Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Con Pedro y Pablo...¿Y con Francisco?

Con Pedro y Pablo...¿Y con Francisco?
Con Pedro y Pablo...¿Y con Francisco? José

Los vientos soplan fuertes, la barca se tambalea, pero no se hunde. El timón lo lleva el Maestro aunque parezca dormido. Él sigue confiando en la debilidad humana para guiar a la Iglesia en la dirección de la luz y la vida, para ser en el mundo faro de salvación, aun síendo ella misma víctima de los vaivenes de las tormentas. Hoy le toca confirmarnos en la fe al Papa Francisco y él no hace otra cosa que animarnos para que entendamos que todos, en nuestra propia debiidad, estamos convocados a la misión de la luz y de la paz en el compriso por la justicia y la dignidad a favor de la fraternidad universal. Ya confesé algún día que ser de Francisco, no lo soy, pero que me gsutaría ser de Cristo como intuyo que él lo está queriendo ser.

29 junio. Festividad de San Pedro y san Pablo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

—«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

—«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

—«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

Jesús le respondió:

—«¡Dichoso tú, ¡Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora te digo yo:

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Con Pedro y con Pablo

Sin ellos la Iglesia no la entenderíamos, dos apóstoles columnas, hacia dentro del pueblo judío y más allá de sus fronteras. Los dos centrados y apoyados en el cimiento único dado por el Padre como piedra angular, Cristo muerte y resucitado. Los dos llenos de debilidades y, a la vez, por la pasión de Cristo, queriendo seguirles y cumplir su voluntad. Uno sin estructuración anterior hecho paso a paso, día a día, junto al Maestro, el otro tocado por la luz –como un abortivo, como dirá él- pero con una fuerza interior del Espíritu que le lanza en contra de sí mismo, en el riesgo total al que le invita el conocimiento interno de Cristo, por el que todo lo estima basura y pérdida. La iglesia sigue apoyada en apóstoles de Jesús, distintos y llamados a la comunidad y la unidad, en orden a la salvación de todos los hombres.

Carta al Papa Francisco:

Aporto como hecho de vida una carta que me solicitaron para una publicación conjunta de cartas al papa. Sé que le llegaron. Me reafirmo lo que sentía en comunión con él en sus primeros cien días.

Querido Francisco:

Desde tu presencia en balcón y tus primeros gestos quedé seducido y me sentí en comunión eclesial, con novedad y gracia. Había quien desconfiaba de los mismos y nos decían que había que dar tiempo, pero según van pasando los días y los años –ya más herido y cansado por la edad- me sigo confirmando en el sentimiento de comunión y esperanza eclesial. Son muchas las ideas y sentimientos que me van ganando y animando en el ministerio pastoral, en este quehacer de Iglesia al servicio del reino. Y descubro la sintonía con claves fundamentales que de un modo sencillo nos estás sirviendo en signos y palabras, entresaco a modo de decálogo algunas de ellas:

I.- Iglesia afectada: "El pastor debe oler a ovejas"

La prolongación de la encarnación del Verbo sigue siendo un reto y una clave de la misión de la Iglesia. Tú no estás mostrando que hoy, como nunca, el mundo, la sociedad y los alejados necesitan una iglesia afectada, con sensibilidad profunda y auténtica, y éste es el verdadero tesoro que los cristianos llevamos en vasos de barro para que los demás pueden beber consuelo y esperanza. Tus indicaciones siguen señalando como reto fundamental que las alegrías y las tristezas de los hombres sean las de la Iglesia.

II.- Una Iglesia arriesgada: "Que no nos venza el miedo y el pesimismo, tentaciones del maligno"

La salvación y la realización eclesial -su misión- no llegan por la seguridad, sino por el riesgo de la entrega: "El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará" (Mc 8,35). Lo mejor de la Iglesia no se desarrolla realmente cuando el criterio es autodefensa o conservación -provocados por el miedo- sin más, frente a los otros. Tú nos haces ver que Jesús lo tiene claro: la persona y la comunidad cristiana se realiza y se enriquece cuando se abre y arriesga sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos.

III.- Una Iglesia generosa y gratuita: "Deseo una Iglesia pobre y para los pobres"

Vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser comprometidos. Y tú con acierto nos estás diciendo que la generosidad, como clave eclesial, enriquece y lleva a la plenitud su realidad sacramental. Sólo hay un modo de ser Iglesia en tu estilo, la gratuidad que genera el verdadero amor: "Ha echado lo que tenía para vivir" (Mc 12,44).

IV.- La iglesia que busca el verdadero reconocimiento: "Somos príncipes, pero príncipes del crucificado"

El éxito puede ser el mayor obstáculo para llegar a la verdadera y profunda alegría eclesial, que se gesta en la coherencia de lo auténtico y lo original. Jesús sabía que esa clave ponía en juego lo más importante de la vida de la comunidad: "No tentarás al Señor tu Dios". El reconocimiento, según lo estás presentando, hoy no puede venir por una defensa de la institución y sus tradiciones, sino por una vuelta a la fuente original del Evangelio, dejándonos purificar y transformar por él.

