El Concilium Sinense, un "Concilio Vaticano II ante litteram en suelo chino", define el cardenal Tagle: "Que permanezca abierto el 'diálogo' iniciado por los Padres de Shanghái"
El Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización concluyó ayer en la Universidad Pontificia Urbaniana la Conferencia Internacional “100 años del Concilium Sinense: entre la historia y el presente”
“En Shanghai se reafirmó que el anuncio del Evangelio es testimoniado por la Iglesia en medio de todos los pueblos, sin presiones políticas, sociales o culturales"
El director de Fides, Gianni Valente: no todos lo entendieron, pero resuena el misterio que hace vivir a la Iglesia
El director de Fides, Gianni Valente: no todos lo entendieron, pero resuena el misterio que hace vivir a la Iglesia
| Salvatore Cernuzio
(Vatican News).- Un "Concilio Vaticano II ante litteram en suelo chino" que reafirmó decisivamente que el anuncio gozoso del Evangelio es testimoniado por la Iglesia en medio de cada pueblo, "sin instrumentos de presión política, social o cultural para imponer su propia hegemonía y su propia relevancia". Así resume el cardenal Luis Antonio Tagle, Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, las razones y objetivos del Concilium Sinense, primer y único sínodo de la Iglesia católica en China que conmemora su centenario. Un siglo a lo largo del cual las intuiciones proféticas de aquel encuentro eclesiástico han emergido cada vez con mayor claridad, celebrada ayer, 21 de mayo, en una conferencia internacional en la Pontificia Universidad Urbaniana que Tagle concluyó tras numerosas intervenciones, entre ellas las del Secretario de Estado, Pietro Parolin, y el obispo de Shanghai, Giuseppe Shen Bin.
Mantener abierto el diálogo de los padres
El "Concilium" de Shanghai no puede ser relegado a la historia como "algo que debe archivarse", afirmó el purpurado filipino. Las cuestiones y soluciones sugeridas son, en realidad, "todas ellas de extrema actualidad". Por ello Tagle pidió que permanezca abierto el "diálogo" iniciado por los Padres de Shanghai que, en esencia, realizaron la "llamada a la sinodalidad" que marca el presente eclesial.
La obra de Costantini, la Maximum Illud, la enseñanza de Juan Pablo II y Francisco
Como ayer Parolin, Tagle también recordó varias veces la figura de quien fue el inspirador y promotor del Concilium Sinense, el delegado apostólico Celso Costantini y su incansable, y a menudo obstaculizado, trabajo de una Iglesia inculturada que - siguiendo la Maxima Ilud de Benedicto XV - llevó a no "identificar el cristianismo como bandera religiosa de políticas e intereses exteriores".
El propio Papa Giacomo Della Chiesa - destacó el cardenal - "había estigmatizado como una auténtica plaga del apostolado el espectáculo de los misioneros comprometidos más con aumentar el poder de sus respectivas naciones de origen que con la expansión del Reino de Dios". Por lo tanto, los decretos y decisiones posteriores al acontecimiento de Shanghai han tenido como objetivo "evitar que el cristianismo siga siendo presentado y percibido como una ideología religiosa impuesta por otras civilizaciones, o una forma de imperialismo religioso". “Esta conciencia nos ha llegado”, dijo Tagle, vinculando la historia de ayer a la de hoy, es decir, a la Novo Millennio Ineunte de Juan Pablo II y a la Evangelii Gaudium de Francisco y su impulso por una Iglesia misionera, encarnada en diferentes culturas, pero que hace visible la "redención de Cristo". Un misterio que sin embargo "una cultura no lo agota".
Mensaje a los fieles chinos
De ahí un mensaje a nuestros hermanos y hermanas chinos: "Nos preocupamos realmente por todo lo que les concierne", afirmó el purpurado, "puede haber problemas, incomprensiones, accidentes, pero nunca hay tibieza e indiferencia hacia el camino de la Iglesia católica en China".
En Shanghai, reverbero del misterio que da vida a la Iglesia
Este enfoque es también fruto del Sínodo de Shanghai, que - destacó en su discurso Gianni Valente, director de la Agencia Fides, uno de los promotores de la conferencia - "reconoce que el amor a la propia nación es legítimo y debe ser protegido". Recorriendo detalladamente los actos y decretos de la asamblea, Valente quiso reiterar que "no son un manual para corregir los errores del pasado", sino más bien el intento de liberarse de "las cargas del colonialismo para pedir con más valentía que en China puede florecer una Iglesia joven, misionera y autóctona”.
No todos lo entendieron entonces, empezando por la prensa especializada que se limitó a publicar un artículo de L'Osservatore Romano. “Después de cien años – observó Valente – podemos decir que perdieron una buena oportunidad de hacer su trabajo”. “Encerrados en sus estereotipos”, los responsables de los boletines misioneros “no se dieron cuenta de que incluso en el Concilio de Shanghai reverberaba el misterio que hace vivir a la Iglesia y la hace caminar en el tiempo”.
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