Las romerías en Galicia, ristra interminable en los días de verano, son tradiciones que vienen desde los tiempos fuertes de los ancestros trasmitidas a la luz de las llamas del hogar que han trenzado como hiedras la vida de generaciones y generaciones y la han fecundado de recuerdos luminosos y cencerreado con la voz profunda y generosa de ciegos y mendigos, y empapan y bañan de humilde y festiva trascendencia la vida monótona de los campesinos y gente rural. Tal vez porque los santuarios están en cerros en donde los ancestros rendían culto a los árboles, fuentes y piedras, o por pereza, o porque son víctimas de rubores y complejos, muchos cristianos ven las romerías como estrellas malignas, como un peligro acuciante, un enigma amenazante, un interrogante cargado de gravedad oprimente. En Galicia, la salvación viene de los montes o no viene. Ayer los montes de la Aparecida, romería multitudinaria en honor de Ella, era como una misa cósmica, como un incendio de plegarais llevado en procesión por el mundo que brotaba de las entrañas de los montes. PD. El video ha sido cedido generosamente por el Señor Penín