Un cuento de la 'Sagrada Familia' en la Sagrada Familia de Gaudí El rostro de Dios

La 'Sagrada Familia' de la Sagrada Familia
La 'Sagrada Familia' de la Sagrada Familia Jesús Bastante

Su fachada del Nacimiento merecía un pesebre perfecto. Y ningún modelo cumplía las expectativas del arquitecto. ¿Dónde encontrar a José? ¿Cómo alcanzar la dulzura de María? ¿Quién sería ese niño?

Sentado en su Obrador, entre cientos de papeles, planos emborronados, estructuras imposibles, Gaudí estrujaba sus barbas con desesperación. Era inútil. Por más que a lo largo de las últimas semanas hubieran pasado por aquel lugar centenares de personas (obreros y sus mujeres, niños de la calle, menesterosos harapientos. Incluso, hasta una decena de nobles ansiosos ante la posibilidad de ser inmortalizados por el artista en su obra cumbre), el genio de Reus no lograba encontrar los modelos que buscaba.

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-No es esto, no es esto, se lamentaba, al borde de la desesperación. Su fachada del Nacimiento merecía un pesebre perfecto. Y ningún modelo cumplía las expectativas del arquitecto. ¿Dónde encontrar a José? ¿Cómo alcanzar la dulzura de María? ¿Quién sería ese niño?

Pasaban los días, y la inspiración no aparecía. 

Una noche de invierno, mientras Barcelona se confundía entre la bruma y el desconcierto, Gaudí descubrió unas figuras ocultas, en torno a un pequeño fuego, junto a los muros de la Sagrada Familia.

Fachada del Nacimiento, Sagrada Familia

-Una mala noche, dijo, acercándose a ellos, e invitándoles a entrar con él al Obrador. Este templo quiere ser la catedral de los pobres, añadió, ofreciéndoles un caldo y unas mantas.

-Venimos de muy lejos, contestó el hombre una vez entró en calor. Mi mujer está embarazada, y no encontramos ningún lugar donde guarecernos esta fría noche.

-Esta es su casa, respondió el arquitecto, pónganse cómodos. El joven matrimonio se echó en el jergón donde Gaudí pasaba muchas de sus noches de insomnio, cuando las musas se acercan y no queda más remedio que atenderlas.

-Es muy bello esto que hace, musitó la mujer, contemplando las figuras a medio construir, los bocetos de aquellas torres que ansiaban tocar el cielo, antes de esbozar una mueca de dolor. ¿Qué ocurre?, preguntó Gaudí. Ya viene…

Sagrada Familia en la fachada del Nacimiento

Aquella noche fría de Navidad, entre los muros de la Sagrada Familia, nació un pequeño, el más hermoso que jamás hubiera conocido. Le pusieron por nombre Jesús, no cabía otra, y tras el parto, madre e hijo se recostaron en el camastro del arquitecto, ante la atenta mirada del padre, que los contemplaba, embelesado. Aquella, pensó Gaudí, sí que era la viva imagen de la felicidad.

-Les dejo, descansen y enhorabuena. Mañana vendré a traerles algo de comer, musitó el genio de Reus antes de despedirse. Su sobrina Rosetta, y el abuelo Francesc, le esperaban en casa.

A la mañana siguiente, bien temprano, el arquitecto regresó al Obrador. No le sorprendió verlo vacío, sin rastro alguno de los benditos desconocidos con quienes había compartido la mejor noticia de la Historia. Acaso lo habré soñado, se convenció, sin poder borrar la sonrisa de su rostro. En el escritorio, un amplio papel en blanco, y un lápiz de carpintero. Y las musas, golpeando su cabeza. Esa mañana de Navidad, Gaudí bien lo sabía, había encontrado el rostro de Dios.

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