Primero fue la llegada, ahora, o pronto, la contrapartida, la marcha. Los soplos de los años idos, sentires ardientes, fuego de un cielo vacío, son manantial de gozos y de sufrimientos. A veces se presentan como un verde peine de olas ondeantes, como hilos de rocío, como un placer oscuro de emociones solo de pronunciar antiguas palabras que renuevan antiguas sueños, eternamente ajados, contados por aquella boca como nardos remolinantes en aquellos tiempos húmedos de preguntar, de buscar con máxima esperanza un reino de bondad, flautas de amor, que nunca habíamos perdido, que solo habíamos soñado, convertido hoy en carcajadas marchitas, lágrimas de pena, escombros de una hermosa edad muchas veces enterrada en cruel olvido. Pensar es hacer, al menos intentar, que algo se muestre. Así son las cosas, la vida, abismo insondable, realidad brumosa, claro/oscura, tragicómica. Cada cosa que desocultamos nos descubre otra que aún permanece oculta.