Rouco quiere adelantar las elecciones
El temor de Rouco Varela tiene base. El primer nombramiento de Francisco para España, el obispo auxiliar de Oviedo, ha dejado a las claras que la suya ya no es la única voz a tener en cuenta. Su hombre, Jorge Fernández Sangrador, que casi había encargado los ropajes episcopales, no salió. Y se prevén futuros nombramientos que tampoco responderían a los deseos del todavía líder de la Iglesia en nuestro país. Lo que llevaría a quebrar la frágil mayoría que Rouco todavía mantiene en el Episcopado.
Por ello, según han asegurado fuentes episcopales de toda solvencia a RD, Rouco se está planteando adelantar las elecciones. A la secretaría general y portavocía -Martínez Camino, al fin, acaba mandato, sin posibilidad de renovación, en noviembre- y a la presidencia -en principio, en marzo de 2014-.
Todo parece indicar que Francisco nombrará a los nuevos arzobispos de Madrid y Barcelona antes de Navidad. En el momento en que se acepta su renuncia, el cardenal Rouco dejaría inmediatamente de ser presidente del Episcopado. Con lo cual, se podría llegar a marzo con "sede vacante".
Con todo, lo más urgente es buscar al sustituto de Camino. Rouco quiere un obispo, cercano, y que mantenga su estilo de control férreo de la Casa de la Iglesia. José Rico Pavés, auxiliar de Getafe, es el hombre elegido por el cardenal. Pero cada vez es mayor la oposición a esta figura. "No podemos entender la Conferencia Episcopal como la diócesis del secretario", apuntan algunos obispos, que postulan un cambio en la estructura y configuración del trabajo en Añastro. Un secretario sacerdote, y un portavoz laico -incluso, mujer- es la apuesta de los renovadores. Muy en la sintonía, por cierto, de Francisco, que está muy bien informado, y por distintas voces, de lo que sucede en España.
La solución que maneja Rouco es adelantar la próxima Plenaria, prevista para noviembre, a septiembre, de modo que no haya más nombramientos episcopales efectivos -si no toma posesión, no puede votar- y poder, de una tacada, abordar la elección del sucesor de Camino y, en la medida de lo posible, dejar apuntalada su propia sucesión. Ya que no podrá aspirar otro mandato -tres años más llevarían su pontificado activo a más de 80 años-, quiere, al menos, intentar que su sucesor sea uno de sus hombres. Y que no pueda venir de fuera. De Roma, se entiende.
En Roma conocen esta estrategia, y muestran cautela. No quieren hacer leña del árbol caído, pero la visión de Francisco es clara, así como los nombres -y sobre todo, el estilo- que maneja tanto para los nombramientos en Madrid y Barcelona como, sobre todo, por el futuro de una Conferencia Episcopal que debe dejar de ser un apéndice de Añastro o una "diócesis", y convertirse, como en tiempos de Díaz Merchán o Yanes, en un auténtico órgano de colaboración y cooperación entre obispos. Como sucede en Europa: sin tanta influencia de una figura, la del Comité Ejecutivo, que resulta extraña para el sentido de las conferencias episcopales, y que aborde temas de manera monográfica. Y que permita a los obispos hablar en libertad. Y que no haya más un "vicepapa".
Veremos qué sucede en los próximos meses. Pero los caminos ya están trazados. El que perpetúa el pasado y los errores, y el que avanza hacia una mayor colegialidad.