Este canto/salmo (44 en los LXX, Vulgata y Liturgia) es muy conocido en la historia de occidente. La humanidad se mantiene y es camino de Dios porque hombres y mujeres se quieren y casan (crean familia).
Con ocasión del casamiento, en casi todas las culturas se han recitado poemas, se han cantado celebrado himnos como éste. Son cantos espontáneos (de bertsolaris de mi tierra) o más elaborados, de templos y palacios, que se recuerdan por generaciones y quedan fijados en libros de música como el Salterio de la Biblia.
Éste puede ser un canto “histórico”, compuesto y cantado por el poeta oficial de la corte en el siglo VII-VI a. C., con ocasión del matrimonio de una princesa de Tiro (Fenicia) con el nuevo rey de Judá/Jerusalén. Pero puede ser también un “canto de ficción”, donde un poeta/cantor de pueblo celebra unas bodas humildes como si fueran regias: todo novio en su día es rey vencedor del universo, toda novia en su boda es princesa de Tiro (ya entra bellísima...), mientras suena música en tálamo de bodas y en todo el universo).
Este salmo (canto 45) ha sido, con el Cantar de los Cantares, por siglos y siglos en las bodas de judíos y cristianas. En este momento, en unas bodas, se canta el amor concreto de dos seres humanas que se descubren portadores del misterio de Dio que es amor (la vida), se encuentran, celebran su encuentro y cantan, en medio de todo el pueblo que celebra la victoria del amor sobre la muerte.
El Dios de la biblia no es soltero (solitario), sino “casado”, vinculado en amor-casa con los hombres. En la casa de Dios vivimos, nos movemos y somos. En nuestra casa vive, se mueve y es Dios. Así lo canta este salmo, de forma simbólica, presentando a la pareja más perfecta de todas las parejas: Un rey victoriosa, una muchacha bella, llena de riquezas (la primera es la hermosura)..
Éste es un canto simbólico y puede (debe) aplicarse a todos los amores, que son presencia humana de Dios, felicidad y tarea divina de los hombres. Comentaré este canto en la cuarta lección de mi curso sobre los salmos místicos en el Cites de Ávila, el 17-19 de este mes de salmo 4, canto de matrimonio humano o de unión sagrada de un varón o mujer con Dios, como expresión del Cristo esposo, amigo, compañero.
Introducción
Este canto recoge un motivo central de casi todas las culturas: La revelación suprema del amor en la vida humana. Se trata en un sentido alegórico del amor de Dios (Dios es amor). Pero, al mismo tiempo se trata de un amo histórico concreto: unas bodas reales, celebradas hacia el siglo VIII-VI a.C., entre un rey judío de Jerusalén y una princesa de Tiro (ciudad más rica de fenicia. Él es Romeo (o Tristán), ella es Julieta (o Isolda). Pero en contra de la de las bodas de bodas más celebradas de la literatura (amantes de Teruel, bodas de sangre), los amantes no muerte, sino que celebran la victoria del amor sobe la muerte.
Este salmo ofrece ciertas dificultades de interpretación, por sus alegorías, sus evocaciones (es un texto israelita antiguo.). Sin embargo, leído con calma e imaginación, constituye una de las “joyas” de la mística y de la literatura amatoria de todas las culturas de la historia. Así lo presento y analizo de un modo literal, tomando como traducción el texto base de la Biblia litúrgica española (L. Alonso Schökel).
Léase el texto y comentario de un modo independiente Las notas finales pueden quedar para especialistas. Y sobre todo, gocen con el texto, sean creyentes cristianos o no. No se cierren en los detalles históricos antiguos, actualicen la figura de la hija-novia superen toda subordinación femenina antigua; vean como el guerrero-rey se humana cuando encuentra en debilidad y grandeza de amor a su pareja.Traduzcan la melodía del amor de Dios (amor humano), como experiencia de vida como esperanza de eternidad. El texto lo he tomado de mi Comentario Cristiano a los salmos.
Introducción
1 Al director. Sobre «los lirios...». Poema de los hijos de Coré. Cántico de amor.
2 Me brota del corazón un poema bello, | recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
El novio (1): héroe vencedor, gran guerrero
3 Eres el más hermoso de los hombres, | en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
4 Cíñete al flanco la espada, valiente: | es tu honor y majestad;
5 con majestad cabalga por la verdad, la mansedumbre y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, | se acobardan los enemigos del rey.
