Primero fue la Congregación de los Santos. Después, Culto Divino. Ahora, la Congregación del Clero. Becciu, Sarah, Stella... Tres de los 'alfiles' de la Iglesia anti-Francisco, insertos dentro del todopoderoso entramado de la Curia vaticana, han visto cómo, en los últimos meses, eran removidos de sus sillas. Se tocaban sus privilegios, se cuestionaban sus decisiones y, en casos extremos (como el de Becciu) se le quitaba la condición cardenalicia.

Y es que el Papa ha pisado el acelerador. Con la mirada puesta en la aprobación de la Constitución Apostólica que reformará la Curia vaticana, y una vez que la Secretaría de la Economía y el APSA centralizan todos los presupuestos (se ha cortado el grifo, incluso, a la Secretaría de Estado), Bergoglio ha ordenado una investigación a la Congregación para el Clero, que correrá a cargo del obispo de Mondovì, Egidio Miragoli.

El 'visitador', con plenos poderes, hará una auditoría profunda a la congregación que se encarga del control y formación de seminaristas y sacerdotes, una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco. Otra de ellas, la Liturgia, ya ha encontrado solución, con la marcha de Robert Sarah y el nombramiento de Arthur Roche. En el horizonte, la posible supresión del Summorum Pontificum (rito extraordinario).

Mucha más complicada es la situación del cardenal Becciu. Apartado hace casi nueve meses por el escándalo de compraventa de inmuebles de lujo con el dinero de los pobres y la supuesta creación de una 'diplomacia paralela', en las próximas semanas podríamos conocer si, finalmente, el purpurado sardo acaba siendo juzgado. La reforma del Derecho Canónico aprobada la pasada semana ha abierto la puerta para ello. Y el Papa, esta vez, sí, de par en par, la de las reformas. No hay marcha atrás. Pese a los críticos.