"Nada de lo que nos llega en palabras o gestos está exento de mensaje y, por tanto, de aprendizaje" La esencia del corazón

Corazón cercano
Corazón cercano

Todo discurso lleva una intención que brota del corazón, unas veces con lucidez y en otras ocasiones de manera torpe; pero, sin embargo, lo que sale de Dios, lo que nos llega a cada instante, es como el agua, es fecundo a cada momento, cada vez que se acoge

Hoy la lectura de Isaías está especialmente impregnada de bonanza. El tema pone en relación la naturaleza con la palabra, el agua con la fertilidad. Nada existe que no sea fecundo, no existe agua que tras empapar la tierra no la deje dispuesta para cuidar la simiente que en ella se siembre. No existen palabras que estén desprovistas de mensaje, que pierdan el carácter performativo que tiene todo lenguaje. Todo discurso lleva una intención que brota del corazón, unas veces con lucidez y en otras ocasiones de manera torpe; pero, sin embargo, lo que sale de Dios, lo que nos llega a cada instante, es como el agua, es fecundo a cada momento, cada vez que se acoge. Nada de lo que nos llega en palabras o gestos está exento de mensaje y, por tanto, de aprendizaje.

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La paradoja de por qué no somos capaces de comprenderlo está en el ruido que entorpece la recepción de la señal. Nuestro corazón, a modo de router, está saturado de estímulos que atender hasta el punto de no recepcionar lo esencial del Misterio que adviene a cada uno. Y no es que no se oiga, sino que la dificultad reside en el tipo de escucha que practicamos. Tampoco es que no podamos verlo, sino que la nitidez y luminosidad de la señal, en medio de tanto señuelo visual distractor, nos dificulta el poder reconocerlo.

Jesús propone hoy una fórmula para arreglar nuestro órgano receptor: el padrenuestro. Esta oración no es una receta que nos lleve a la elaboración de un plato suculento de alta cocina, sino que es una síntesis de vida que prepara el corazón aligerándolo de cargas, simplificando las señales que recibe, eliminando toda suerte de distracciones que puedan generar meras reflexiones inertes.

El perdon como fuente de esperanza
El perdon como fuente de esperanza

Jesús ofrece una fórmula: ser perdonado pasa por perdonar. Si podemos ofrecer misericordia es porque ya tuvimos experiencia de ella, es porque ésta salió de Dios y no puede volver a Él vacía, es decir, sin haber empapado la tierra que somos. El amor sólo se puede ofrecer si fue primeramente acogido, somos receptáculos de un Amor que compartimos porque nos desborda, porque su esencia es la relación, el vínculo, el cuidado.

Sólo podemos perdonar cuando acogemos dicho perdón dentro, advirtiendo que se nos quiere más allá de la fragilidad

Nadie da lo que no tiene, se suele decir, por lo que sólo podemos perdonar cuando acogemos dicho perdón dentro, advirtiendo que se nos quiere más allá de la fragilidad, de la sombra que albergamos y de tanta luz como nunca reconocemos. Si acogemos lo propio, ¿cómo no vamos a acoger lo de los demás que son otros yo? ¿Será que no permitimos las sombras de los demás porque ni tan siquiera nos permitimos las nuestras?

Estos días de Cuaresma son una hermosa y buena oportunidad para contestarnos estas preguntas, para descubrir que la palabra que sale de la boca de Dios siempre cumple su voluntad, es simiente de misericordia en el corazón, de donde podrá germinar el contento y la paz, como dice Isaías (Is 55, 12).

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