Orar por la Iglesia ante el Espíritu Pentecostés: ¿Sin pena ni gloria? Oremos por la Iglesia.
Hoy se madrugaba en más de un lugar: Madrid, Burgos, Palencia, Zamora, Plasencia, León... localidades donde viven habitualmente las personas que forman parte de los equipos permanentes de los distintos movimientos de acción católica general y especializada. Habían sido convocados desde la comisión de apostolado seglar de la conferencia episcopal española para participar en la eucaristía que iba celebrarse en Valladolid desde la iglesia de la Santa Promesa, transmitida por tve 2 y presidida por el arzobispo del lugar y presidente de la conferencia episcopal D. Luis Arguello.
La razón era celebrar juntos y visibilizar lo que es la vida de estos movimientos de un modo participativo en la celebración de la eucaristía. Media hora antes de la celebración, con cientos de kilómetros de viaje, estábamos allí como nos habían pedido para dicha participación. Desde la federación de los movimientos se habían encargado de elaborar los materiales que con motivo de Pentecostés sirve la conferencia episcopal español con el lema este curso de "laicos por vocación, llamados a la misión".
Tengo que reconocer que el trato fue amable y que hasta participó el arzobispo en nuestra comida con un ambiente festivo y alegre. Pero me sorprendió la mudez y la pasividad a la que quedó reducida la presencia de esas decenas de laicos cristianos que están dedicados en cuerpo y alma al apostolado laical en la iglesia española y que habían hecho la opción de estar presentes de un modo activo en la misma.
En esta iglesia que quiere ser sinodal, corresponsable, misionera y encarnada en medio del mundo me atrevo a sugerir que quizás lo que ha ocurrido hoy es un detalle de que nos cuesta poner en activo, en marcha, los discursos de novedad y actualización.
Ni que decir tiene que ha sido un día de encuentro entre todos nosotros, entre los movimientos y nos hemos animado a seguir en el trabajo y en la entrega con la intención de ser obedientes al mismo espíritu.
Desde aquí compartimos, con fe, esta oración que estaba elaborada para pedir por la Iglesia y que se había puesto al servicio de todas la comunidades diocesanas de España.
Las circunstancias han hecho que el templo votivo en el que se celebraba la liturgia eucaristía pascual se impusiera sobre la celebración de pentecostés, del apostolado seglar y de la acción católica española, general y especializada. Se perdió la ocasión de mostrar desde este espacio de comunicación la riqueza del día y del dinamismo de estos movimientos de vida apostólica.
Tengo que reconocer que el trato fue amable y que hasta participó el arzobispo en nuestra comida con un ambiente festivo y alegre. Pero me sorprendió la mudez y la pasividad a la que quedó reducida la presencia de esas decenas de laicos cristianos que están dedicados en cuerpo y alma al apostolado laical en la iglesia española y que habían hecho la opción de estar presentes de un modo activo en la misma.
En esta iglesia que quiere ser sinodal, corresponsable, misionera y encarnada en medio del mundo me atrevo a sugerir que quizás lo que ha ocurrido hoy es un detalle de que nos cuesta poner en activo, en marcha, los discursos de novedad y actualización.
Ni que decir tiene que ha sido un día de encuentro entre todos nosotros, entre los movimientos y nos hemos animado a seguir en el trabajo y en la entrega con la intención de ser obedientes al mismo espíritu.
Desde aquí compartimos, con fe, esta oración que estaba elaborada para pedir por la Iglesia y que se había puesto al servicio de todas la comunidades diocesanas de España.
Las circunstancias han hecho que el templo votivo en el que se celebraba la liturgia eucaristía pascual se impusiera sobre la celebración de pentecostés, del apostolado seglar y de la acción católica española, general y especializada. Se perdió la ocasión de mostrar desde este espacio de comunicación la riqueza del día y del dinamismo de estos movimientos de vida apostólica.
