Santísimo Rendentor: "Vamos a seguir enviando ayuda" Tercer camión con ayuda a Ucrania de los redentoristas de Madrid
"Pavor". Es el sentimiento que al padre José Miguel de Haro, redentorista, párroco de Santísimo Redentor, le provocó el ruido de sirenas en Lviv (Leópolis), en Ucrania, el 14 de abril
En un inmenso tráiler habían enviado 25 toneladas de comida no perecedera, además de ropa deportiva nueva (calcetines, camisetas…) y mantas, también nuevas. Y material escolar
Cuando estalló la guerra, los redentoristas, a pesar de las advertencias, decidieron mantener abierto el templo y acondicionaron los sótanos como refugio. Ahora es también colegio y pequeño comedor
El padre José Miguel vuelve conmocionado: "Vamos a seguir enviando ayuda -avanza-, pero teníamos la necesidad de decirles que son más que alguien a quien hay que dar de comer"
Cuando estalló la guerra, los redentoristas, a pesar de las advertencias, decidieron mantener abierto el templo y acondicionaron los sótanos como refugio. Ahora es también colegio y pequeño comedor
El padre José Miguel vuelve conmocionado: "Vamos a seguir enviando ayuda -avanza-, pero teníamos la necesidad de decirles que son más que alguien a quien hay que dar de comer"
(Archimadrid).- «Pavor». Es el sentimiento que al padre José Miguel de Haro, redentorista, párroco de Santísimo Redentor, le provocó el ruido de sirenas en Lviv (Leópolis), en Ucrania. Era el 14 de abril, Viernes Santo según el rito oriental, y se encontraba allí junto al padre Marek Raczkiewciz, también redentorista y capellán de la comunidad polaca en Madrid. Ambos viajaron el pasado miércoles, 12 de abril, Miércoles Santo en el rito oriental, no solo para enviar material a este país en guerra, que también, sino fundamentalmente para «rezar allí con ellos y expresar nuestra cercanía». Hacerles sentir, destaca el padre José Miguel, «que no contáis solo para que os enviemos cosas, también como personas».
En un inmenso tráiler habían enviado 25 toneladas de comida no perecedera, además de ropa deportiva nueva (calcetines, camisetas…) y mantas, también nuevas. Y material escolar, porque el destino era la iglesia que los redentoristas de rito greco católico tienen en la ciudad de Novoyavorivsk, pequeña población de 30.000 habitantes a poco menos de una hora en coche al oeste de Lviv.
Cuando estalló la guerra, los redentoristas, a pesar de las advertencias, decidieron mantener abierto el templo y acondicionaron los sótanos como refugio. Ahora es también colegio y pequeño comedor, que protegen con sacos de arena y mallas de camuflaje que las mujeres hacen con trozos de plástico.
Los sacerdotes provenientes de España visitaron también Lviv, donde mantuvieron un encuentro con el padre Andriy Rak, superior provincial de los redentoristas allí. «En la casa tienen acogidos a ucranianos del este», relata De Haro, que aún se estremece al acordarse de cómo «de noche se oían caer los misiles». Y, por el día, las sirenas. «A mí me impresionó, pero la gente era como si estuviesen tan cansandos…». Vio en ellos, asegura, «el agotamiento de la guerra».
Tumbas recientes de jóvenes
Especialmente difícil fue también la visita al cementerio de la ciudad, que se ha quedado pequeño y por eso han habilitado una especie de aparcamiento que lo rodeaba. «Se te parte el alma», sostiene el redentorista, al ver cómo está «lleno de tumbas de gente joven; en todas la cruces había una foto de un chico enterrado». También, expresa, sentir enorme «dolor» al ver a los familiares arreglando las sepulturas.
"A la hora de la verdad, uno se da cuenta de que es una guerra entre cristianos. Al sacerdote, que tiene un especial carisma ecuménico, le duele 'enormemente'. El cristianismo ruso está abriendo una herida"
El padre José Miguel, sin embargo, se vuelve muy conmovido por el clima de oración y la entrega de los feligreses ucranianos. «Todas las iglesias estaban llenas de gente, con cantidad de jóvenes, mujeres, ancianos, de rodillas, en el suelo [en el signo de postrarse, muy común en el rito oriental]». «Ahí se notaba —continúa— una entrega fuerte en la oración, que viene quizá de haber asumido el dolor y también de ponerse delante de Dios con todo el cuerpo, con todo el ser».
Una manera de orar «con una fuerza tal que me ha impresionado». Por eso, el padre José Miguel se ha vuelto «convencido de que hay que rezar», de que «la oración es una fuerza que hace que la historia abra ventanas». «La oración es fuente de consuelo y de fraternidad». Reconoce que vuelve «muy tocado», y que no quiere que «se me olvide que hay tanta gente sufriendo y que no podemos desentendernos del sufrimiento de los otros».
El de esta pasada semana es el tercer camión con ayuda que mandará la parroquia a Ucrania, a través de la iniciativa Acoger y compartir. «Vamos a seguir enviando ayuda —avanza el sacerdote—, pero teníamos la necesidad de decirles que son más que alguien a quien hay que dar de comer».
"Eel padre José Miguel se ha vuelto «convencido de que hay que rezar», de que «la oración es una fuerza que hace que la historia abra ventanas». «La oración es fuente de consuelo y de fraternidad»"
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