El novio (2), El guerrero es Rey. Dios glorioso
7 Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu cetro real;
8 has amado la justicia y odiado la impiedad: | por eso Dios, tu Dios,
te ha ungido | con aceite de júbilo | entre todos tus compañeros.
9 A mirra, áloe y acacia | huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles | te deleitan las arpas.
Mujeres para el rey: Muchachas, Reina/madre (shegal), novia (nueva reina).
10 Hijas de reyes vienen a tu encuentro, |
de pie a tu derecha está la reina (shegal), | enjoyada con oro de Ofir.
11 Escucha, hija, mira: inclina el oído, | olvida tu pueblo y la casa paterna;
12 prendado está el rey de tu belleza: | póstrate ante él, que él es tu señor.
Procesión de Boda, el palacio y gloria del amor
13 La hija de Tiro (de la ciudad de Tiro) viene con regalos, | los pueblos más ricos buscan tu favor.
14 Ya entra la hija (hija, hija del rey de Tiro, novia de rey de Isral), llena de gloria, | vestida de perlas y brocado;
15 la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes, | la siguen sus compañeras:
16 las traen entre alegría y algazara, | van entrando en el palacio real.
Conclusión y despedida
17 «A cambio de tus padres tendrás hijos, | que nombrarás príncipes por toda la tierra».
18 Quiero hacer memorable tu nombre | por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán | por los siglos de los siglos.
Introducción (45, 1-2). Título y prólogo del salmista. Este salmo, atribuido a los hijos de Coré (cf. Sal 42, 1), incluye en su título dos referencias significativas: Sobre los lirios y cantico de amor.
- Sobre los lirios (‘al soshanim). Esa palabra, derivada de “seis”, se aplica en hebreo y en otras lenguas semitas a los “lirios” de seis hojas. Algunos comentaristas piensan que se trata, más bien, de rosas, y que el salmista utiliza esa palabra para hablar de los amantes, que serían como lirios o rosas de amor. Pero ese nombre, tanto aquí como en Sal 60, 1 donde aparece también (con una ligera variante), debe referirse más bien al instrumento y al tono o melodía musical para este salmo (acompañado por un tipo de cítara con campañillas en forma de lirios de seis hojas). Sea como fuere, ese nombre o motivo musical es apropiado para un canto de amor.
- Canto de amores (shir yedidot) . El adjetivo aquí empleado, yedidot, significa amado(s) y también amable(s) (cf. Sal 84,2), y, según eso, este salmo ha de ocuparse de cosas amables, que expresan o excitan amor. Pero más que del amor en sí, como hace el Cantar de los cantares, este canto trata de un casamiento regio, entendido como “celebración social”, en un entorno de victoria del Rey y de promesa de descendencia para su dinastía[1].
Canto al rey vencedor (45, 3-6).
Esta parte describe la identidad (belleza, valores) del Rey, que, siendo un hombre concreto (monarca de Jerusalén), aparece, al mismo tiempo, como figura ideal (simbólica), con rasgos mesiánicos (incluso divinos), como revelación humana de la divinidad, por su belleza, su valor militar, y, sobre todo, por su lucha a favor de la verdadera humanidad, obteniendo así la victoria final sobre los perversos:
- Eres el más hermoso (yaphyaphita) de los hombres (45, 3), la belleza personificada, que, más que en los ojos o el conjunto de su rostro, se expresa en los labios que pueden tomarse como fuente de su palabra poderosa (pero quizá también signo del beso amor, en un contexto de bodas, como en el Cantar de los Cantares que empieza: Béseme con los besos de su boca). El texto precisa esa expresión diciendo de forma que (porque o por eso) en tus labios se derrama la gracia[2].
- Cíñete al flanco la espada, valiente. Solo tras destacar su belleza, el salmista presenta a su rey como Gibbor, hombre fuerte, valiente guerrero. Ésta es su nota más significativa: Antes que gobernante o esposo, el bello rey es “valiente guerrero”, definido por su espada (harbeka), con términos que se aplican de ordinario a la divinidad, poniendo de relieve su honor y grandeza), que provienen precisamente de la espada. El rey guerrero es imagen y revelación humana de Dios que ha vencido con su espada al caos[3].
