Reticencias episcopales a aplicar las directrices del Papa en ‘Vos estis lux mundi’ La rebelión de las oficinas diocesanas antiabusos: “No hacemos absolutamente nada”
El mal funcionamiento obliga a Añastro a dar un paso al frente y crear una oficina de coordinación y servicio a las diócesis
Siguen las quejas de víctimas, que denuncian que hay obispos que las han engañado, que han intentado comprar su silencio y que no sienten que se estén aplicando las indicaciones del motu proprio
Este 7 de mayo se cumplen dos años desde que el papa Francisco pusiese su rúbrica sobre el motu proprioVos estis lux mundi, su inequívoca hoja de ruta contra los delitos de abusos sexuales cometidos en la Iglesia y que, en apariencia, ha sido bien acogida por los pastores de todo el mundo, pero que, en realidad, dejó desconcertados y sin cortinas de humo tras las que proteger y protegerse a no pocos. También en España.
Dependiendo de a quién se le pregunte, el balance de estos dos años en esta lucha contra “las amargas lecciones del pasado”, como las definió Bergoglio, varía entre lo positivo, por los pasos dados, o el insuficiente, porque apenas se ha hecho camino. Al primero se suben algunos obispos, no en vano hubieron de improvisar de la nada y en un año, tope fijado por el Papa, “uno o más sistemas estables y fácilmente accesibles al público” en donde cualquiera pudiese presentar una denuncia. Nacían así, con fórceps, las oficinas diocesanas contra los abusos y de atención a las víctimas.
Al segundo parecer se abonan, precisamente, los que sostienen que esos entes diocesanos “no están haciendo absolutamente nada”. Una afirmación que tiene su valor porque procede de gente que trabaja en ellos, con más voluntad que medios y verdadero apoyo y convicción del pastor, y cuyos lamentos y quejas finalmente parece que han escuchado también en Añastro, tras meses de desconcierto, falta de directrices y de consignas episcopales de "arréglatelas como puedas".
Maltrato a las víctimas
Incluso se ha dado el caso de oficinas diocesanas en donde a las víctimas que se allegan hasta ellas “se las trata de mala manera, sin cumplir las indicaciones del motu proprio, que son muy claras. Se nota que son oficinas que se han creado porque Roma urgió a los obispos a tomar medidas al respecto en el plazo de un año, pero donde no se está haciendo absolutamente nada, porque cada obispo lleva sus riendas como quiere y donde realmente no se ve voluntad episcopal de avanzar en esa cuestión”, comentan fuentes bien informadas.
Las más comprometidas y concienciadas hicieron llegar sus peticiones de “armonización” a la Conferencia Episcopal a través de diversos cauces, a veces en forma de lamento o desahogo. La apertura de las oficinas diocesanas contra los abusos hizo que muchas víctimas, animadas por el Papa, se atrevieran a dar el paso y demandasen de ellas lo que Vos estis lux mundi les había prometido. Y ahí comenzaron los problemas, los desencuentros y las peticiones de ayuda a Añastro.
Falta de transparencia
La prensa quería también saber. Y pedía datos. Infructuosamente. Y los medios de comunicación canalizaban las frustraciones de las víctimas que no se sentían atendidas ni acogidas, como demandaba Francisco. Y brotó la desconfianza de todos contra todos. Y, de ahí, de nuevo, la falta de transparencia, justo aquello contra lo que pedía luchar el Papa y que encabezaba, por si no se entendía, su motu proprio: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte (MT 5,14)”.
Aunque el punto de inflexión tuvo una puesta en escena dramática que, efectivamente, no pudo ocultar lo que era una evidencia: el descontrol, la desorganización, la falta de recursos y también la desidia con la que muchas oficinas diocesanas trabajaban, en parte también por esa colegialidad mal entendida desde Añastro (quizás como rechazo al intrusismo de décadas pasadas) de que cada diócesis es soberana y no rinde cuentas, sin comprender que lo que Francisco estaba reclamando también era una comunión de esfuerzo y servicio y que no valían excusas pastorales ni de pastor al respecto.
Sucedió el pasado 25 de febrero, durante la rueda de prensa de clausura de la Permanente, cuando un desarbolado secretario general, Luis Argüello, hubo de reconocer, ante las preguntas de la prensa, que “honradamente" no sabía el número de víctimas de abusos en España ni el de casos que había llegado hasta las oficinas diocesanas. Aquella mañana lo que se vio a las claras en lo alto de aquel monte que era la sala de prensa de la Casa de la Iglesia fue que, efectivamente, la Iglesia en España no estaba cumpliendo con lo que el motu proprio del papa Francisco estaba exigiendo.
La caída del caballo de Argüello
Y, aunque ya lo barruntaba, la nueva cúpula episcopal de la Conferencia, con Argüello a la cabeza, determinó que aquello no podía seguir así, dándose las espaldas Añastro a las diócesis y las diócesis a Añastro. Y había una forma de encauzarlo en previsión de algunos posibles recelos de algunos pastores: la creación de una oficina “de coordinación y servicio”, y que sirviese también de “cauce” comunicativo, incluso con las instituciones civiles, de la que se informó dos meses más tarde, al concluir la Plenaria de primavera. No pocos se sintieron aliviados.
