Haz tú lo mismo. El Evangelio: tacto de la misericordia (Parte 1)
¿Quiénes? Una manchita mutirracial y multiedad, procedente de los cuatro puntos cardinales del Perú, con variopintos niveles de gracejo, destreza en el voley y ganas de bañarse en la piscina. Jaja, una gente linda de verdad, el corazón en onda con el latido de Jesús, muchos de ellos metidos hasta los huesos en contextos de pobreza y exclusión: invasiones en los cerros de Lima, rincones de la selva entre los indígenas, alturas andinas o las junglas del mundo profesional o universitario.
Se trataba de analizar el evangelio de Lucas y yo me he traído hasta mis gafas de empollón, pero no ha sido exactamente algo académico, porque siempre había que tener puesto un ojo en la vida; de modo que los profesores hemos sido un poco todos, ya que a las introducciones más técnicas de los especialistas seguían trabajos de comisión y rondas de intervenciones en plenario.
Las comisiones eran pequeños grupos de profundización. Ahí nos hemos regalado, más que conceptos o reflexiones, jirones de vida: la misericordia preferencial se vive en medio de la guerra de Colombia, como médica o en el acompañamiento de personas con adicciones, qué bárbaro. Luego, en el gran grupo, se volcaba todo eso como una catarata; ahí yo sentía una mezcla de admiración y roche, pero también me solté y aporté lo que pude.
Un grupo con una visión de la fe y de la iglesia en la que el pobre es protagonista y punto de partida, y que comparte las consecuencias históricas de esa opción que emana del mismo Jesús. Lo hemos visto inequívocamente plasmado en los relatos de la infancia, las parábolas, las “acciones con fuerza” (“milagros” ya mejor no, nos han explicao), la historia de la pasión o los encuentros pascuales del Resucitado. Una gozada.
Hay circuitos que se te funden en la mente, ideas que son volteadas o se prenden, pero también hay convicciones que se te confirman, y criterios y planteamientos que estaban ahí y que solo ahora se atreven a salir a calzón quitado. Porque lo mejor no son los descubrimientos teológicos, ni siquiera las tendencias eclesiales, lo mejor son las personas que hacen vida concreta cada día la invitación de Jesús a hacer lo mismo que hace el samaritano.
Y qué queréis que os diga, me ha encantado ser uno de ellos. Y me ha asombrado: “¿pero yo soy como esta gente que hay aquí?”. Pues si no tovía del todo, eso es lo que deseo ser porque eso es lo que Diosito quiere de mí. Es su llamada clara, inequívoca y rotunda. Así que manos a la obra.
No me cabe más en este golpe; en la próxima, más.
César L. Caro