Ecos a las palabras de un oficial de la Rota Romana El berenjenal en que nos va a dejar el papa Francisco
Un clérigo, oficial de la Rota Romana, palabras más, palabras menos, dijo al auditorio en tono de recomendación y de preocupación: “En este momento de la Iglesia es muy importante estudiar derecho canónico, hay que animar a muchos jóvenes sacerdotes para que conozcan las leyes y esto para que nos ayuden a salir del berenjenal en que nos va a dejar el papa Francisco”.
Quiero, en este texto, hacer eco a esas palabras que van en la lógica de otras que he escuchado por aquí en mi Colombia.
Encuentro en los evangelios que Jesús metió a los suyos en muchos berenjenales.... Traigo a colación sólo uno de ellos y es el que se nos describe al inicio del evangelio de Marcos (Mc 2). Jesús, al inicio de su ministerio, se va a Cafarnaúm y allí se hospeda en la casa de Pedro.
La Iglesia no puede vivir para cuidarse sino para cuidar a las personas; sus estructuras pueden ceder cuando se trata del sufrimiento de los seres humanos; si el fin es dar vida a hombres y mujeres, ella voltea al revés el orden y la tranquilidad de sus estructuras; ella no duda en abrir boquetes para poder incluir y recibir a todos; ella prefiere quedarse a la intemperie a dejar afuera a alguno o alguna.
Francisco, sucesor de Pedro, bien lo sabe y deja que Jesús realice en ella su misión y que pueda seguir bendiciendo, prodigando su misericordia, anunciando la buena noticia a los pobres; su ministerio ha sido un boquete abierto por el Espíritu Santo en el techo de la Iglesia para que muchos, que se veían impedidos y que encontraban impedimento en la puerta oficial puedan acercarse a Jesús y ser “misericordiados”: las víctimas de abuso, las mujeres, los fieles laicos, la población lgbtiq+, los divorciados, las parejas con impedimentos para celebrar canónicamente su matrimonio.
Encuentro en los evangelios que Jesús metió a los suyos en muchos berenjenales.... Traigo a colación sólo uno de ellos y es el que se nos describe al inicio del evangelio de Marcos (Mc 2). Jesús, al inicio de su ministerio, se va a Cafarnaúm y allí se hospeda en la casa de Pedro.
La Iglesia no puede vivir para cuidarse sino para cuidar a las personas; sus estructuras pueden ceder cuando se trata del sufrimiento de los seres humanos; si el fin es dar vida a hombres y mujeres, ella voltea al revés el orden y la tranquilidad de sus estructuras; ella no duda en abrir boquetes para poder incluir y recibir a todos; ella prefiere quedarse a la intemperie a dejar afuera a alguno o alguna.
Francisco, sucesor de Pedro, bien lo sabe y deja que Jesús realice en ella su misión y que pueda seguir bendiciendo, prodigando su misericordia, anunciando la buena noticia a los pobres; su ministerio ha sido un boquete abierto por el Espíritu Santo en el techo de la Iglesia para que muchos, que se veían impedidos y que encontraban impedimento en la puerta oficial puedan acercarse a Jesús y ser “misericordiados”: las víctimas de abuso, las mujeres, los fieles laicos, la población lgbtiq+, los divorciados, las parejas con impedimentos para celebrar canónicamente su matrimonio.
Francisco, sucesor de Pedro, bien lo sabe y deja que Jesús realice en ella su misión y que pueda seguir bendiciendo, prodigando su misericordia, anunciando la buena noticia a los pobres; su ministerio ha sido un boquete abierto por el Espíritu Santo en el techo de la Iglesia para que muchos, que se veían impedidos y que encontraban impedimento en la puerta oficial puedan acercarse a Jesús y ser “misericordiados”: las víctimas de abuso, las mujeres, los fieles laicos, la población lgbtiq+, los divorciados, las parejas con impedimentos para celebrar canónicamente su matrimonio.
Un amigo mío, presbítero, quien está haciendo su doctorado en España, vino a Colombia para el año nuevo y pudimos hablar de muchas cosas. Y me contó que, casi llegando el final del semestre pasado, llegó a su universidad eclesiástica un clérigo, oficial de la Rota Romana, y que este, palabras más, palabras menos, dijo al auditorio en tono de recomendación y de preocupación: “En este momento de la Iglesia es muy importante estudiar derecho canónico, hay que animar a muchos jóvenes sacerdotes para que conozcan las leyes y esto para que nos ayuden a salir del berenjenal en que nos va a dejar el papa Francisco”. Quiero, en este texto, hacer eco a esas palabras que van en la lógica de otras que he escuchado por aquí en mi Colombia.