- Cabalgas por la verdad, la mansedumbre y la justicia… (45, 4). Se suele traducir “cabalga victorioso”, y esa traducción es aceptable, pero el texto comienza diciendo “y con tu majestad”, retomando así la descripción del verso anterior, que terminaba poniendo de relieve el honor y grandeza suprema del rey, que iba a caballo (como el Logos de Ap 19, 20.20, 6)[4]. No es como Jesús, rey pacífico que entrará en Jerusalén sobre un asno (Mc 11, 1-10 par; Zac 14, 4), sino monarca militar, que combate y vence “por la verdad, la pobreza/mansedumbre y la justicia”[5].
- Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden, se acobardan los enemigos del rey (45, 6). No es sólo combatiente, sino vencedor: Ha salido a la batalla y ha vencido, como si estuviera él solo, como si él fuera el único guerrero, sin más soldados, sin ejército a su lado o en su seguimiento. No necesita nada, lo tiene y hace todo, él mismo, como el “ángel de Yahvé” de las tradiciones de la guerra santa o el “Dios gibbor”, guerrero de Is 9, 5. Este Rey Guerrero Vencedor del salmo es la presencia o revelación de Dios sobre la tierra. Tiene enemigos (que son los enemigos de Dios y de los hombres justos) pero él les vece a todos, como arquero divino, con sus flechas, imponiéndoles su miedo. Cabalga por la verdad y justicia (atributos de Dios), con armas de un Dios guerrero, derrotando él solo a sus enemigos (opuestos a Dios), con flechas de arquero divino.
Este rey combate en nombre de Dios y vence en su guerra. Los rasgos y momentos de su victoria están aquí descritos de un modo “simbólico”, con expresiones que otros grandes imperios aplicaban también a sus reyes victoriosos, llamados por Dios para dominar el universo. Pero este rey es el monarca del pequeño “principado” israelita de Jerusalén. No es el Faraón de Egipto, ni es el Rey de Asiria o Babilonia, sino un pequeño Rey de Jerusalén, que actúa en nombre (y con el poder de la verdad y la justicia) de Dios. Un rey que en el fondo, misteriosamente, aparece dotado también (al mismo tiempo) de pobreza o mansedumbre (anwah), como si fuera rey de los anawim (de los mandos o pobres).
Premio y culminación de la victoria: Las bodas del rey (45, 7-10).
Éste motivo sagrado de las bodas reales, con rasgos de fondo divino, aparece muchas culturas antiguas, desde la India hasta Grecia: Tras haber derrotado a los enemigos, logrando así imponer su paz sobre el mundo, el guerrero de Dios recibe el “premio” merecido y culmina su obra, celebrando unas bodas de honor y de amor con los hombres (simbolizados por una hermosa mujer, una princesa escogida). Cuatro son los elementos de la celebración del premio, que culmina en las bodas, uno por cada verso (45, 7- 9):
Entronización. El primer momento y consecuencia del triunfo del rey es su entronización (45, 7), que no se describe de un modo directo, sino que se evoca diciendo: “Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real”. Es evidente que el rey se ha sentado en el trono de Dios; por eso se le llama de un modo consecuente “Dios/Elohim”, en una frase de doble sentido: Tu Trono, Elohim. Se podría pensar que el trono del Rey es Elohim, el mismo Dios, o que el mismo rey es Elohim, Dios, en sentido fuerte, como representante y presencia de Dios[6].
Unción real (45, 8). Conforme a la costumbre israelita (que aparece también en otros pequeños principados del entorno de Palestina), tras la entronización, el salmista ha destacado la unción, no la coronación del vencedor como rey. Ciertamente, el Antiguo Testamento habla también de la corona o coronación del rey e incluso de los sacerdotes (una corona que a veces lleva forma de turbante…), pero el signo real por excelencia no es la coronación, sino la “unción”, que tiene un sentido más profundo de “fortalecimiento”, de transformación por el Espíritu Santo (como indica en el Nuevo Testamento la unción de Jesús por la mujer desconocida de Mc 14, 3-9). Así se dice aquí: “Has amado la justicia y odiado la maldad/impiedad: por eso Dios, tu Dios, te ha ungido, con aceite de júbilo entre todos tus compañeros”. El salmista le ha llamado ya antes “Dios” (Elohim), y ahora lo hace otra vez precisando los plano: “A ti que eres Elohim (es decir, rey vencedor), Elohim tu Dios (Eloheka) …”[7].
