Ya de vuelta, el nieto va recordando lo que le dijo el abuelo: El hambre de cultura, de comida y de compañía que muerde al pobre a cada hora, la sonrisa y la mirada que se escapan de aquel cuadro viejo, son siempre nuevos aunque estén ahí desde siempre. No esperes a ser rico para ser generoso, ni a tener poder para cambiar el mundo, ni a terminar la carrera para luchar por tus sueños y alcanzar lo que no exista pero deseas porque podrás encontrarlo en algún lugar. Revélate contra quienes quieren hacerte creer sus mentiras pero no quieras hacer creer a los demás que tu verdad es la verdad, y ten siempre presente que, aunque los otros están mirando lo que tú miras, pueden verlo y sentirlo de manera diferente a como tú lo ves y sientes. También va recordando aquel paseo por el campo una noche de luna, el silbido y el silencio de todo lo que hay en el aire que no acaba de empezar ni de acabar nunca, el sonido de la guadaña que cabruñaba aquel campesino a la sombra del aliso.