Un anillo nuevo. El Evangelio: melodía, emoción y risa (Parte 2)

El final de estos días de estudio de Lucas ha sido imponente. Durante horas le hemos hincado el diente a los textos, sacando petróleo y devanándonos los sesos, la experiencia y el corazón a pesar de que estamos de vacaciones. Pero no basta con eso: es necesario contemplar el Evangelio, dejar que en el silencio nos habite y nos nutra. Permitirle que se haga nuestro.

La opción preferencial por los pobres... Todo queda vertebrado, inspirado y enriquecido por esta intuición: la imagen de Dios, que es rhm (“útero”, entrañas de misericordia), la sensibilidad hacia los marginados como antena, el discernimiento que los identifica, los rasgos de la comunidad fiel al proyecto de Jesús, la misión que es la búsqueda de la justicia, la relación como liberación integral, la gratuidad y la primacía del Reino. Pero no puede quedar en apuntes o deseos.

Todo entonces se detuvo el viernes por la tarde. Se trataba de digerir lo escuchado, comprendido, dialogado y meditado. Y lo hizo cada cual cara a cara con el Dios de la Vida. Me senté tranquilo, rodeado de toda mi fragilidad, el peso de mi camino, las esperanzas volando al aire fresco y el Amor primero e incondicional hecho murmullo de verano. Y regresó, como un boomerang, Lc 4, 18-21: "El Espíritu del Señor está sobre mí". La vieja llamada, pero renovada.

Y miré el anillo en mi mano derecha. Es de coco y lo había comprado días antes, en Barranco. Me había quitado sin pensar mucho el de siempre, que es de oro, y ahora comprendía por qué. Es la invitación de Jesús, la misma desde que era un adolescente, pero nueva. "Anunciar la buena noticia a los pobres". Inequívoca. "Proclamar la libertad a los cautivos". Rotunda. "Dar la vista a los ciegos". Sin dudas ni fisuras. "Liberar a los oprimidos". Esta es la misión. El anillo en mi dedo es el mismo, pero con una fuerza, una claridad y una urgencia de hecho nuevas.

Esto requería unas buenas carcajadas, y la fiesta de la noche fue de lo más variada: aparecieron los viejos rockeros con sus chistes de siempre, hubo sketches, canciones, poemas, juegos, clases de flamenco hasta para los españoles (en la foto), carnaval y... una marinera que bailaron Rosa y José Luis de manera hermosa. Pocas cosas hay que me emocionen tanto como la marinera, que me hagan sentir una alegría tan luminosa. Era lo de la tarde en forma plástica, el paisaje musical de mi interior y la expresión del alma de un pueblo al que ya pertenezco.

Porque la libertad de seguir a Jesús, la apuesta de la vida desde los pobres, rompe en belleza, no puede ser de otra manera. La Eucaristía de despedida se inundó de melodías preciosas, de color, de silencio repleto, de poesía, de palabras de agradecimiento. Ha sido magnífico porque acá ha habido gente magnífica, y lo que compartimos crea entre nosotros un vínculo muy especial. He encontrado una familia de fe cuyos valores estos días circulan, se refuerzan y se cantan.

Como semilla pequeña
en manos de los pobres,
como el trigo que germina
en las sombras de la noche.
Tu reino en nuestras manos
agita nuestro espíritu,
y nos lleva por caminos
de luchas y esperanzas.

Tu voz es nuestro canto,
tu grito es la palabra que palpita,
en el corazón ardiente de tu pueblo
creadores de la historia,
testigos de tu Reino.


Así nos despedimos, así concluyó la 46 edición de estas jornadas (son mi mayor por pocos meses). El anillo está aquí. Ahora "haz tu lo mismo": la liberación integral no puede esperar.

César L. Caro
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