Fiesta de la unción: Gloria, perfumes y música (45, 9). Este rey vencedor es por tanto el Ungido (esto es, Cristo, Mesías), y conforme a un simbolismo constante de la Biblia, el “aceite” (oleo) de la unción es el mismo Espíritu Santo, esto es, la vida, la gracia y la gloria de Dios. Los signos de esta gloria y grandeza mesiánica son los perfumes, palacios de marfil, música de arpas… De esta forma se despliega la fiesta de la entronización (unción) que, según el texto, parece haberse realizado en el entorno del templo. Dos son sus signos principales: (a) El perfume de unción (mirra, áloe, acacia…), que ha rociado sus vestidos (cf., en otro contexto, Sal 133, 2), de forma que él mismo (el rey ungido) aparece como “perfume viviente”, signo sagrado de Dios. (b) La música que se escucha como preparación de la fiesta que sigue, a la vera del templo y del trono, en el palacio cercano incrustado de marfiles.
- Presentación de las “mujeres”: de la reina madre (shegal) a la novia (45, 10). Como culminación de la fiesta (unción, perfume…), vienen las mujeres, hijas de reyes , que, según costumbre oriental (reflejada en la historia de Salomón, cf. 1 Rey 11), aparecen como “regalo” ofrecido el nuevo rey, como su harén, su posesión privilegiada, para el palacio donde sigue sonando la música. Pues bien, en ese contexto destacan dos mujeres privilegiadas, que en principio parecen distintas, aunque la tradición posterior ha tendido a identificarlas:
(a) “De pie a tu derecha del Rey está la reina (shegal), enjoyada con oro de Ofir”. No viene, no la traen, ni se postra (como hará la “novia”, cf. 45, 12), sino que está en pie, como autoridad, a la derecha del rey. Ella pertenece a la casa, al reinado del monarca victorioso. Todo nos lleva a pensar que es la “reino madre” (que lleva el nombre no judío de shegale), que es la “gebira”, autoridad máxima del reino, junto al rey su hijo, en actitud de mando[8].
(b) Sólo después, con el resto de las mujeres ofrecidas al rey, vienela novia, la Hija de Tiro, mujer principal, privilegiada y amada, la protagonista de las nuevas bodas, la representante del nuevo reino del Ungido Triunfador, a quien la madre/gebira (shegal, mujer antigua) dirige su palabra y la llama “hija”, en el sentido originario de mujer concreta y pueblo. Hasta ahora, la escena se hallaba dominada por la “reina-madre” (gebira, shegal). De ahora en adelante el centro de atención será la “novia”.
Escucha, hija (55, 11-16). La preferida del rey.
Llegan las “hijas de reyes”, pero una es la preferida, signo y figura de todas las restantes. No se le llama en principio “reina” (malka), porque en Israel no hay reinas, ni tampoco shegal (como a la gebira-madre). Ella es la novia y sería la esposa del Rey, rodeada de un séquito de hijas de reyes (45, 10). En un sentido, ella es la preferida entre muchas, en otro sentido es la única, como si ella condensara todo el amor (la nueva humanidad) del rey triunfante.
Como es lógico, en el contexto oriental, no es el rey quien la saluda y recibe, sino la “reina madre” (gebira o shegal) que habla en nombre del rey. No olvidemos que el rey-padre ha muerto (si viviera seguiría siendo el rey), y que autoridad mayor del reino es con el rey su madre. Es lógico que sea ella la que recibe (saluda y acoge) a la nueva mujer-esposa del rey triunfador, tomándola como mujer única del único rey (signo de la nueva humanidad reconciliada con Dios a través de la victoria y el amor del Rey Ungido).
