"El futuro es nuestra responsabilidad" La continuidad de un proyecto y el Adviento
El adviento es tiempo de espera, de esperanza y, ante todo, de fraternidad. Pero ¿a quién le importa el relato de nuestra historia y de nuestra cultura enraizada en la fraternidad cristiana?
El relato que se está construyendo nos está borrando nuestro pasado, nuestro presente y hasta nuestro futuro
Para que un proyecto pueda tener continuidad hace falta pasión, generosidad, entrega, visión; pero sobre todo respeto, mucho respeto a los fines que éste tuviera teniendo en cuenta el presente. Hoy asistimos, no sabría decir si lo hacemos con perplejidad a una serie de cambios que, sin darnos cuenta, están hipotecando nuestro futuro.
Lo trabajado anteriormente se cuestiona y, además, para hacerlo se construye el relato adecuado para justificar, sin razones consistentes, la necesidad de cambiar las cosas. Esto se está dando, sobre todo, en el ámbito político; pero también está ocurriendo en otros espacios sociales.
No nos percatamos que los relatos siempre están acompañados de intereses y de fuerzas de poder que, con el paso del tiempo, desean establecer un modelo social que sea controlado de manera exclusiva por determinados grupos sociales.
Estamos en Adviento, vocablo que probablemente a la mayoría de las personas nada les dice ni tiene significado alguno. Hace unos días una mujer, presidenta de una Comunidad Autónoma, tuvo el coraje de contextualizar en nuestra realidad cultural el significado de los días festivos que viviremos en este mes de diciembre, como llevamos haciendo hace siglos, aunque algunos pretendan ignorarlo. Digo que tuvo fuerza y energía para hacerlo porque ella se ha atrevido a no obviar lo que no se puede esconder, poniendo el acento en recordarnos de dónde venimos históricamente.
El adviento es tiempo de espera, de esperanza y, ante todo, de fraternidad. Pero ¿a quién le importa el relato de nuestra historia y de nuestra cultura enraizada en la fraternidad cristiana?
El relato que se está construyendo nos está borrando nuestro pasado, nuestro presente y hasta nuestro futuro. La continuidad de un proyecto no puede depender nunca de los intereses particulares porque significa que el proyecto morirá. Lograr que los proyectos continúen para que cumplan con los fines implica tomar decisiones que hagan posible que éste perdure en el tiempo. Esto es pasión. Sin ésta los proyectos tienen los días contados. La pasión nace del convencimiento de que el mismo se ampara en buscar lo más adecuado y pertinente para dar vida y fuerza a la existencia histórica del proyecto.
Muchas veces los responsables de las diferentes organizaciones sociales se olvidan de esta dimensión y las atrofian condenándolas a un camino, a veces lento; pero otras más rápido, sin futuro. El resultado será siempre la destrucción. Es verdad que en el corto plazo pareciera que han ganado con su relato; pero el tiempo se encargará de desdecir el espejismo creado para fundamentar su argumento. Han puesto pasión más en la destrucción que en la construcción del proyecto. Es suficiente mirar a nuestro alrededor para percatarnos, no sin perplejidad, que en nuestro mundo existe una gran confusión histórica.
El relato de la destrucción siempre hace daño, se puede pensar que el daño solamente afectará a los que se quiere destruir; pero al final del camino a quienes más terminará anulando y destruyendo será a quienes lo han escrito y extendido.
La generosidad es la vacuna para que el relato de la destrucción no aniquile al proyecto. Cuando un proyecto se pone en marcha con la dosis suficiente de generosidad todo se equilibra y hace posible que tenga continuidad. La generosidad nace del corazón y de la unión de éste con nuestro cerebro. La generosidad no se apoya en la venganza sino en la confianza de querer hacer el bien. La generosidad no busca el poder ni el construir una imagen de cara a la sociedad. La generosidad entiende que los proyectos se construyen con dialogo positivo y con voluntad de reconocer el trabajo realizado. La generosidad se aleja de la destrucción porque destruir, y más cuando se trata de anular a las personas, es sencillamente rencor. Por esta razón la única manera de superar el rencor es mostrar generosidad. El Adviento nos invita a poner en práctica esta dimensión. Con esta perspectiva se puede empezar a escribir el verdadero relato, el que perdurará en el tiempo aunque sea ocultado por quienes pretenden trasladar el relato del rencor.
La entrega es el fruto de vivir la vida con generosidad. Entregarse es buscar siempre el bien. En el caso de la vida de un proyecto es hacer que éste no sea finito en el tiempo sino que tenga futuro. Es implicarse sin miedo en la construcción positiva de un proyecto que no puede vivir secuestrado por personas que no reconocen que el mismo tiene vida propia y que no puede depender de intereses externos que prefieren destruir a construir. El Adviento nos recuerda que el que nacerá en un pesebre nos invita a contemplarlo con espíritu de entrega y esto supone seguirlo para verlo morir en la Cruz; pero después de esto vendrá la Resurrección. Cuando las personas deciden entregarse para dar vida a los proyectos hay que contar, desde la lógica cristiana, que se vivirán tiempos de sufrimiento y momentos de cruz. Asumir esto es tener la certeza que el relato de la resurrección terminará triunfando. Hoy vivimos momentos complicados y difíciles; pero el camino de la verdad siempre ganará al camino de la muerte. El Adviento nos indica que debemos prepararnos para la vida, así un proyecto que quiera tener vida tiene que basar su existencia en la positividad y en la construcción de un futuro que responda a las verdaderas necesidades sociales.
La visión es no dejarse abatir. Quienes buscan la destrucción pretenden siempre generar un ambiente de menosprecio hacia lo realizado. Su relato siempre se basa en la generar confusión, dudas e interrogantes; lo cual puede llevar al abatimiento de las personas que quieren construir desde la pasión, la generosidad y la entrega un proyecto de esperanza. Es la esperanza que el Adviento nos propone. Por esta razón abatirse no puede ser la marca de infinidad de personas que creemos que la sociedad tiene que ser un espacio abierto de libertad en un marco democrático. Cualquier proyecto que pierda la libertad y la independencia pierde la esencia de su existencia. Cuando un proyecto queda secuestrado por los limites que las personas generan éste tiene los días contados, aunque el relato que construyan nos quiera hacer creer que han triunfado. Lo bueno que tienen las sociedades democráticas es la separación de poderes y esto es una garantía de que el relato de la verdad se terminará imponiendo.
El corazón y el cerebro son dos órganos conectados que son capaces de avisarnos que la pasión, la generosidad, la entrega y la visión están interconectadas porque la fuerza del corazón hace que el cerebro pueda ayudarnos a entender que nuestra sociedad está formada por personas que son capaces de escribir un relato que sostenga proyectos que construyan y no abatan. Para los cristianos simplemente Adviento, para los que profesan otra fe o no creen sencillamente Esperanza. El futuro es nuestra responsabilidad y no lo puede marcar quienes buscan construir relatos de destrucción. Esto es ni más ni menos que respetar. Tengamos respeto.