“Bréguele a eso de ser cristiano”
Se hacía así eco de la doctrina del Papa san León Magno, el gran teólogo de la liturgia, que en uno de sus famosos sermones de Cuaresma decía que los grandes misterios de las fiestas pascuales exigirían una devoción tan incesante y una reverencia tan continua que nos mantuviéramos en la presencia de Dios tal como deberíamos encontrarnos en la misma fiesta de Pascua, pero como esta fortaleza es cosa de pocos, al menos en estos sacratísimos días de Cuaresma hemos de procurar las negligencias de los demás tiempos. San Benito lo repetía en su Regla: “Aunque la vida del monje debería responder en todo tiempo a una observancia de Cuaresma, no obstante, como tanta virtud es cosa de pocos, por eso exhortamos a que en esos días de Cuaresma guarden su vida con toda pureza”.
Los viejos, como un servidor, recordamos una Cuaresma que impregnaba todo el ambiente público (supresión de espectáculos, hasta que el sábado de Gloria cines y teatros rivalizaban dar los mejores estrenos), pero de todo aquel folklore apenas quedan los anuncios en las pastelerías: “Miércoles y viernes, buñuelos de Cuaresma”. Cayó toda la parafernalia de aquellos tiempos de nacionalcatolicismo, y ahora hemos de centrarnos en lo interior, lo esencial: ser de veras cristianos.
En los días de Carnaval, la gente se disfraza y se ponen caretas. Los cristianos, al revés, en Cuaresma nos quitamos la careta y nos ponemos en la presencia de Dios con el rostro descubierto, abierto todo nuestro ser a la luz de la Palabra y a la gracia del sacramento del perdón para superar todo vicio y crecer en todas las virtudes cristianas. Le bregamos a eso de ser cristianos.