Dos papas para reformar la Iglesia
Nadie duda, el primero el propio Francisco, que sin la histórica renuncia nada de lo que ha sucedido, ni de lo que puede suceder, sería posible. Y Bergoglio quiere tener cerca a Ratzinger, el tiempo que sea posible. Porque a nadie se le escapa que Benedicto XVI está enfermo. Pero aún así, será un gran apoyo para la reforma que auspicia Francisco, y que se basa en el ejemplo del Papa emérito y en la necesidad de que el auténtico poder sea el servicio.
Sólo Ratzinger es capaz de comprender qué significa estar en el puesto que ahora ocupa Bergoglio. Nadie como él podrá aconsejarle sobre temas que sólo ellos dos conocen. Las verdaderas informaciones recogidas en el informe del Vatileaks, las intrigas curiales, la necesidad de una Iglesia más participativa y comunicativa... Ambos son muy distintos, en el fondo y en las formas. Pero ambos están unidos por un bien mayor: la purificación de la Iglesia romana.
El papa emérito y el Obispo de Roma -junto a Georg Gaenswein, para quien la historia ha reservado un papel mediador fundamental- tienen ante sí la responsabilidad de hacer posible una hasta ahora impredecible cohabitación entre dos papas. Entre dos modelos de Iglesia. Ellos pueden ser ejemplo de que es posible conjugar la Iglesia en primera persona del plural. Y de ellos deberíamos aprender todos.