Todo progenitor es adoptivo y toda criatura nace de Espíritu Santo

La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano”, decía Juan Pablo II (Evangelium vitae, 1995, n.1).

El Evangelio según Lucas cuenta la Anunciación a María, que sueña despierta el deseo y la incógnita de la nueva vida con la consiguiente ansiedad. Dice el mensajero celeste: “No te angusties ante el embarazo, María, congraciada con Dios que te ha favorecido. Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, el Salvador” (Lc 1, 31).

El Evangelio según Mateo cuenta la Anunciación a José, que en medio de un sueño despierta a la incógnita y el deseo de acoger la nueva vida con la consiguiente ansiedad. Díce el mensajero angélico: “No tengas reparo, José, en llevarte contigo a María, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, el Liberador” (Mt 1, 20-21. Tercer Domingo de Adviento).

El nombre lo escoge Dios, pero lo imponen la madre y el padre. Contra la costumbre patriarcal de que el padre imponga el nombre, el mensajero celeste encarga tanto a María, la madre (en Lucas) como a José, el padre (en Mateo), la imposición del nombre. Nada de prejuicios de género en nuestra relectura evangélica.

Madre y padre imponen el nombre a la nueva vida que han recibido como don, a la que acogen, adoptan, prometen y se comprometen a cuidar. Por eso todo padre y madre puede, en cierto sentido, llamarse “adoptivos”).

Toda criatura nace por Espíritu Santo. Todo padre y madre pueden llamarse con propiedad co-creadores de la nueva vida, nacida de varón y mujer con la bendición del Espíritu de Vida y acogida por quienes le ponen nombre
(como promesa de creación continua durante la crianza), tanto si nació de esa pareja por el proceso habitual, como si nació por medios de reproduccion asistida, o si fue adoptada en otras circunstancias (otra pareja, una maternidad subrogada, una adopción por parte de una pareja LGBTetc...)

Todo pareja progenitora puede llamarse adoptiva porque esa criatura vino al mundo por obra y gracia del soplo de vida infundido por el Espíritu en la evolución del proceso embrional que se completa una vez que tiene éxito el arraigo de la implantación del embrión en el seno materno (para el que se ha ido preparando hormonal e inmumnológicamente la madre. Entonces (y no en el mal llamado “instante de la concepción”) es cuando se puede decir con propiedad que está siendo sido concebida y va siendo recibida esa nueva vida. El proceso de acogida se hará consciente en los días siguientes, vivido en el propio cuerpo por la gestante (deseablemente por ambos progenitores, que esperan y acompañan el proceso de nacer, apoyados por el entorno social favorable).

Otro detalle importante del significado de “poner el nombre”: toda criatura que viene al mundo, cualesquiera que sean las circunstancia de su nacimiento tiene una dignidad personal inviolable y no puede ser objeto de discriminación. Cuando discriminamos, vulneramos la dignidad, suprimiendo el nombre y poniendo una etiqueta.

Cuando decimos; usted como español no puede entender esto, usted como célibe no puede hablar de este tema o usted como no heterosexual no tiene derecho a..., estamos etiquetando y discriminando. Dirá alguien: Pero ¿no es cierto que Fulano es español, o es célibe o es no heterosexual? No , esa persona es X (con su nombre propio) que nació en España, o que es célibe o que no es heterosexual u otras muchas cosas más. Pero primero es una persona con un nombre y una dignidad irrepetible.

Hemos meditado estas consideraciones al hilo del evangelio para el tercer domingo de Adviento, cuando estamos reunidos, para la Eucaristía mensual, en la comunidad CJ LGBT (LGBT Catholic Japan) de la diócesis de Tokyo. Oramos juntos por una mayor concienciación dentro de la iglesia para evitar toda clase de discriminaciones.

http://lgbtcj.blogspot.jp/2016/11/201612-lgbt.html
Volver arriba