Si Roma hubiera hablado antes...
Les cuento. Tampoco nada que no se supiera. Hace diez años, cuando el hoy presidente Rajoy ejercía de vicepresidente en el Gobierno de Aznar, se reunió con el entonces Nuncio de Su Santidad, Manuel Monteiro de Castro. En la agenda, la aprobación de una ley que reconocía a las "uniones parentales" los mismos derechos que al matrimonio tradicional. Eso sí, sin denominarlo de este modo. Monteiro, partidario de esta opción, envió la propuesta por los canales correspondientes, a Roma y Añastro-Bailén. Tanto el cardenal Rouco como la secretaría de Estado de entonces, dirigida por Angelo Sodano, enviaron la misma respuesta: un no rotundo.
La posibilidad de solucionar un problema sobre la base del reconocimiento de derechos de las parejas homosexuales y las uniones de hecho se fue al garete por la negativa de la Iglesia católica. Y pocos años después, el Gobierno de Zapatero llevó a cabo una ley de máximos, reconociendo validez legal al matrimonio homosexual, incluída la adopción. Los obispos salieron a las calles, presionaron al PP para que presentara una cuestión de constitucionalidad... y hoy, los matrimonios gay son una realidad reconocida y que no causa mayor problema en la sociedad. Una cuestión absolutamente normalizada.
Ahora, cuando Gran Bretaña y Francia acaban de aprobar leyes similares a la española, son muchos los que se rasgan las vestiduras. Y es que España, en cuestiones morales y éticas, está siendo para la Iglesia un "laboratorio de pruebas". Y, probablemente, también para la política. La ley del matrimonio gay española está sirviendo de base para otras legislaciones. Y muchos piensan si no hubiera sido apropiado que la respuesta que Monteiro de Castro hubo de dar a Rajoy no tendría que haber sido otra. De aquellos polvos vienen estos lodos. Si Roma hubiera hablado antes...