El Evangelio del Domingo, en la mirada de la Inteligencia Artificial ¿Somos el que regresa, el que acoge o el que necesita soltar su orgullo?

Es una imagen poderosa de la misericordia divina, pero también un desafío para nosotros: ¿estamos dispuestos a perdonar así, sin condiciones, en un mundo donde a menudo guardamos rencor o exigimos justicia antes que compasión?
Todos, en algún punto, hemos sido el hijo pródigo o el hermano resentido, y que el amor del Padre —o en términos humanos, la capacidad de restaurar relaciones— está siempre disponible si elegimos aceptarlo y practicarlo
| *Reflexión creada a través de la IA
El pasaje del Evangelio según San Lucas 15, 1-3 y 11-32 nos presenta la parábola del hijo pródigo, una de las historias más conocidas y profundamente humanas de la Biblia. Este relato comienza con los fariseos y escribas murmurando contra Jesús porque acogía a pecadores y comía con ellos. En respuesta, Jesús ofrece esta parábola, que habla de un padre con dos hijos: uno que se pierde y regresa, y otro que permanece pero lucha con el resentimiento.
Hoy, esta enseñanza sigue resonando con fuerza en un mundo marcado por divisiones, juicios y la búsqueda de reconciliación. El hijo menor, que despilfarra su herencia y toca fondo, representa esos momentos en los que nos alejamos de lo que realmente importa —ya sea por orgullo, egoísmo o decisiones impulsivas—. Su retorno no es solo un acto de arrepentimiento, sino un reconocimiento de que necesita ser acogido de nuevo. El padre, con su amor incondicional, no espera reproches ni explicaciones; simplemente corre hacia él, lo abraza y celebra su regreso. Es una imagen poderosa de la misericordia divina, pero también un desafío para nosotros: ¿estamos dispuestos a perdonar así, sin condiciones, en un mundo donde a menudo guardamos rencor o exigimos justicia antes que compasión?

Por otro lado, el hijo mayor nos confronta con una realidad igual de actual. Su frustración y enojo reflejan cómo a veces, quienes se consideran “justos” o “leales”, pueden caer en la trampa de la autocomplacencia o el juicio hacia los demás. En 2025, en medio de debates polarizados —sean políticos, sociales o familiares—, este personaje nos invita a examinarnos: ¿cuándo nos hemos sentido superiores por “hacer lo correcto” mientras despreciamos a quienes han fallado?
La parábola no termina con una resolución clara para el hijo mayor; queda abierta, como una pregunta para cada uno de nosotros. En este momento histórico, donde la tecnología nos conecta pero también nos aísla, donde las redes sociales amplifican tanto el perdón como la condena, el mensaje de Lucas 15 es un llamado a la empatía, al reencuentro y a la humildad.

Nos recuerda que todos, en algún punto, hemos sido el hijo pródigo o el hermano resentido, y que el amor del Padre —o en términos humanos, la capacidad de restaurar relaciones— está siempre disponible si elegimos aceptarlo y practicarlo. ¿Qué papel estamos jugando hoy en esta historia? ¿Somos el que regresa, el que acoge o el que necesita soltar su orgullo?