Hay motivos más que suficientes para la revolución

Esta vez nos ha tocado de cerca. Todos conocemos amigos, hermanos, vecinos, compañeros... que sufren en primera persona los efectos de la crisis. En realidad, todos lo hacemos, aunque muchos tenemos la inmensa suerte de poder llegar, mal que bien, a fin de mes, y contar con el apoyo de la familia, la gran "empleadora" de los últimos años, el pegamento que aún consigue que la sociedad española no se resquebraje. Ayer conocíamos un dato impactante: por primera vez, en España superábamos los 6 millones de desempleados. Una situación lamentable y para que no encontramos salida, ni más respuestas que más recortes y la sensación de que aunque salgamos de ésta, lo haremos menos libres, menos ricos, menos solidarios.

Y, sin embargo, es precisamente ahora cuando más oportunidades tenemos de cambiar el injusto modelo que nos ha llevado adonde estamos. Un modelo basado en el ultraconsumismo, en colocar el dinero, las pertenencias, la ambición por encima de las personas. Nos lo recordaba ayer Cáritas durante la presentación de la memoria de su Programa de Empleo: la actual política de recortes no hace sino ensanchar la brecha entre ricos y pobres, y promover la desigualdad.

Tenemos que cambiar el modelo. Es urgente modificar las reglas del juego. Nos jugamos nuestro futuro como sociedad. Y estamos hablando de la vida de muchas personas. Hay motivos más que suficientes para indignarse y para optar por la revolución. Una revolución pacífica, pero constante y firme, que obligue a nuestros gobernantes a coger el toro por los cuernos y apostar por las personas por encima del déficit público, por criterios de igualdad en lugar de efectividad empresarial. Apostar por la mayor multinacional: la de la solidaridad. La de los rostros de cada una de las personas que formamos parte de este mundo, de esta sociedad, de este país.

Es hora de arremangarnos y ponernos manos a la obra.
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