Aprendiendo a comer pipas
¡Y qué paseo madre! A todos los que habéis colaborado, los niños os lo agradecen de todo corazón. Y yo especialmente a Mamen, Inma y Lorena que lo han hecho posible, porque ha merecido la pena. Hace un momento he estado en la Aldea, el personal en pijama ya a punto de irse a la cama, y toditos siguen emocionados, lo han pasado de rechupete, han disfrutado como nunca. ¡Gracias!
No todos los días se visita la impresionante fortaleza de Kuelap, aunque caiga una lluvia helada a 3000 metros de altura. Teníais que ver las caras que ponían cuando les explicaba el batán de los chachapoyas, las cuyeras, el templo... ¡y los muertos enterrados en el muro! Jaja, qué bárbaro. Y qué viaje en bus, que curvas, qué abismos y qué carcajadas. Junto con un montón de guarradas que hemos comido a todas horas: gelatina, galletas, tortas, caramelos, maní confitado...
En el Hogar "Santa Ana" de Leymebamba hemos pasado las dos noches, muchos en colchones en el piso, gozando de lo divertido que es dormir fuera de casa, envueltos en risas, con colas en los baños y juerga por todas partes. ¿Y la comida? ¡En el restaurante que está en la casa del catequista! Nos han tratado de maravilla, a pesar de que invadíamos los lugares por donde íbamos: la pampa de Dos de Mayo, la plaza, el coliseo deportivo... y el museo. Se quedaron pasmados viendo a las momias, y yo guardaré como un tesoro esas expresiones de asombro... Sí, ¡ha merecido la pena!
Se trataba de eso: de que los niños de la Aldea sean niños, hagan las cosas que hacen los niños y puedan hacer un viaje en vacaciones, como tantos chicos de su edad. Que no estén encerrados todo el día y todos los días, sino que se lo pasen pipa haciendo turismo, visitando lugares bonitos y conociendo las pequeñas maravillas de nuestra región. Muchos comentaban: "Podré contar que estuve en Leymebamba, en Kuelap, en Tingo, en Chachapoyas".
Convivir todo el día con los niños es una experiencia única. Hay momentos en que te agotan, sobre todo si se te van pegando uno tras otro estrujándote, sobándote hasta que se forma una pelota de gente que no te deja ni respirar; y al mismo tiempo descubres lo bien educados que están, cómo los más mayores cuidan de los pequeños, lo disciplinados que son para comer (no hay una queja, no queda nada en los platos), cómo obedecen... y cómo agradecen. Eso es maravilloso. Les dedicas una sonrisa, una caricia o un abrazo y te recompensan con una oleada de cariño que te hace flotar. Por lo menos a mí.
Claribel con sus catorce años te expresa sus trumas, Evelin te cuenta de sus enamorados, Jesús habla de fútbol, Sherlyta se te sube a las rodillas, Ángel te llama papi y que lo marques, Joquín te pega la paliza, Yesely frunce el ceño, Adly te machaca a preguntas sobre la Cristina, Nicolás que juegues con el globo, Loli, Rosely, Diana, Albeiro, Nicol, Jordan... A cada cual llamo por su nombre, con cada uno tengo ya una relación personal, con sus códigos, sus costumbres y sus bromas. Y por allí Esperanza, tragando chupetes y golosinas, colgada de la tía Aidelí y regalándome de vez en cuando una de esas sonrisas que te hacen amar la vida a pesar de los pesares.
Seguro que Toni, la mamá de Ana Belén, nos ha visto desde el cielo y le ha encantado. Ella quiso compartir un poquito con esta peculiar familia: "Para los niños", le dijo a Mamen con un hilo de voz. Tal vez fue lo último que hizo, pero sin duda de lo mejor y más bello de su vida.
Esa noche era la primera vez que veían las pipas. Alguno se las comió con todo y cáscara, pero en general la patrulla lo pasó pipa entre bailes, dinámicas y premios. Como en toda la excursión. Gracias amigos de España por hacer algo sencillo pero muy hermoso: ayudar a estos niños a ser un poco más felices. Ellos sienten que os importan, aunque no os conozcan. Os aseguro que no olvidarán jamás estos días, ni yo tampoco.
César L. Caro