Recordemos que el rey ha triunfado, se ha sentado en el trono, ha sido ungido… En este momento, como don supremo, la madre le presenta a las doncellas, hijas de reyes, y de un modo especial a su preferida, la nueva esposa. La reina recibe a todas las jóvenes mujeres, hijas de reyes(55, 10), pero entre ella destaca así desde el principio, la preferida, a la que traen con honor, para presentarla ante el rey e introducirla en el palacio, a fin de completar y culminar así día de la entronización-unción real, como dice el texto que consta de dos partes. (a) Primero, las palabras (escucha hija: 55, 11-12), dproclamadas por la reina madre. (b) Después el acontecimiento, la entrada de la “hija del rey” en el palacio (55, 13-16):
Discurso de la Madre: Póstrate ante él que es tu Señor (55, 11-12). Estas palabras podrían ser del salmista, pero se entienden mucho mejor como discurso de bienvenida y consejo de la reina madre (gebira-shegal) de 55, 10, que acoge en la casa real a la preferida, que viene ante el rey, acompañada de dones, con un séquito de muchachas y compañeras. Lógicamente, ella le llama “hija” (bat) (tb;ä), porque la vincula con el rey, su hijo, de forma que ella es también “hija” de su casa. Las palabras de su discurso son las más significativas de todo el salmo, palabras de una mujer a otra mujer, en el comienzo del nuevo reinado del rey vencedor:
- Escucha hija, el rey esta prendado de (o, quizá mejor, el rey deseará) tu hermosura” (yaphyik). Estas son ante todo palabras de acogida amorosa y de tranquilización. La “nueva esposa” (la preferida) viene de un mundo externo, la sacan de casa y su familia y la llevan a un mundo distinto, ante un “rey” nuevo para ella. No sabe si el rey la quiere sólo de un modo externo, meramente corporal y posesivo (como si fuera una cosa más, entre las cosas y bienes del palacio). Pues bien, en contra de eso, la madre-reina la recibe en la “casa real” y le asegura que el rey la quiere de verdad, que está prendado de su hermosura[9].
- Olvida tu pueblo y la casa paterna (55, 11). Ella viene de otro país, con otras costumbres y “divinidades” y como esposar del nuevo rey israelita tiene que “olvidarlas”, para renacer a la vida del amor en matrimonio, en la línea de Gen 12, 1-3, donde se dice que Abraham tuvo que salir de su tierra y de la casa de su padre. En un contexto convergente, pero más profundo, la voz del mismo Dios (o del narrador del relato) dice en Gen 2, 14 que el varón (Adán) tiene que dejar padre y madre para unirse a la mujer, para sean ambos una carne[10].
- Póstrate ante él, que él es tu señor (55, 12). La madre estaba en pie, con autoridad, a la derecha del rey. A la nueva esposa preferida se le empieza diciendo en cambio que se postre ante él, con una palabra fuerte, que implica casi adoración, porque él es tu “señor/adonai”, representante de Dios, Dios en persona. En un primer momento, la esposa debe postrarse ante su rey-esposo, pero no para quedar así, como una esclava, sino para elevarse con él en amor, pues la misma reina madre ha dicho a la esposa que “el rey está prendado (wa'ät.yIw>), transformado, enriquecido, por su hermosura, en un sentido que ha sido comentado de un modo magistral por San Juan de la cruz[11].
Narración final: La boda, entrada de la nueva esposa en casa del rey (55, 13-16).
Han terminado las palabras dirigidas a la esposa preferida; sigue la narración “gloriosa”, gozosa, de la boda. No sabemos cómo se siente la esposa. El salmista no le ha dado la palabra. No es ella la que viene, la que toma la iniciativa y se decide (como la mujer del Cantar), sino que la han traído, los emisarios de reyes, y ahora queda en mayor del rey, cuya madre le tranquiliza, diciéndole que el rey no se limita a desearla, a poseerla, sino que la quiera, que está prendado de ella.
Desde nuestra perspectiva actual de occidente (enriquecida por un cristianismo posterior) podríamos esperar que el texto siguiera diciendo que el rey se levantó del trono y salió al encuentro de su esposa-preferida, para preguntarle si quería compartir su reino y su vida. Pero en aquel contexto esa pregunta no se hacía externamente, no se planteaba de manera pública, pero se sentía, se descubría y se expresaba en el juego de miradas de los enamorados, por un tipo de comunicación supra-verbal de corazones. Nadie preguntaba a la mujer-elegida cómo amaba externamente, qué sentimientos tenía. Pero ellos, los enamorados, lo decían otra forma, y además, en este caso, la reina madre se lo ha dicho a la esposa[12].Los versos que siguen tienen cierta dificultad textual, que aquí no podemos evocar por el propio estilo de esta reflexión, y además, porque lo más lo más importante ya se ha dicho. Bastarán algunas anotaciones:
- El texto sigue diciendo que la hija de Tiro (bat-tsor) viene con regalos. Esa “hija de Tiro” puede ser la misma “novia” con regalos para el rey. Pero es mucho más probable que esa “hija (de) Tiro” sea la Ciudad de Tiro, emporio de la riqueza, que viene con regalos para el rey de Jerusalén, vencedor del mundo, pues no es lógico que la “novia” lleve regalos propios, pues el regalo es ella… Conforme a las costumbres de aquel tiempo, los regalos de bodas son del padre, que en este caso era el rey Tiro (la ciudad más rica del mundo). Esos regalos, el mayor de los cuales es la novia (hija del rey de Tiro: 55, 14), forman parte de la “política” de amistad de los reinos (Tiro y Jerusalén), siendo, al mismo tiempo, objeto de intercambio político/comercial.
