Laudato Si' . Carta encíclica del Papa Francisco
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sobre el cuidado
de la casa común Capítulo Primero
Lo que le está pasando
A nuestra casa
CAPITULO SEGUNDO
EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN
68. Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete la leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque "él ordenó y fueron creados, él los fijó por siempre, por los siglos, y les dió una ley que nunca pasará" (Sal 148, 5b-6). De ahí que la legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también con los demás seres vivos: "Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos(...)
Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos" (Dt 22, 4-6). En esta línea, el descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también "para que reposen tu buey y tu asno" (Ex 23, 12). De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un antopocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas.
69. A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demàs seres vivos tienen un valor propio ante Dios y "por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria", porque el Señor se regocija en sus obras (Sal 104, 31). Precisamente por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia el ser humano está llamado a respetar lo creado con sus leyes externas, ya que "por la sabiduría el Señor fundó la tierra" (Pr 3, 19). Hoy la Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están copmpletamente subordinas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros puiiéramos disponer de ellas a voluntad.
Por eso los Obispos de Alemania enseñaron que en las demás criaturas "se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útiles. El catecismo cuestiona de manera muy directa e insistente lo que sería un antropocentismo desviado: "Toda criatura posee su bondad y su perfección propias (...) Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de luz, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas".
Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco
sobre el cuidado
de la casa común Capítulo Primero
Lo que le está pasando
A nuestra casa
CAPITULO SEGUNDO
EL EVANGELIO DE LA CREACIÓN
68. Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete la leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque "él ordenó y fueron creados, él los fijó por siempre, por los siglos, y les dió una ley que nunca pasará" (Sal 148, 5b-6). De ahí que la legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también con los demás seres vivos: "Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos(...)
Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos" (Dt 22, 4-6). En esta línea, el descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también "para que reposen tu buey y tu asno" (Ex 23, 12). De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un antopocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas.
69. A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demàs seres vivos tienen un valor propio ante Dios y "por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria", porque el Señor se regocija en sus obras (Sal 104, 31). Precisamente por su dignidad única y por estar dotado de inteligencia el ser humano está llamado a respetar lo creado con sus leyes externas, ya que "por la sabiduría el Señor fundó la tierra" (Pr 3, 19). Hoy la Iglesia no dice simplemente que las demás criaturas están copmpletamente subordinas al bien del ser humano, como si no tuvieran un valor en sí mismas y nosotros puiiéramos disponer de ellas a voluntad.
Por eso los Obispos de Alemania enseñaron que en las demás criaturas "se podría hablar de la prioridad del ser sobre el ser útiles. El catecismo cuestiona de manera muy directa e insistente lo que sería un antropocentismo desviado: "Toda criatura posee su bondad y su perfección propias (...) Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de luz, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas".
Ver: Carta encíclica
Laudato si'
del Papa Francisco