Marx y la Biblia
3 Marx y la Dialéctica
Como cristianos tenemos realmente que escoger. Si la esperanza marxista de que el mundo se transforme cuando las relaciones entre los hombres sean ligas verdaderas de amor y de justicia le parece utópica al intelecto occidental, ¿qué es lo que ese intelecto debe realmente esperar de la esperanza bíblica que espera exactamente eso mismo pero incluyendo en la tranformación del mundo nada menos que la resurrección de los muertos, cosa a la que Marx no tuvo suficiente dialéctica para llegar.
Pero ¿es verdaderamente más utópico el esperar la transforma- ción del mundo por la justicia que el esperar la supresión de- finitiva del pecado en el mundo? ¿es más utópico contar con la resurrección de la carne que la abolición de todas las injusticias y desamores y crueldades en el mundo? Anteriormente veíamos que tanto en Marx como en la Biblia la base de todo el pensamiento consiste en esta tesis que es la más revolucionaria pensable: el pecado y el mal no le son inherentes a la humanidad y a la historia, empezaron un día por obra humana y son, por tanto suprimibles: "por un hombre entró en el mundo el pe-
cado y por el pecado la muerte"(Rom 5, 12).
Cuando Pablo cree en la transformación del mundo mediante la justicia("el espíritu es vida mediante la justicia" Rom 9, 10), no está haciendo nada más que ser consecuente con esa convicción fundamental que él no inventa sino que estaba presente en una parte de la Biblia obra del yahvista. En realidad todo está dicho cuando Juan llama a Jesucristo "el cordero que quita el pecado del mundo"(Jn 1, 29), ya que en Juan el verbo aíro significa quitar: 10, 18; 17, 15; 19, 15. 31.38a.38b; 20, 1...
Volviendo a Marx, conviene por contraste notar que el concepto mecanicista de materia, tanto en Demócrito como en los clásicos griegos, necesariamente desemboca en el eterno retorno de todas las cosas, pues la historia de "aquí abajo" estando de alguna manera ligada a la materia, no podía consistir sino en convicciones y permutaciones de los elementos de siempre. En el momento en que se rechaza el eterno retorno como concepción de la historia, se vuelve imprescindible entender la materia como una realidad susceptible de verdadera novedad en su desarrollo. Eso es dialéctica.
Lo que hay que recriminar a Marx cuando se desentienda del problema de la muerte y por tanto ni siquiera avizora la posibilidad de resurrección de los muertos, es el no haber sido suficientemente dialéctico; pero que entre las diversas concepciones griegas de materia(aunque algunas renuncien ser llamadas mecanicistas)la diferencia es de poca monta, lo demuestra precisamente la necesidad en que todas, con variaciones, están de arribar al eterno retorno.
No se trata de disimular la diferencia abismal entre Marx y los autores bíblicos, fincada en que éstos creen en Dios y en su intervención y Marx no. Es Dios quien maldice a la tierra por causa del hombre, según Gén 3, 17(cf.8, 21); es la ira de Dios la que "entrega" los hombres a la catarata inmanente de injusticia de que ellos mismos se han hecho culpables, según Rom 1, 28-32(ibid.,192-195).
Pero lo que la intervención de Dios hace es echar a andar la causalidad inmanente y horizontal de la historia humana misma; lo que los autores bíblicos quieren es poner de relieve la inmanencia de este engranaje, la vinculación causal intrínseca a la historia, por la que determinado tipo de hechos acarrea tales otros.
"Visión sintética de la vida", ha dado K. Koch en llamarla; no se sabe si la expresión es la más feliz, pero lo que se afirma es, como dice von Rad, "la proporción más estrecha posible entre la acción y sus consecuencias; se trata de un proceso que en virtud de un poder intrínseco, tanto al bien como al mal, desemboca en un resultado bueno o malo. Este era para Israel un orden fundamental; Yahvé lo había instaurado y vigilaba por su funcionamiento"(G.von Rad, Teología del antiguo testamenmento Salamanca 1972, 335).
La certeza de que Dios dirige la historia e interviene en ella no hace de ningún modo que los autores bíblicos no perciban la dialéctica que es inherente a la historia;al ontrario, es ésta la que ellos enfatizan: "Por un hombre la muerte, y es por un hombre la resurrección de los muertos"(1 Cor 15, 21).
La tesis de Pablo es precisamente ésa; si no, hubiera dicho: por un hombre la muerte y por obra de Dios la resurrección de los muertos. Como el pecado de un hombre desencadenó historia de muerte, así la justicia de otro hombre(cf. Rom 5, 18b) de- sató la dilaléctica que desemboca en la realización definitiva de la justicia y en la abolición de la muerte(Rom 5, 12-21).
--Ver:José P. Miranda, Marx y la Biblia, crítica a la filosofía de la opresion
Ediciones Sigueme 1975