- Ya entra la hija del rey (bat-melek) , llena de gloria (con toda su gloria). El texto distingue con toda claridad entre la Hija-Tiro, que es la ciudad, y la Hija del Rey que es, evidentemente, la nueva esposa, que viene llena de gloria, con toda su “kabod”). Ella no aparece simplemente como hermosa, sino como gloriosa, con un atributo divino (cf. Sal 29 o Is 6). Viene llena de kabod que es el signo de la naturaleza (Sal 29), la nota más alta de Dios (Is 6). Toda la gloria de Dios y del mundo aparece así encarnada en una mujer, expresada y entendida como revelación de Dios[13].
- La llevan ante el rey con sequito de vírgenes… (55, 15-16). La llevan, es decir, la presentan, como regalo supremo, como expresión de la mayor riqueza de Tiro, gloria de la naturaleza, signo de Dios… Desde aquí se entiende la gran “diferencia” de los “dones o riquezas” del rey. (a) En un sentido, el rey ha vencido a todos los enemigos, ha conquistado por la fuerza todas las tierras del mundo, pero nada de eso le pueda dar amor, que es lo más importante. (b) Lo más grande, el amor, la vida de otra persona (en este caso de la reina, hija del rey de Tiro) no se puede conquistar por la fuerza, sino que se recibe como regalo. El mismo rey que “tiene” (puede tener) todo necesita recibir el don de amor que le presenta y regala la ciudad de Tiro, un amor encarnado en la nueva reina. Ella es causa de alegría y júbilo para todos, es signo de paz y de concordia, principio y fundamento de una “historia” que no se conquista por la fuerza de las armas, sino con amos. De esa forma entra en el palacio del rey (behekal-melek), que es como un templo (hekal) para su servicio (adoración)[14].
Palabra conclusiva para el rey (45, 17-18). Tendrás hijos. Puede pensarse que la nueva esposa ya no está dentro de la escena, ha ido entrando en el palacio; pero ella puede estar también esperando que la ceremonia acabe, para entrar con el rey esposo en el palacio. El texto no lo dice (45, 16). Ciertamente sigue el rey entronizado y ungido, ante el pueblo que ha participado en la “liturgia de entronización regia y nuevas bodas”. Sólo queda la palabra final del salmista que se había presentado a sí mismo de un modo solemne en 45, 2. Él había introducido la ceremonia, él la debe concluir. En este momento, él alza su voz dirigida al rey a quien había dedicado su poema (45,2) y quizá también a la nueva reina.
Tendrás hijos. El fruto del amor mutuo es la irradiación de ese amor a más personas, en forma de hijos, familia o amigos. Un amor cerrado en dios, clausurado en sí mismo, termina siendo egoísmo
- Palabra dirigida al rey. Estrictamente hablando, esa palabra se dirige al rey/varón. “A cambio de los padres…” (se supone que el padre rey antiguo ha muerto, y que la reina madre ha cumplido su función), el nuevo rey glorioso, vencedor de todos los enemigos, tendrá hijos “que nombrará príncipes por toda la tierra”, esto es, en el entorno de Israel (o en todo el mundo). Todo amor crea una dinastía de amores.
