Las 'conversiones' de la Iglesia en esta Cuaresma (II): en busca de la acogida Parroquias que acogen: un verdadero hogar frente a la adversidad

Parroquia San Ignacio de Loyola, en Madrid
Parroquia San Ignacio de Loyola, en Madrid

"El querer seguir viviendo mi fe me impulsó a buscar y acercarme a la parroquia del barrio. Desde el primer momento, la parroquia San Ignacio se convirtió en mi primer hogar, en mi refugio"

"Esa acogida fue mucho más que una ayuda puntual; fue un abrazo que me impulsó a confiar en el futuro y a ver la migración como una oportunidad para crecer y aprender"

"A través de las misas, las reuniones comunitarias, la catequesis, las acciones solidarias y los pequeños gestos cotidianos, he reafirmado mi vocación, mi fe y el compromiso con el prójimo"

Os comparto un pequeño resumen de mi experiencia como inmigrante. Es mi visión particular y resumida de la acogida recibida por la comunidad parroquial San Ignacio de Loyola, en Madrid, que en su momento era cuidada y animada por sacerdotes diocesanos; y que hoy en día forma parte de la Unidad Pastoral Padre Rubio y está guiada por la Compañía de Jesús.

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Llegué a España en el año 2008, y en esos primeros días me sentí desorientada en muchos aspectos, siendo latinoamericana de alguna manera podría entender el contexto en la que me encontraba socialmente, pero sin embargo, el desafío personal y las añoranzas en todos los ámbitos marcaban mi vida en aquel momento.

El querer seguir viviendo mi fe me impulsó a buscar y acercarme a la parroquia del barrio. Desde el primer momento, la parroquia San Ignacio se convirtió en mi primer hogar, en mi refugio, un lugar donde la esperanza me daba la fuerza de continuar mi día a día. Recuerdo que, al entrar en la parroquia, me sorprendió la calidez y la empatía que mostraban las personas mayores que rezaban el rosario y así también conocí al Párroco y algunas hermanas que vivían en la parroquia en aquel momento.

No solo me ofrecieron apoyo espiritual, sino también ayuda práctica para integrarme, me orientaron en el barrio y con el tiempo me presentaron a una comunidad solidaria que me hizo sentir que, a pesar de estar lejos de mi tierra, tenía un lugar al que pertenecer.

La parroquia, ahora atendida por los jesuitas
La parroquia, ahora atendida por los jesuitas RRSS

Esa acogida fue mucho más que una ayuda puntual; fue un abrazo que me impulsó a confiar en el futuro y a ver la migración como una oportunidad para crecer y aprender. Con el paso de los años, he tenido el privilegio de formar parte integral de la comunidad parroquial, donde hoy tengo la oportunidad de compartir mi experiencia y ayudar a otras personas que han pasado por lo mismo, así como a aquellos que son originarios de este país. A través de las misas, las reuniones comunitarias, la catequesis, las acciones solidarias y los pequeños gestos cotidianos, he reafirmado mi vocación, mi fe y el compromiso con el prójimo, que son como un bálsamo en mi vida y me ayudan a iluminar incluso los momentos más oscuros.

Mi experiencia es un recordatorio de que la solidaridad y el amor pueden transformar la vida de quienes se encuentran en situaciones difíciles, brindándoles

Hoy, al mirar atrás, agradezco profundamente a la comunidad parroquial y a cada persona que Dios ha puesto en mi camino y me tendió la mano de una forma u otra. Mi experiencia es un recordatorio de que la solidaridad y el amor pueden transformar la vida de quienes se encuentran en situaciones difíciles, brindándoles no solo un techo, sino un verdadero hogar en medio de la adversidad.

Está claro que en este tiempo sinodal, nuestra Iglesia va asumiendo los retos que indican las circunstancias actuales, que siguen siendo difíciles en los términos de igualdad y derechos, en este sentido como todo, aún deberá evolucionar. Pienso que llegaremos a este objetivo solo con un espíritu de perseverancia y unidad de todos los cristianos. Estamos en pleno proceso, necesitamos seguir alzando la voz y sobre todo confiar en la misericordia de Dios.

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