Las religiones ante el G8: Otra cumbre posible
Ante la cumbre del G-8 junto al lago Toyako (Hokkaido, Japón),las religiones cuestionan: Otra cumbre es posible.
Ante la cumbre del G8, donde el problema del cambio climático, las cuestiones sobre energía y la preocupación por la protección del medio ambiente determinarán gran parte de la agenda, la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP: World Conferance of Religions for Peace) ha convocado paralelamente una asamblea interreligiosa (en Sapporo, Japón), desde la que presentar la propuesta que vienen preparando desde hace más de un año para interpelar a los dirigentes políticos de la cúpula del G-8: «¡Otra cumbre es posible y, además, es necesaria!», es el lema que nos ha convocado a lo largo de este año para pedir a las instancias controladoras de la globalización sociopolítica y económica que se sientan responsables de solidarizarla.
La Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz celebró su primer congreso mundial en Kyoto en 1970, sobre «Desarme, desarrollo y derechos humanos». En el 2006, su octavo congreso tuvo lugar igualmente en la antigua capital japonesa, sobre el tema «Superar toda violencia y proteger toda vida».
Japón es este año el país huésped de la Cumbre de los Ocho y es natural que se sienta obligado a adelantar iniciativas convincentes para ir más allá del Protocolo de Kyoto. Pero, al mismo tiempo, Japón arrastra un serio problema de credibilidad. Tenía que haber reducido sus emisiones tóxicas en un 6% desde 1990, pero ya las había aumentado en un 6,4% en el 2006. Para ponerse a la altura del Protocolo de Kyoto tendría que reducir a partir de ahora el 12.4%.
El liderazgo interreligioso mundial, a través de sus representantes en Japón, ha tratado estos últimos meses los problemas de protección del medio ambiente; pero, sin reducirse a las discusiones sobre cambio climático, ha querido ahondar en el fondo de la cuestión: el enriquecimiento explotador como causa del empobrecimiento y de la destrucción del ecosistema, el olvido de la relación sana del ser humano con la naturaleza y el endiosamiento de la tecnología y el mercado.
Así lo exponía el presidente de la Asociación Budista seglar Koseikai, Nichiyo Niwano, representante en Japón de la directiva de la citada Conferencia mundial, en la reunión en que presentó oficialmente al gobierno japonés las propuestas del grupo interreligioso, En el mismo sentido lo han hecho, en dos seminarios sobre el tema, los participantes de dicha conferencia reunidos con el Ministro japonés de Asuntos Exteriores.
Las religiones perciben la necesidad de ponerse de acuerdo para servir de altavoz del mundo sin voz y denunciar la situación de toda una inmensa parte del planeta empobrecida, ignorada e injusticiada. Así lo hace la declaración interreligiosa de la cumbre paralela a la del G-8. Para su redacción, el episcopado japonés se ha sumado a la mayoría budista y a participantes de las otras religiones. La declaración desciende a lo concreto para hacer reclamaciones, ante todo, en los cuatro bloques de problemática siguientes: 1) hay que poner en práctica estrategias de conservación ecológica del medio ambiente; 2) hay que implementar el proyecto-milenio de Naciones Unidas para la superación de la pobreza; 3) hay que rechazar tajantemente el uso militar de la energía atómica y garantizar rigurosamente las condiciones de seguridad de sus usos pacíficos; 4) hay que desarraigar las causas sociales y políticas del terrorismo, así como de la manipulación ideológica de las religiones como justificación de violencias, invasiones y violaciones de derechos humanos.
«Otra cumbre es posible y necesaria». Tal es el lema que se ha de repetir frente al exclusivismo del grupo geopolíticamente dominante, en vez de permitir que se limiten a acuerdos entre fuertes para devorar a lo débil. Sobre todo, acentúan las religiones, que el énfasis de los gobernantes del G-8 en la seguridad -ya sea nacional o internacional- no se convierta en pretexto para políticas favorecedoras de privilegios para el grupo enriquecido y neocolonizador. Frente a la ideología de la seguridad, hay que revindicar, dicen las religiones unidas, una auténtica mundialización de la justicia, para que la seguridad sea «verdaderamente compartida y humanizadora», en vez de ser excusa para represiones policiales y ataques preventivos.
Las religiones hermanadas se sienten responsables de alzar la voz por la genuina globalización de la paz y la hermandad. Y desde el interior de las comunidades creyentes cristianas, minoritarias en Japón, se agradece ver cómo todo un episcopado se compromete unánimemente en estos temas en unión con las otras religiones. Podría servir de referencia valiosa para otros países, en los que el cristianismo es sociológicamente mayoritario, pero cuyas jerarquías eclesiásticas parecen más preocupadas con minucias internas, parcelas de poder, estrecheces morales o escrúpulos inquisitoriales, en vez comprometerse con la solidaridad social, la convivencia ciudadana, la igualdad sin discriminaciones o la paz y justicia mundiales.
