Cristianismo y Secularidad
Una teología práctica
¿Conduce la praxis a la politización de la fe?
En épocas anteriores a la secularización del mundo la politización de la fe era posible y de hecho así sucedió, porque el orden temporal no gozaba de autonomía como goza hoy. En tales circunstancias era fácil identificar el mensaje evangélico con un sistema político determinado. En cambio, la nueva teología política está libre de ese peligro, porque su punto de partida se lo impide.
Ella parte de la situación creada por la Ilustración, que incluye autonomía de la razón, separación de Estado y Sociedad y, además, se fundamenta en el carácter escatológico del evangelio. Si la nueva teología negara estos presupuestos que han sido asumidos por la cultura actual, recaería de nuevo en la ideología estatal, en la clericalización de la política y dejaría de ser lo que quiere ser.
La teología política de Metz está libre de tal peligro, como ponen de manifiesto sus tesis principales: Primera: Ni la comprensión histórica de las diversas situaciones que ha vivido el cristianismo ni la tradición bíblica exigen una reproducción de lo antiguo, sino determinar la relación entre cristianismo y praxis social.
Segunda: En relación a la praxis social la religión cristiana se puede caracterizar como una institución de crítica social creativa. La teología política se inscribe, por tanto, en una nueva reflexión sobre las relaciones entre la fe y el mundo, en la situación secularizada en que éste se encuentra y va a avanzar cada vez más.Entre las aportaciones mayores de la nueva teología política hay que contar:
1) La desprivatización del mensaje evangélico y
consecuentemente, de la fe. Hasta sus detractores están de acuerdo en este punto. Ahora bien, con la desprivatización no se trata de destruir la personalidad del individuo, sino de defenderla en una situación real diferente. 2) El haber superado el lenguaje metafísico y las categorías existenciales y utilizar el lenguaje de nuestro tiempo para transmitir el contenido de la revelación.
En el esquema "teoría y praxis" de Metz se rechaza la tendencia especulativa de la teología tradicional: El cristiano no puede aceptar una concepción intelectual y dualista (espíritu materia), que reduce su actividad al campo del espíritu.
3) Le ha devuelto a la fe cristiana el aguijón que mueve al creyente a no conformarse con la conservación del legado recibido de la historia y a aspirar a transformarlo.
En definitiva, la nueva teología política europea que nace con Metz quiere dar una nueva orientación al quehacer teológico de manera que responda a las exigencias y necesidades del hombre y del mundo de hoy autónomos en su secularidad.
Tras las huellas del Crucificado y libre de resabios apologéticos ya superados, ha puesto de relieve una nota típica de la teología cristiana originaria: El servicio desinteresado a la comunidad humana. De manera que la fe sería una fe alienada y alienante y la teología una teología mitificada y mitificante, si no asumieran las realidades concretas que viven los hombres en este momento histórico. Por eso el gran servicio que la teología política ha prestado y presta a la teología toda es el reconocimiento del mundo en el cual la fe se está abriendo a horizontes insospechados.
No obstante, los católicos conservadores, como refiere Julio Lois y yo he podido apreciar en muchos años de experiencia parroquial, han reaccionado negativamente ante la teología política postcoliar y el mismo C. Vaticano II, que anima a los ciudadanos del mundo, y de modo particular a los cristianos, para que participen responsablemente en la actividad política.
Pues bien, los más tradicionales consideran esto una politización de la fe, que para que sea auténtica y pura debe apartarse de todo compromiso con el mundo ambiguo e impuro de la política. La participación responsable y sincera de los cristianos en política con ánimo de servir lo mejor posible al bien común, que es el fín de toda actividad política, es muy loable y hasta una exigencia de la misma fe. Por tanto, no es ninguna politización negativa de la fe.
En cambio, sí lo es la postura de cristianos poderosos que pagan a otros para que hagan la política que conviene a sus interses. O cuando la Iglesia se alía con gobiernos conservodores, que de ordinario sirven al gran capital y no al bien común de la sociedad, por creer erróneamente que están más en sintonía con sus principios. La Iglesia no debe guiarse por los que dicen Señor, Señor, sino por los que son honestos en la gestión del bien público, más allá de sus intereses propios o partidistas.
Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
Cristianismo y Secularidad
Manual de Nueva Teología Política Europea
(Es parte de mi tesis doctoral)