- Palabra dirigida también a la reina. La nueva esposa sigue estando en silencio, pero estas palabas del salmista conectan con las que hemos oído al principio de la ceremonia, cuando el mismo salmista (o quizá la madre reina anterior) le decía: “Olvida a tu pueblo y la casa paterna” (45, 11); a cambio de sus padre y de su pueblo, ella tendrá hijos, un nuevo pueblo extendido sobre toda la tierra. Podemos así pensar que los príncipes a quienes el salmista como gobernantes de la tierra entera no son simplemente “hijos del rey”, sino también, y de un modo especial, hijos de la reina. De todas maneras, el texto no lo dicen, de forma que teóricamente podrían ser otros hijos de otras mujeres del rey (no de su esposa preferida). Pero en el contexto monogámico del salmo, que retoma en un contexto mesiánico los motivos principales de Gen 2 (Adán y Eva) estos hijos gobernantes de la tierra entera parecen ser lo del rey y de la reina preferida.
Breve aplicación cristiana.
Como he dicho al principio, este salmo ha sido y sigue siendo un texto abierto, interpretado de diversas formas, un texto fundante cuya recepción y aplicación teológico/eclesial ha sido y sigue siendo tan intensa que en un comentario como este no puede ni siquiera. De todas formas podemos evocar algunos aspectos del tema:
- En un sentido bíblico-teológico el tema principal del canto es la identificación del amor con Dios. La fe en Dios se expresa como amor entre los hombres.
- Este salmo identifica la verdadera victoria del hombre y/o mujer con el amor. En el fondo de la vida el que ama (varón y/o mujer) sabe, y el que no, no sabe nada.
- Traduciendo este salmo al mundo actual (según el evangelio), este amor no es amor de dominación y/o de sometimiento, sino de identificación (donación personal) en el camino de na vida abierta en Dios a lo divino
Bibliografía básica
Alonso Schökel, L. y C. Carniti, Salmos I-II, Estella 1992
Aparicio, A., Salmos I-IV, Bilbao 2005/2009; Comentario filológico a lSalmos y Cantar de los cantares, Madrid 2012
Briggs, C. A. y E. G. Briggs, A Critical and Exegetical Commentary on the Book of Psalms, I-II, Edinburgh 1906-1907
Carbajosa, I., Salmos I, Madrid 2019
Gunkel, H., Introducción a los salmos I, Valencia 1983
Hakham, A., The Bible Psalms with the Jerusalem Commentary, I-III Jerusalem 2003
Kraus, H.J., Los salmos I-II, Salamanca 1993/1995; Teología de los salmos, Salamanca 1985
Segal, B. J., A New Psalm. The Psalms as Literature, Jerusalem 2013
Spurgeon, C. H. y E. Vila-Vila (ed.), El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos I-II, Ed. Clie, Viladecans 2015 y 2020.
Trebolle Barrera, J., El libro de los salmos: Himnos y Lamentaciones, Madrid 2001
Vesco, J. L., Le Psautier de David traduit et commenté I-II, Paris 2006
NOTAS
[1] Así lo pone de relieve la introducción (45,2), que es única en todo el salterio: “Me brota del corazón un poema bello, |recito mis versos a un rey; mi lengua es ágil pluma de escribano”. El salmista se presenta con estas palabras como un “profeta real” (al servicio de la monarquía) o, quizá mejor, como un escriba o sacerdote de la corte, encargado de proclamar e incluso de escribir en un documento (yf;ä[]m) la alabanza de la boda real, que así queda conservada en los archivos reales del templo. Éste no es por tanto un salmo cualquiera (como otros que tratan sobre enfermedades, pecados, oraciones o historias del pueblo), sino un canto para el rey(le melek), una obra de escribano (shopher), que no sólo pronuncia su alabanza, sino que la pone por escrito. Es un “salmo real” obra de un escriba/salmista de corte, un profesional que ha recibido el encargo de cantar la belleza y grandeza del rey, encargo que él debe cumplir con sus versos cantados (y escritos), como escribano regio que toma acta y certifica el despliegue de un acontecimiento importante para el reino.
[2] Esa expresión deforma que (en hebreo ‘al-ken) se puede traducir de dos maneras: (a) por eso, porque eres bello, Dioste bendice; (b) o porque (Elohim) te bendice eternamente, por eso eres bello.
[3] Ese rey es gibbor, un valiente. En esa línea, su amor se entiende como consecuencia de su valentía del rey, de su victoria en la guerra contra los enemigos del pueblo de Dios.
[4] Esta expresión (el rey “cabalga”, va a caballo) se puede entender de dos maneras. (a) Cabalga directamente sobre como jinete, sobre la grupa del caballo. (b) O cabalga de un modo indirecto, a pie y armado, sobre el carro de combate movido por un poderoso caballo de batalla. Nuestra imaginación actual suele pensar en un jinete montado a caballo. En el contexto antiguo parece más probable que el salmista esté pensando en un rey-guerrero montado sobre carro de combate.
