Desde el presente procuramos ordenar el pasado y planificar el futuro. El horizonte de esperanza, aunque sea sin fundamento, se impone a lo que está detrás de nosotros sin saberlo, el olvido de los “inconvenientes” pero la vida es lo que es y con frecuencia desmiente el sentido falaz con que la hemos soñado. El tiempo pasado solo podemos captarlo en sus efectos, los recuerdos. Sin pasado no hay futuro ni futuro que no fragüe un pasado a su antojo. Ayer fui al lugar en donde la vi por primera vez. Desde entonces han pasado muchas cosas, aunque, en realidad, no ha pasado nada. Con el pasa del tiempo, todo aquello es nada y nada es todo lo que ha pasado. El olvido pertenece a la acción clemente de nuestra naturaleza que solo quiere conservar en el recuerdo lo necesario para hacer lo vida lo más agradable posible. No tenemos otro enganche con el pasado que los recuerdos. Dio el último sorbo y se fue. Cuando iba saliendo en la puerta le grite: No te engañes. Lo olvidado sigue ahí.