V.- Una iglesia que sirve: "Que el servicio sea nuestro poder"

"Sacerdotes, obispos, cardenales o Papa, sin Cristo, y este crucificado, no somos nada”. "Todo esto te daré si te postras y me adoras" (Mt 4,9): El poder, tan necesario junto a la verdadera autoridad para el bien común, fuera del contexto del compromiso y la comunidad, se hace cruel e injusto. Hoy, tú nos recuerdas que necesitamos una iglesia que tenga y use de verdadera autoridad, al estilo de Jesús.

VI.- Una iglesia sencilla y corresponsable: “Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo"

Nos invitas, con tu modo de hacer y revisar, a seguir el estilo de Jesús: los sentó en grupo y cogió los cinco panes y los dos peces (Mc 6,30-42). Todo contando con ellos, con los discípulos y con todos los demás, con su realidad y su autonomía personal, para que todos fueran protagonistas del acontecimiento; "Tus cinco panes y dos peces", cosa de pocos para muchos, ahí está el misterio de la Iglesia.

VII.- Iglesia de la comunidad y la fraternidad: “acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños"

Lo tienes claro, para ti no hay yo sin nosotros: "Lo tenían todo en común?" (Act 4,32). La fe es comunitaria y construye comunidad. Una comunidad abierta al mundo: "Id por todo el mundo" (Mc 16,15). Vivir y generar fraternidad, ahí está escondido el misterio de la vida y del reino.

VIII.- Una Iglesia encarnada: “el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura"

Nada más lejos del Evangelio que huir de la vida, la historia, la humanidad. El reino está dentro de vosotros y en medio de la realidad, como los lirios, los pájaros, la pesca, la oveja perdida, la siembra, el padre y el hijo, la mujer que barre en la casa, el administrador, el empresario, el obrero, el viñador, el pastor, la plaza, la sinagoga, el camino, el lago, la orilla, mar adentro. Encarnarse, meterse en el mundo, como la levadura en la masa, como la sal en el guiso, como el grano de trigo en la tierra, todo para darse y entregarse, para hacer el mundo según Dios. Así lo haces y así lo pides a todos los bautizados.

IX.- Una Iglesia universal desde los últimos: "que la unción llegue a todos, incluso a las "periferias", donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora"

Con verdadera humildad: a nadie debáis nada más que amor. Para ti el texto de Mateo (cap.25) sobre el juicio escatológico no es complementario ni específico, es transversal y general en lo que se refiere a las verdaderas competencias cristianas para las que nos habilita la gracia y no debemos saltarlo por alto u olvidarlo. Y menos debe hacerlo la Iglesia si tiene o quiere tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.

X.- Una iglesia de Cristo: "Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona"

No hay duda, la Iglesia no puede ser sin Cristo: "sin Él, no podemos hacer nada"(Jn 15,5) y, si lo hacemos, pierde su valor más auténtico. Vivir desde el Padre es la clave fundamental desde la que vivió Jesús y es lo quiso transmitirnos como elemento central de la fe. Tu modo de presentar a Cristo nos lleva a confiar en el Padre: “Si esto hace con los lirios y con los pájaros que no hará por vosotros, hombres de poca fe" (Mt 6,28).

Iglesia apostólica: nada por nuestra cuenta

Para avivarnos en este sentido sacerdotal y ministerial de la Iglesia de Jesucristo se nos ofrecen claves sencillas y profundas de contemplación y lectura creyente:

Escuchar desde la humildad y la confianza, el sacerdote sólo puede serlo siendo discípulo, rompiendo la trivialidad y adentrándose en lo profundo de la comunión con Dios en el discipulado de la vida. María es referente de discipulado ante la Palabra.

El servicio ministerial sólo puede hacerse fundamentado en Cristo, en su seguimiento, pues ahí se aprende a predicar y curar. Sólo somos testigos del maestro que es la palabra y la salud para la humanidad. Somos voz de la Palabra.

El sacerdocio no pasa por la heroicidad, pero sí por el despojamiento, el camino es siempre orientado a Jerusalén. El seguimiento de Jesús supone andar con él en el abandono confiado al Padre, no hay otra forma de pasar de discípulos a apóstoles.

La tentación del desaliento, de la acedia, sólo podrá superarse cargando con la cruz que nos llega por la misión, por la solidaridad con el pueblo en su vida y por la fidelidad a la Iglesia como servidora de la humanidad. Pasar de nuestros deseos ocultos a la voluntad del Padre es el reto de la verdad ministerial.

No podremos ser discípulos sin la valoración e identificación que nos da el maestro al lavarnos los pies para hacernos dignos de su ministerio amoroso y pleno. Somos discípulos queridos en nuestra debilidad, elegidos y amados para ser enviados.

La noche de la purificación para los sacerdotes se está abriendo en el amanecer de un Cristo Resucitado que en diálogo progresivo y abierto nos pide en libertad nuestro amor, en la debilidad que tenemos, pero renovado en autenticidad. Hoy tenemos que volver a encontrarnos con el Cristo, a quién decidimos seguir hace años, y con quien vamos caminando, para escuchar su pregunta confiada frente a nuestra debilidad manifiesta: “¿Me amas…me quieres?”

Y, ahora con las redes remendadas, por su espíritu, por su palabra, por su amor, nos toca volver a la brega de la pesca, buscando nuevos lados, sabiendo que son todos los pueblos los que están llamados a la salvación, pero que esto hemos de hacerlo en comunión apostólica, desde el servicio y la creatividad de un amor que no cede y que se entrega, porque sabe de quien se ha fiado.

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