“Donde no hay ley tampoco hay transgresión”, dice San Pablo (Roma. 4 15). Sin ley no hay delito. La ley hace conocer la malicia del delito. Si se suprime del código aquellos artículos que tipifican delitos por los cuales ciertas personas están condenadas, los condenados por ellos tendrán que ser absueltos porque lo que era considerado delito será calificado desde hoy como el ejercicio de un derecho que les era debido y habrían sido condenados por un delito que no existe. Habiendo conseguido la causa por la que estaban luchando y causando desorden social, la convivencia y el orden se verán favorecidos. Lo malo es que nadie puede asegurar al legislador que los beneficiados por el cambio de la ley no sigan tirando de la cuerda hasta que el legislador no pueda ceder más so pena de convertirse en delincuente.