Estas tardes de otoño, cuando se oye la propia respiración en el fondo del patio, los pájaros se acogen, el día muere detrás del horizonte, la lluvia garabatea misterios indescifrables en las ventanas, los ojos se apagan poco a poco, de los campos y de los frutales sin fruto de la huerta no queda nada, el tiempo se traga el mundo, el vacío llena los vanos de las paredes y la nostalgia agota las palabras que hieren el corazón rememorando historias y leyendas de los antepasados al amor del fuego, entonces el pensamiento, pegado a la piel, se refugia en un silencio doloroso.