Esperanza para la tierra, esperanza para la humanidadd Pentecostés desde la Amazonía. Semana Laudato si 23

Pentecostés desde la Amazonía.  Semana Laudato si 23
Pentecostés desde la Amazonía. Semana Laudato si 23

Patricia Gualinga es llideresa amazónica y mujer creyente, hija de la selva y de Dios Padre, sintiéndose familia de la madre tierra. Ella nos habla en nombre del Espíritu, tocada por Él y nos enseña cómo ha perdido el miedo a la muerte, conquistando la libertad de ese espíritu del Resucitado.

Espíritu y libertad

paloma

Frente al miedo provocado por la muerte y la persecución, el Espíritu del Resucitado abre caminos de la libertad y la gracia. La oscuridad del pecado se deshace en la gracia de un perdón que nos renueva en el Espíritu de la luz y de la vida. Hemos nacido del Espíritu, de lo alto. Es toda la realidad creada y humana la que está llamada a la libertad de los hijos de Dios en Cristo. Libertad que será plena en los cielos nuevos y la tierra nueva donde ninguna puerta será cerrada por miedo.

“Exhaló su aliento”: Tierra, cielo y libertad

Estuvo con nosotros Patricia, mujer amazónica, líder de las mujeres de su pueblo, en la defensa de la Amazonía y de la selva viviente. Pasó volando desde Ecuador, Tenerife y camino de Alemania, estuvo entre nosotros menos de 24 horas, pero dio tiempo para recibir un mensaje de luz y de esperanza, de sabiduría y de compromiso, por un mundo y una humanidad nueva, todo con la pura fuerza de la vida y de la verdad, de la naturaleza y su tradición viva, más allá de mercados y políticas invasivas y deshumanizadas. De lo que dijo y compartió yo me quedaría con tres claves que para ella son los cimientos de la sabiduría que ha recibido y defiende, desde sus padres Sabino y Karina, desde su pueblo Sarayaku, y su ser universal y haber caminado por casi todo el mundo. Las claves de vida y esperanza son muy sencillas y es necesario redescubrirlas en nuestro occidente cansado.

Los pies en la tierra

La humanidad se ha desnaturalizado, se ha alejado radicalmente de la naturaleza. Se ha pasado del convivir y connaturalizar a la artificialidad de lo tecnológico y de la superproducción y consumo. Hemos hecho un trato salvaje y descuidado de la base de nuestra vida, no somos sin la naturaleza.

Lo que le infligimos a ella se vuelve en nuestra contra, no podemos seguir destruyendo, porque nos asfixiaremos y moriremos en nuestro propio tener abandonando el ser. Hemos de volver a poner los pies en la tierra, a caminar desde ella, a hacernos naturales, escuchando esa naturaleza que nos da la vida y de la que formamos parte, ella tiene sus derechos porque quiere proteger los nuestros.

Defender y recuperar nuestra naturaleza es el reto mayor del mundo hoy. Tendremos que vencer las inercias de un mercado y de una política que van por otros derroteros, que sólo buscan el lucrarse y crecer en la riqueza como objetivo último, más allá de la naturaleza, sus fuentes de vida y la propia humanidad. Ha de ser una lucha verdadera y profunda. La primera misión es poner los pies en la tierra, de verdad, volver a ella y adentrarnos en su espíritu desde el nuestro, hermanarnos y abrazarnos para caminar juntos. Sin la tierra no hay salvación.

La cabeza en el cielo

Así se lo transmitió, su padre Sabino y su madre Karina, patriarcas de su pueblo y catequistas del evangelio de la vida. Lo dice claramente Patricia, sin espiritualidad no hay vida, si trascendencia no es posible la humanidad, la comunidad viene del espíritu, de creer en la humanidad y en la vida, más allá del individualismo y la posesión.

Unos desarrollarán su espiritualidad en el campo religioso, como es su caso y el de sus padres, otros serán en sus propios interiores y su silencio abierto a la vida, a la naturaleza y a la historia, pero sin cielo no hay deseo de un mundo mejor y hermanado.

La superficialidad de un consumo más allá de las necesidades y de los verdaderos deseos, hace al hombre caprichoso y lo esclaviza. Sólo en la verdadera interioridad de la coherencia y de la autenticidad se cobra el verdadero sentido de la vida y se lucha por lo justo y digno para todos los hombres. Necesitamos una mirada esperanzada y transformadora, ahora es el momento. Son muchos los signos de que nos están llamando a adentrarnos en la auténtico del espíritu, en la verdadero de lo humano, en los sentimientos más verdaderos y constructivos.

Vencer el miedo

Ante la pregunta sobre lo que tenemos que hacer en occidente para vivir de verdad en las claves que nos decía de una ecología integral, ella respondió sin dilación y con fuerza: perder el miedo. Necesitamos el Espíritu de pentecostés. Ella ha perdido el miedo, amenazada de muerte, ya no la para nada ni nadie. Su vida tiene valor y por eso no puede perderla entregando su autenticidad y verdad. Ella tiene una verdad y un sentido, no puede entregarlo, perderlo, eso sí sería perder la vida, mucho más que el que se la quitaran con violencia.

No podemos dar nuestra vida al miedo. Occidente está preso de su miedo, el miedo a perder lo que tiene, sus comodidades, sus seguridades, no se arriesga a vivir de verdad, a compartir la vida, a entregarse a lo verdadero, se esconde tras el mercado, el consumo. Pero ella tiene esperanza y le pone dos nombres: la mujer y los jóvenes. Lo está notando, la mujer en el mundo tiene un papel imprescindible para transformar la realidad, cuando pierden el miedo avanzan con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Los movimientos de jóvenes del mundo comienzan a moverse y se les nota que están dispuestos a vivir sin miedo, en libertad, por eso ella cree en la esperanza y sigue caminando por todos los países del mundo gritando su verdad, y volviendo siempre a su tierra, a su pueblo, a su Dios y sus hermanos.

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