¿Por qué su carga se hace llevadera?

Conmigo la carga se aligera (Mt 11, 30, Domingo XIV Ordinario)

"Caminen a mi lado, dice Jesús, quienes sienten el peso de la carga de la vida, que abruma a lo largo del camino.Yo me unciré a ustedes con un yugo que nos aúne para tirar juntos del carro de la vida. Asi el esfuerzo será llevadero y sentirán que la carga se aligera". (cf Mt 11, 28-30).

Dice el evangelista Juan en su primera carta (1Jn 5,3): Los mandamientos de Dios no deberían suponer una carga.
Habrá, sin embargo, quien piense que algunos mandamientos sí son una carga pesada, hasta insoportable. Por ejemplo, el mandamiento principal del amor parece una exigencia demasiado radical: ¡misión imposible!

Pero el evangelista Juan, el mismo que insiste en que el encargo de Jesús no es una carga, nos lo aclara al registrar para la posteridad las últimas palabras de Jesús en la cena de despedida, el día antes de su crucifixión. El encargo encarecido de Jesús, en aquellas palabras de testamento, fue el que se llama en el evangelio “el mandamiento nuevo”: Quereos mutuamente del mismo modo que yo os he querido.

¿Por qué nuevo? ¿En qué consiste la novedad del encargo de amarse mutuamente? ¿No era ya muy vieja la tradición de ese mandamiento en la Biblia hebrea?

La novedad del "mandamiento nuevo" consiste an amar “del mismo modo”, “como amó Jesús”.“El evangelista, que lo entendió bien, recomendaría no traducir entolé como mandato o mandamiento, sino como encargo entrañabñe, que no debe ser una carga (“sus encargos, entolé, no son un fardo pesado, bareia ouk eisín, como leemos en la carta de Juan: 1 Jn 5, 3).

Es que, en esa frase clave del testamento de Jesús, que proclamamos solemnemente cada Jueves Santo en la Liturgia de la Cena del Señor, es decisiva la expresión adverbial “del mismo modo” (en griego, hopos) .Si no entendemos su significado, nos parecerá imposible amar como Jesús. Pero Juan nos lo aclara: Jesús promete derramar sobre nosotros su Espíritu de Amor que nos haga capaces de amar con el mismo espíritu que Él amó. En vez de un imperativo imposible de cumplir, su encargo es una palabra esperanzadora que anima a amar.

Por eso insiste Juan en que se trata de amar del mismo modo, de la misma manera, con la misma fuerza (energeia y dynamis del Pneuma), del Espíritu de Vida, que actúa en nosotros capacitándonos para amar (Pablo diría "que nos energetiza con su dinamismo desde dentro de nosotros": cf. Col, 1,29). Es la fuerza del Espíritu, que capacita para amar.

Parafraseando al Jesús del cuarto evangelio, podemos escuchar así: “Ustedes, que se sienten incapaces de amar, podrán amar del mismo modo que yo les amé, si dejan pasar a través de ustedes ese espíritu, si se hacen canales que dejen pasar hacia los demás esa corriente de amor. Mi encargo no es una orden imposible (¿cómo se podría imponer, mandar, obligar a amar?); mi encargo es para animarles a amar, para decirles que es posible amar, si lo hacen del mismo modo y con el mismo Espíritu con el que yo lo hice. Y les prometo que voy a derramar en sus entrañas ese Espíritu, para que, con él, puedan amar”... . Sus palabras son una invitación a creer en el amor.


Y a la hora de aplicar este mensaje a la reforma perenne de la institución social eclesiástica, que el Papa Francisco apela a que se convierta en comunidad eclesial de amor, habrá que meditar de nuevo este domingo el encargo evangélico de llevarnos las cargas mutuamente y no imponer cargas.

Dice Jesús, en los evangelios según Mateo y Lucas, a los dirigentes religiosos:no impongan a las personas unas cargas que ustedes mismos no pueden sostener (cf. Mt 23,4; Lc 11, 46). Es una manera de decirles: en vez de aumentar la carga de los que caminan a su lado, ayuden a que disminuya el peso, compartan el esfuerzo de soportar juntos el tirón de la carga. Lo entendió bien Pablo, que transmitía el encargo de Jesús a la comunidad de la Iglesia de Galacia diciéndoles: “Llevaos mutuamente las cargas, ayudaos unos a otros a soportarlas” (Gal 6,5; cf. 1 Co 3, 8 y Mt 16, 27).
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