Un hombre en busca de calor humano
El destinatario de la descripción es el duende de su abuelo, a quien hace partícipe de una reflexión entrañable, intimista y vital.
Al relatar sus pequeñas odiseas el autor se muestra lleno de limpias miradas; con el corazón abierto a la luz de la esperanza y la vida. Y hace cómplice, al lector, de la emoción añadida que su ceguera aporta al tocar y sentir tantas cosas que a los videntes nos pasan desapercibidas.
Consciente de ser un privilegiado, por tanta gente que le acompaña y le quiere, mira al frente con la fuerza de quien ha sido capaz de derrotar a los fantasmas de la oscuridad, la rabia o la soledad. Porque debe dar rabia haber visto y dejar de ver. Como la que siente cuando le resulta insuficiente imaginarse el botafumeiro y añora verlo: “Todos miran el prodigio pero yo no puedo, me arrodillo, siento que hay veces en que no basta con estar, hay que ver, pero yo no puedo hacerlo. Es duro, es así”.
En Alberto la rabia es desplazada por la felicidad que le aporta valorar y dar gracias por lo recibido de las personas que le acompañan. Y lejos de ser una persona amargada se muestra tremendamente agradecido con la vida y con los que le rodean.
De esa forma enseña a ver la vida con otros ojos; deleita con vivencias emanadas de recuerdos que quedan en su retina de ciego. Y alegra la vida con sus ocurrencias de cegato chalado.
Alberto se muestra como un viajero en busca de la fuente que sacie su sed de calor humano. Es éste un sentimiento que aparece de forma transversal en todo su libro, aunque sólo en ocasiones se atreve a reconocer.
Busca incesantemente el calor humano, apelando constantemente a la amistad compartida, la armonía y la necesidad y aprecio de las personas que le rodean. Buscar esa fuente le enriquece, lo hace especial, lo hace humano.
Valora tanto la amistad que su sed es insaciable. Y entonces le pesa la soledad. Como cuando dice: “el momento vivido mitiga el sentimiento de soledad del que, en ocasiones, hablo”. Es por ello que permanentemente necesita “saber que hay personas que me añoran, que se admiran de mis pequeños triunfos”. Y, como réplica, Alberto deja su huella en ellos y para ellos. Con la certeza de que merece la pena entregarse, ayudar, ser amable y hacer el bien sin pretensiones.
Pese a su ceguera al autor nada se le pone por delante. Porque no se siente discapacitado, sino con una capacidad diferente.
Es por eso que aprecia el regalo del sincero cariño de quienes no ven en él una carga sino a un amigo. “Desenvolverme con normalidad entre personas sin problemas visuales es muy hermoso, muy grande”
Sinceramente, no sé Alberto si eres normal. Porque en muchos aspectos te veo más allá de la norma, haciendo que tu ceguera no sea oscuridad sino luz con nombre de acogida y cariño.
PRESENTACIÓN DEL LIBRO EN MADRID
Viernes 6 de febrero 19,30 horas
Delegación de la ONCE. C/ Prim 3