, la justicia y los derechos humanos. Es una ventana para ver el sufrimiento y la represión en todo el planeta”.

Y, en tercer lugar, para convivir superando las desigualdades y la pobreza, el reto de Africa puede ser la piedra de toque: ¿Elegirá la humanidad aprovechar justamente los recursos naturales sin discriminaciones o seguirá cayendo en el neocolonialismo político-económico? Catherine Marshall, del Banco mundial, decía: “Africa es el continente más religioso del mundo. Son de organización religiosa el cincuenta por ciento de los servicios sanitarios y el cuarenta por ciento de las instituciones educativas. Resulta extraño que la documentación del G-8 no tenga en cuenta la religión”.

La conferencia tuvo lugar en las instalaciones de las universidades de Osaka y Doshisha, pero también visitaron los participantes emplazamientos diversos, desde templos budistas y sintoístas a una iglesia cristiana, pasando por un barrio marginado que sirve de refugio a la mano de obra eventual y a personas sin techo.

Era delicada la cuestión de mencionar problemas concretos de opresión, injusticia y violencia. Pero se llegó a explicitar en la fórmula final la repulsa a la opresión religiosa y violación de derechos humanos en el Tibet y Myanmar, como ejemplo entre otras muchas situaciones de injusticia en el mundo entero.

En el párrafo final, los líderes religiosos explicitan la motivación básica de su postura: “Todas las religiones coinciden en valorar lo sagrado de la vida, así como la interconexión de todos los vivientes. Los seres humanos, en el nivel más alto de conciencia en la cadena de la evolución vital, tienen una responsabilidad especial de cuidar de aquellas vidas más débiles, vulnerables y desfavorecidas.Tal es la motivación que nos impulsa a pedir a los gobiernos que reformulen sus políticas para hacer justicia a toda clase de vida sobre la tierra”.

(Publicado en "La Verdad" de Murcia, el 17 de Julio, 2008)
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