Ni que decir tiene que ha sido un día de encuentro entre todos nosotros, entre los movimientos y nos hemos animado a seguir en el trabajo y en la entrega con la intención de ser obedientes al mismo espíritu.
Desde aquí compartimos, con fe, esta oración que estaba elaborada para pedir por la Iglesia y que se había puesto al servicio de todas la comunidades diocesanas de España.
Las circunstancias han hecho que el templo votivo en el que se celebraba la liturgia eucaristía pascual se impusiera sobre la celebración de pentecostés, del apostolado seglar y de la acción católica española, general y especializada. Se perdió la ocasión de mostrar desde este espacio de comunicación la riqueza del día y del dinamismo de estos movimientos de vida apostólica.
Las circunstancias han hecho que el templo votivo en el que se celebraba la liturgia eucaristía pascual se impusiera sobre la celebración de pentecostés, del apostolado seglar y de la acción católica española, general y especializada. Se perdió la ocasión de mostrar desde este espacio de comunicación la riqueza del día y del dinamismo de estos movimientos de vida apostólica.
| José Moreno Losada
Oración al Espíritu: la Iglesia que queremos
Somos la Iglesia del Espíritu Santo, del Espíritu de Cristo Resucitado. Ahora es el momento de acabar con todos los miedos y los temores para vivir eternamente desde la confianza. En medio de este mundo, siempre tentado por un poder y una riqueza miedosos y encerrados en su deseo de seguridad, la Iglesia está llamada a abrir todas sus puertas y ventanas para que el Espíritu que ha recibido, se haga extensivo para todo el mundo y toda la creación. Ella no puede ser frontera cerrada para la libertad. Hoy, ha de abrirse al impulso del Espíritu que le dice que ha de ser «Iglesia en misión, sinodal, plural y unida, en salida, compasiva, generosa, de perdón y sanación, de fuerza para los débiles y denuncia para los injustos y los inmisericordes», para llamarlos a la conversión de corazón.
Ponemos ante el Espíritu nuestros deseos eclesiales.
- Abrirse a las sugerencias del Espíritu para tener un lenguaje nuevo, una lengua de luz y de verdad, de libertad y de justicia, de coherencia y entrega radical.
- Llegar al hombre de hoy y hablarle en su propio idioma, en su dolor y angustia, en su pobreza y cansancio, en su desnortamiento y agobio, para, más allá de las diferencias y las divisiones implantadas, llegar a entender a todos y ser entendida en su mensaje de amor y gracia.
- Descentrarse y abrirse, como nunca, al lenguaje del ecumenismo y del diálogo, en la verdadera libertad y en el deseo del encuentro de lo más humano y lo más digno. Ahora no estamos para distinguirnos, sino para salvarnos; para salvarnos todos los cristianos en Cristo y todas las religiones en el amor. Nos toca amar sin fronteras y sin límites porque es lo propio de nuestro Espíritu.
- La Iglesia, en su interior, hoy como nunca, se siente impelida por el Espíritu para vivir la diversidad de dones, ministerios y funciones atendiendo al bien común, sabiendo que es un mismo Dios el que obra todo en todos. Sólo así será una Iglesia creíble. Una iglesia con vocación firme a la santidad y con vocaciones que encarnan el amor y la entrega en la comunidad y en el mundo.
- El mundo, hoy, lo que más necesita y pide, en todo su dolor y división, en todos sus miedos, temores y parálisis, es el Espíritu en el que todos nosotros hemos bebido. Un espíritu de lo común, de la corresponsabilidad.
- Pentecostés desea manifestarse hoy en todos los que hemos sido bautizados en el Espíritu de libertad, que ha vencido todos los miedos y los temores que hieren el corazón de lo humano. Sabemos que la Eucaristía y la oración prolongan el único Pentecostés del Resucitado. Por eso buscaremos continuamente comer su Cuerpo y su Sangre. Y así, nos da su propio Espíritu: para que no desfallezcamos en la misión y para que nuestra fuerza sea, aún mayor, que toda nuestra cobardía.
Ven, Espíritu Santo, ven.