Fue durante esa misma asamblea en donde, por primera vez, la Conferencia Episcopal ofreció datos (que ahora sí habían pedido específicamente a Roma, convencidos de que no podían seguir diciendo que no tenían cifras sin ahondar en un ridículo espantoso) de las denuncias a sacerdotes por abusos sexuales a menores desde el año 2001, resultando un total de 220 clérigos en veinte años, de los cuales 151 casos han sido ya resueltos y 69 siguen abiertos, como desglosó Argüello, contento de poder ofrecer algo a la canalla.
La caída del caballo de Argüello había dejado sentir pronto sus efectos. Lo reconocería el 9 de marzo, diez días después del varapalo mediático en la sala de prensa. Y desde esa misma sala, durante la presentación del libro “Una casa de cristal. El camino de la transparencia y el buen gobierno en la Iglesia”, mostró que la lección parecía aprendida: “La Iglesia tiene que dar cuenta, gobernar bien, tiene que ejercitar la transparencia y tiene que, humildemente, someterse también al control de las reglas del mundo en el que vivimos, pero siempre con una ligera sonrisa”.
Obispos que han querido comprar silencios
Algo más que una sonrisa se va a necesitar en esa oficina de coordinación. En esa misma presentación, citando una lectura que esos días tenía entre manos, Argüello dio otra clave muy necesaria para estos tiempos de descreimiento generalizado: “Hoy hablamos más de transparencia porque hay menos confianza”. Y la Iglesia, en España, es una de las instituciones que más rechazo genera en los últimos tiempos.
Por eso, recuperar esa confianza por parte de las víctimas es una labor que se presenta ardua, sobre todo cuando, como afirman quienes trabajan en estas cuestiones, “están llegando víctimas que afirman que han sido engañadas por los obispos”. Y esto tiene que ver con la propia veracidad de las cifras remitidas por Roma de clérigos españoles encausados por presuntos abusos, pues se señala que “la mitad son de casos antiquísimos. Hasta 2016-17, muchos obispos han engañado a las víctimas diciendo que habían iniciado el proceso y cuando ellas se ha cansado de esperar y de reclamar información, se han encontrado con que era mentira y no se había dado curso a su petición, ni se había comenzado el proceso ni mucho menos enviado el material a Roma”.
Por esta razón, “el dato de los 220 casos debe ser interpretado teniendo en cuenta que ha habido numerosas ocasiones en donde las víctimas no han sido atendidas y el de otras a las que los obispos directamente han intentado comprar su silencio”. Y precisamente, es en algunos "tipos" de pastor donde las fuentes consultadas sitúan “las mayores reticencias” para el buen funcionamiento de las oficinas diocesanas en la línea demandada por el Papa.
Miedo a que Roma actúe
“Los obispos están todavía muy reticentes con el tema de los abusos. En ocasiones, el problema es el papel que juegan los pastores, la actitud con la que afrontan las denuncias: saber la verdad, caiga quien caiga; o simplemente quedar bien. Da la sensación de que no son conscientes aún de la gravedad de la cuestión. No niegan que haya podido haber abusos, pero se preguntan qué buscan ahora las víctimas después de tanto tiempo, si la persona denunciada ya no hace eso… Responden con argumentos que no se sostienen, lo que evidencia que no conocen lo que significa el abuso. Y también los hay que actúan no porque tengan la convicción muy clara, sino que tienen miedo a no hacerlo por si Roma les llama la atención”, apunta la fuente. Otra más, en este sentido, también indica que “hay obispos que siguen sin tomarse en serio la educación afectiva del celibato”.
Afortunadamente no todos actúan así y, según las fuentes, habría una quincena de oficinas diocesanas “que cuentan con el respaldo total de su obispos, oficinas con vicarios judiciales y varias personas, generalmente laicas, que trabajan en serio”. Lo malo es cuando “se pone al frente a un canonista ‘para que nos proteja’, cuando la labor a realizar no es esa, mientras se orilla a otras personas muy bien preparadas y con empatía con lo que supone la tragedia de sufrir un abuso”, añaden.
Balance de dos años: cumplir el expediente
Por ello, el balance que se hace, dos años después de la aparición de Vos estis lux mundi, es que las disposiciones del Papa recogidas en él de su puño y letra, como la de la creación de estas oficinas, “en un porcentaje bastante elevado los obispos las toman para cumplir con el expediente, por el hecho de que lo ha pedido Roma”.
El 19 de septiembre del año pasado, Omella, Osoro y Argüello fueron recibidos por Francisco como la nueva cúpula episcopal salida de las elecciones de marzo, reunión postergada por la pandemia. “Cuando te jubiles –le dijo Francisco al también obispo auxiliar de Valladolid– tienes que venir a Roma para participar en el equipo de fútbol, porque gambeteas [regateas] muy bien a los periodistas”.
Ahora ya sabe el secretario general que también tendrá que driblar a algunos obispos para ponerlos en onda con el Papa. Quien, además -también lo sabe Argüello-, le está viendo jugar, como gran aficionado que es al fútbol, para ver si lo mete en su once inicial, de delantero, mucho antes de que tenga que jubilarse el palentino.
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