Un fiasco

Los habitantes saludan los tímidos rayos de sol con sonrisas que les brotan por azar como los bostezos, con cantos callados del alma, con beatitud tranquila. Hablan con la seguridad y con la naturalidad de gente que sabe perfectamente lo que dice. Sus palabras son como sanciones definitivas. Los frutales han perdido la flor y están llenos de fruto en promesa que llenan las almas de los habitantes de esperanza dichosa, pero “lo que está haciendo falta es la lluvia. Si tarde en llover o viene un pedrisco, la fruta puede perderse y sería una desgracia. Pero en el tiempo no manda nadie, y mejor es así. De otro modo, esto sería un fiasco”, dicen.

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