(Publicado en "La Verdad", de Murcia, el 5 de Julio, 2008)
Ante la cumbre del G8, donde el problema del cambio climático, las cuestiones sobre energía y la preocupación por la protección del medio ambiente determinarán gran parte de la agenda, la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP: World Conferance of Religions for Peace) ha convocado paralelamente una asamblea interreligiosa (en Sapporo, Japón), desde la que presentar la propuesta que vienen preparando desde hace más de un año para interpelar a los dirigentes políticos de la cúpula del G-8: «¡Otra cumbre es posible y, además, es necesaria!», es el lema que nos ha convocado a lo largo de este año para pedir a las instancias controladoras de la globalización sociopolítica y económica que se sientan responsables de solidarizarla.
La Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz celebró su primer congreso mundial en Kyoto en 1970, sobre «Desarme, desarrollo y derechos humanos». En el 2006, su octavo congreso tuvo lugar igualmente en la antigua capital japonesa, sobre el tema «Superar toda violencia y proteger toda vida».
Japón es este año el país huésped de la Cumbre de los Ocho y es natural que se sienta obligado a adelantar iniciativas convincentes para ir más allá del Protocolo de Kyoto. Pero, al mismo tiempo, Japón arrastra un serio problema de credibilidad. Tenía que haber reducido sus emisiones tóxicas en un 6% desde 1990, pero ya las había aumentado en un 6,4% en el 2006. Para ponerse a la altura del Protocolo de Kyoto tendría que reducir a partir de ahora el 12.4%.
El liderazgo interreligioso mundial, a través de sus representantes en Japón, ha tratado estos últimos meses los problemas de protección del medio ambiente; pero, sin reducirse a las discusiones sobre cambio climático, ha querido ahondar en el fondo de la cuestión: el enriquecimiento explotador como causa del empobrecimiento y de la destrucción del ecosistema, el olvido de la relación sana del ser humano con la naturaleza y el endiosamiento de la tecnología y el mercado.
Así lo exponía el presidente de la Asociación Budista seglar Koseikai, Nichiyo Niwano, representante en Japón de la directiva de la citada Conferencia mundial, en la reunión en que presentó oficialmente al gobierno japonés las propuestas del grupo interreligioso, En el mismo sentido lo han hecho, en dos seminarios sobre el tema, los participantes de dicha conferencia reunidos con el Ministro japonés de Asuntos Exteriores.
Las religiones perciben la necesidad de ponerse de acuerdo para servir de altavoz del mundo sin voz y denunciar la situación de toda una inmensa parte del planeta empobrecida, ignorada e injusticiada. Así lo hace la declaración interreligiosa de la cumbre paralela a la del G-8. Para su redacción, el episcopado japonés se ha sumado a la mayoría budista y a participantes de las otras religiones. La declaración desciende a lo concreto para hacer reclamaciones, ante todo, en los cuatro bloques de problemática siguientes: 1) hay que poner en práctica estrategias de conservación ecológica del medio ambiente; 2) hay que implementar el proyecto-milenio de Naciones Unidas para la superación de la pobreza; 3) hay que rechazar tajantemente el uso militar de la energía atómica y garantizar rigurosamente las condiciones de seguridad de sus usos pacíficos; 4) hay que desarraigar las causas sociales y políticas del terrorismo, así como de la manipulación ideológica de las religiones como justificación de violencias, invasiones y violaciones de derechos humanos.
«Otra cumbre es posible y necesaria». Tal es el lema que se ha de repetir frente al exclusivismo del grupo geopolíticamente dominante, en vez de permitir que se limiten a acuerdos entre fuertes para devorar a lo débil. Sobre todo, acentúan las religiones, que el énfasis de los gobernantes del G-8 en la seguridad -ya sea nacional o internacional- no se convierta en pretexto para políticas favorecedoras de privilegios para el grupo enriquecido y neocolonizador. Frente a la ideología de la seguridad, hay que revindicar, dicen las religiones unidas, una auténtica mundialización de la justicia, para que la seguridad sea «verdaderamente compartida y humanizadora», en vez de ser excusa para represiones policiales y ataques preventivos.
Las religiones hermanadas se sienten responsables de alzar la voz por la genuina globalización de la paz y la hermandad. Y desde el interior de las comunidades creyentes cristianas, minoritarias en Japón, se agradece ver cómo todo un episcopado se compromete unánimemente en estos temas en unión con las otras religiones. Podría servir de referencia valiosa para otros países, en los que el cristianismo es sociológicamente mayoritario, pero cuyas jerarquías eclesiásticas parecen más preocupadas con minucias internas, parcelas de poder, estrecheces morales o escrúpulos inquisitoriales, en vez comprometerse con la solidaridad social, la convivencia ciudadana, la igualdad sin discriminaciones o la paz y justicia mundiales.
(Publicado en "La Verdad", de Murcia, el 5 de Julio, 2008)