Ante los "conciertos" en las liturgias de la JMJ 2011


Probablemente Rouco Varela y demás organizadores de la JMJ Madrid 2011 habrán quedado muy satisfechos por la "altura musical" ofrecida, ante España y el mundo entero, en las distintas liturgias que han jalonado la recién terminada Jornada Mundial.

Sí, satisfacción por haber conseguido formar una considerable orquesta de jóvenes músicos y un amplio coro para "amenizar" convenientemente las Celebraciones de la Semana. Así lo demostraron en la "Misa de Monseñor Rouco" en la Plaza de Cibeles. Ellos y sólo ellos fueron entonando el Canto de entrada, el Gloria en latín, el Salmo 22, el Aleluya... todos aquellos cantos preparados con tanto esmero.


Mientras tanto, los jóvenes, situados en la Plaza y sus alrededores, escuchaban callados, sin abrir la boca; tanto, que el comentarista de Telemadrid, al final de la emisión, no pudo sino exclamar lleno de admiración: "... ¡¡Y los jóvenes han permanecido con un riguroso silencio durante toda la Misa!!.

Algo parecido ocurrió el día 18 en la Celebración de la Palabra, para dar la bienvenida a Benedicto XVI. El Coro y la Orquesta comenzaron a entonar el nuevo Himno de la JMJ. Una y otra vez se escuchaba la frase musical "Firmes en la fe", pero eran ellos, solamente ellos, los componentes del Coro, los que la cantaban a varias voces, impulsados por el director de orquesta que permanecía de espaldas a la Asamblea, siempre de espaldas a la gran masa de jóvenes peregrinos, que se limitaban a escuchar en silencio, un tanto ajenos a ese nuevo Himno, cuyos compositores lo habían presentado ante la prensa como la síntesis musical del mensaje de toda esta JMJ.

Se ve que los Obispos, en las Catequesis mañaneras con los diversos grupos de jóvenes, no quisieron dedicar ni un poco de su tiempo para ensayar con ellos, al menos la melodía de la frase fundamental del Himno. Probablemente ni los Obispos, ni los organizadores de la JMJ, debieron caer en la cuenta de la fuerza que hubiese tenido el que, una y otra vez, todos los jóvenes, en las Celebraciones, hubiesen cantado a una sola voz la citada frase: "Firmes en la fe". Pero no, los peregrinos seguían en silencio, escuchando la interpretación de la Orquesta y el Coro.

Para colmo se continuó con la Proclamación del Evangelio ¡¡cantado!!... Y la Buena Noticia, siempre cercana, sonaba a algo ficticio y teatral en aquel atardecer madrileño.

El Coro continuaba cantando el Aleluya.

Pero la Asamblea de jóvenes, tal vez harta ya de tanto silencio, irrumpió con uno de sus gritos preferidos. Y tocando palmas, una y otra vez exclamaban: ¡¡Benedicto!!, ¡¡Benedicto!!.

Al día siguiente, durante el Vía Crucis, se siguió el mismo esquema. El Coro interpretó diversas piezas musicales, gran parte de ellas en latín. En Recoletos y en Cibeles la muchedumbre de jóvenes peregrinos continuaba en el mayor de los silencios. Ni siquiera se les dio la oportunidad de responder a la aclamación "Te adoramos Cristo y te bendecimos"... En cada una de las Estaciones el lector se adelantaba con la fórmula en latín.

En Cuatro Vientos, durante la Vigilia y la "Misa" de Clausura, continuó la misma tónica. Mayor lucimiento, si cabe, dela Orquesta y el Coro, que iba interpretando pieza tras pieza, como si de un mero concierto se tratase. Hasta el Himno de la JMJ, a pesar de haber ya transcurrido una semana, seguía siendo escuchado en silencio por la inmensa muchedumbre de peregrinos. Muchedumbre que era invitada a hincarse de rodillas ante la aparición espectacular de la gigantesca custodia de la Catedral de Toledo.

Estos jóvenes parecían estar condenados a escuchar, en silencio y de rodillas, las interpretaciones de la Orquesta y el Coro.

A pesar de todo, esos jóvenes peregrinos intentaban una y otra vez salirse del "guión litúrgico" y, sin aguantar más tanto silencio, empezaban a gritar con ganas: ¡¡Viva el Papa!!... ¡¡Benedicto!!.


Estas Celebraciones litúrgicas de la JMJ Madrid 2011 han resultado ser muy parecidas a la Celebración que tuvo lugar en Santiago de Compostela, con ocasión de la visita de Benedicto XVI. En la gran escalinata de la Puerta del Obradoiro se situaba una gran Orquesta y un Coro de muchas voces. Llenando la Plaza, una muchedumbre de fieles, que se limitaban a escuchar en el más triste de los silencios.

No ocurrió lo mismo con motivo de la Consagración del Templo de la Sagrada Familia en Barcelona. El inmenso Coro, con su propio director, estaba formado por gran parte de los Coros de las diferentes tierras catalanas. Pero abajo, con la Asamblea, a la vista de todos, se situaba otro director-animador para impulsar el canto de todo el pueblo.

Esto es lo que aprendimos con el Concilio Vaticano II. El Coro, como parte integrante de la Asamblea, no está para sustituir, sino para unirse al canto del pueblo, dándole brillantez y fuerza.

Pero han pasado los años y poco a poco se ha pretendido condenar al pueblo, al Pueblo de Dios, al más lastimoso de los silencios.

En estos tiempos, en los que una triste ola de involución nos amenaza( o mejor, nos atenaza, como tantos están ya padeciendo), es necesario que el Pueblo de Dios se sienta de nuevo impulsado por el Espíritu y rescate y exprese con fuerza su voz y su canción.
Volver arriba