Comentarios de taberna: En invierno, los hombres pasaban las tardes noche en las forjas contando historias de ladrones, de cazadores, de tratantes, y de hijos que para llevar su madre al médico caminaron con ella a cuestas durante horas bajo el sol, lloviendo o rompiendo una nevada de un metro de espesor. A media noche, los presentes descotaban y uno iba a la taberna a buscar vino. El ciego nunca daba dinero, pero con frecuencia sacaba de su faltriquera pedazos de pan y de tocino que asaban en los carbones ardientes del hogar de la fragua para repartir entre todos. Genebrando y José Ramón fueron los herreros más conocidos de muchos kilómetros a la redonda. José Ramón, un día invitó a su mujer, que nunca había salido de su valle, a una peregrinación. Cuando llegaron al alto de la loma que separa nuestro valle del otro, Florinda se apeó de su cabalgadura, hincó las rodillas en tierra, y dijo algo que aún hoy se repite:
“¡Dios mío! Qué grande e o mundo, José Ramón”-. Éste comentó:
“Sabemos de donde pasa pero nadie sabe hasta conde llega”. Escuchado hoy mismo