Un modelo educativo para enseñar a madurar

Desde un planteamiento realista y pegado a la tierra no podemos ni debemos soslayar la importancia de la componente académica. Pero ante la misma debemos huir de la posición maximalista.

Ya basta de hablar de que el nivel académico de los alumnos está bajando. Porque ¿cuando han dejado de decirlo los profesores? Yo llegué a la universidad hace 35 años y ya entonces lo decían. Y si recurriéramos a las hemerotecas seguro que se podrían encontrar similares quejas de épocas más atrás.

La comparación tiene poco sentido, y por ello recomiendo huir de ella, porque se trata de entornos muy distintos y difícilmente comparables.

El sistema educativo tradicional partía de la hipótesis de que todos los problemas del mundo estaban ya resueltos y que el profesor tenia las respuestas. Cada problema tenía su respuesta correcta y cuantas más cosas supiéramos con más seguridad podíamos andar por la vida.

La sociedad del conocimiento que nos está tocando vivir se caracteriza, entre otras cosas, por la saturación de información. Por ello se requiere un nuevo modelo educativo en el que no basta con acumular conocimientos, sino que lo realmente importante es enseñar a acceder a los conocimientos, saber digerirlos sin que nos desborden ni caigamos víctimas de la borrachera de información y sepamos, finalmente, qué hacer con ellos.

La saturación de información en la que se encuentran nuestros hijos requiere un nuevo modelo educativo en el que no basta con acumular conocimientos, sino que lo realmente importante es enseñar a acceder a los conocimientos y a enriquecerlos, en un proceso de aprendizaje permanente. Propiciando que el alumno sea un sujeto partícipe y activo. Un modelo que ponga un menor énfasis en los contenidos y cree la inquietud por aprender. Y que los haga capaces de saber digerir la información, sabiendo qué hacer con ella, sin que les desborde ni sean víctimas de la misma.
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