El diccionario nos dice que berenjenal, aparte de ser un terreno plantado de berenjenas, ha llegado a significar también “lío”. Gracias al Espíritu Santo, Francisco ha puesto por obra lo que él mismo, muy al inicio de su servicio como obispo de Roma, recomendó a los jóvenes y a todos los seguidores de Jesús: “hagan lío”.
Encuentro en los evangelios que Jesús metió a los suyos en muchos berenjenales. Traigo a colación sólo uno de ellos y es el que se nos describe al inicio del evangelio de Marcos (Mc 2). Jesús, al inicio de su ministerio, se va a Cafarnaúm y allí se hospeda en la casa de Pedro. Al principio, muy seguramente, la familia del pescador estaba encantada con el huésped y hasta muy agradecida porque había sanado a la suegra. Pero, muy pronto, la situación cambió y la casa, que había sido apacible y tranquila, se fue llenando de curiosos que querían conocer a Jesús y que buscaban sanación; ya desde el amanecer tenían que soportar la presencia de muchas personas que preguntaban por él y les robaban intimidad; la puerta estaba siempre atestada de gente y entrar y salir se volvió un problema. El colmo de todo esto fue cuando unos hombres, que traían un enfermo en una camilla, no viendo forma de entrar por el gentío que se apretaba afuera, se montaron al techo y, muy horondos, sin pedir permiso, fueron abriendo un boquete y descargaron por ahí al doliente.
Eso sí que fue un berenjenal. La casa a orillas del lago de Galilea se complicó de un momento a otro; el orden y la tranquilidad quedaron volteados al revés; y, con semejante boquete, la seguridad quedó “patas arriba”. La familia de Pedro se vio a la intemperie, a merced del sol y del agua, con extraños circulando por su hogar, enfermos pidiendo curación. En esa casa, Jesús podía bendecir a todos y a todas.
Creo que esa casa, incluido el berenjenal en que la metió Jesús, era germen de lo que sería después la Iglesia, y que, en ese momento, el maestro preparaba a Pedro para confiarle las llaves y la administración de la misma. La Iglesia no puede vivir para cuidarse sino para cuidar a las personas; sus estructuras pueden ceder cuando se trata del sufrimiento de los seres humanos; si el fin es dar vida a hombres y mujeres, ella voltea al revés el orden y la tranquilidad de sus estructuras; ella no duda en abrir boquetes para poder incluir y recibir a todos; ella prefiere quedarse a la intemperie a dejar afuera a alguno o alguna. Francisco, sucesor de Pedro, bien lo sabe y deja que Jesús realice en ella su misión y que pueda seguir bendiciendo, prodigando su misericordia, anunciando la buena noticia a los pobres; su ministerio ha sido un boquete abierto por el Espíritu Santo en el techo de la Iglesia para que muchos, que se veían impedidos y que encontraban impedimento en la puerta oficial puedan acercarse a Jesús y ser “misericordiados”: las víctimas de abuso, las mujeres, los fieles laicos, la población lgbtiq+, los divorciados, las parejas con impedimentos para celebrar canónicamente su matrimonio.
Marcos también nos cuenta que después que Jesús sanó al enfermo que habían descolgado por el boquete abierto en el techo, unos expertos de la ley, unos escribas, se pusieron a refunfuñar y lo acusaron de blasfemia. Esto se repite también hoy, los expertos de la ley, como el clérigo oficial de la Rota Romana, quieren orden y tranquilidad, quieren seguridad; como los cardenales y obispos que declaran hereje al Papa. No se dan cuenta que la Iglesia, si es lo que es, tiene que dejarse meter en todos los berenjenales en los que Jesús mismo, no Francisco, la mete. Francisco, como Pedro en su casa de Cafarnaúm, solo es testigo de los boquetes que se abren cuando está Jesús presente. No, no hay que salir del berenjenal, lo que tenemos que hacer es comernos las berenjenas que bien saben y que alimentan. La acepción cristiana de la palabra berenjenal, además de las ya citadas al principio de este artículo, podría ser la de “vidas maravillosamente complicadas”, de las que habla la Evangelii Gaudium en el número 270.
Estoy con Pedro, estoy con Francisco.
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