[5] Es claro el sentido de la primera y última palabra (verdad y justicia), que son atributos del Dios de la Biblia. Menos claro es el sentido de la palabra intermedia (mansedumbre), críticamente insegura (y que parece referida a la justicia). Sea como fuere, queda claro que este rey es el gran combatiente a favor de los valores “mesiánicos” (divinos) de la historia de los hombres y que, de un modo velado, aparece como rey de un tipo de mansedumbre-pobreza que queda sin precisar en el pasaje.
[6] En esa línea sigue diciendo el salmista: El cetro de tu reinado es Cetro de Rectitud, esto es, de justicia, de orden sagrado. El cetro y poder del ser humano es el amor.
[7] El rey ungido comparte así el nombre y función de Dios con el Elohim del cielo, pues el mismo Dios del alto (no un profeta de la tierra, como Samuel cuando unge a David: 1 Sam 16) le ha ungido como rey sobre el trono del mundo (llevando en su mano el cetro) con aceite de júbilo (de gozo, alegría),î), por encima de sus compañeros (es decir, de los guerreros y cortesanos de Jerusalén). Este rey es por tanto “el Ungido/Mesías”, es decir, el Cristo por excelencia.
[8] Muchos comentaristas, influidos por el supuesto de que en este salmo no hay más que un rey y una reina/novia, han olvidado o pasado por alto este dato. Antes que la novia está la madre del rey. La novia o preferida del rey, vendrá después (55, 11-16). Ella no es reina, sino preferida del rey; sólo llegará a ser reina-madre (gebira) si un hijo suyo (muerto su esposo) llega a ser monarca. Estas dos mujeres (madre y novia) puede al fin identificarse simbólicamente, pero en principio son distintas.
[9] En aquel contexto la hermosura es la expresión más honda del valor de su persona, la fuente originaria del amor (como han visto los intérpretes del salmo, entre ellos san Juan de la Cruz). La madre no dice cómo ha conocido el rey la “hermosura” de esta mujer, pero es evidente que la conoce (quizá por lo que ha escuchado de ella, quizá porque le ha visto en encuentros anteriores, en Jerusalén o Tiro). Por eso le dice al recibirla, con la palabra solemne, de mujer a mujer, de madre a nueva esposa: “Prendado está el rey de tu hermosa”.
[10] Según Gen 2 el que debía dejar padre y madre era Adán, el varón. Aquí en cambio, se dice esa palabra a la mujer, para que abandone de algún modo su identidad antigua, para se deje modelar de nuevo (de otra forma) por su esposo, entendido como Señor, no en un sentido de “imposición”, sino de encuentro personal de amor.
[11] Cf. Cántico Espiritual B, cap 5. He comentado extensamente el tema en Ejercicio de Amor. El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, San Pablo, Madrid 2017. Conforme a los versos anteriores, este rey lo tiene todo: ¡Ha luchado y ha vencido a todos los enemigos del mundo, ha sido entronizado, ha recibido la unción sagrada del óleo/espíritu de Dios. Es “mesías”, lo tiene todo… Y sin embargo le falta lo más importante, como al Adán de Gen 2 en el paraíso, le falta todo, el amor de una esposa enamorada.
[12] Por eso, y por toda la ceremonia restantes, la nueva esposa-reina sabe que el rey la ama, es decir, que desea su hermosura. Ella sabe que tiene que olvidar (superar)su vida anterior y ponerse en manos de su esposo, que es su rey y señor, como él se pone en sus manos. Hoy nos hubiera gustado que el salmo dijera más, que dejara (hiciera) hablar a los dos esposos, como en el Cantar de los Cantares. Pero, desde su estructura y forma de canto público dicha de amor. El poder y autoridad de los reyes es su amor.
[13] El salmo ha dicho que el rey viene dotado de verdad, mansedumbre y hermosura (45,5). Su esposa, en cambio, está llena de gloria (en la línea de lo que dirá el evangelio de Lucas cuando presente a María de Nazaret como llena de kharis o gracia, Lc 1, 28). Esto es lo que ella puede aportar al rey de Jerusalén, que aparecía revestido de “honor y majestad” militar, de victoria sobre los enemigos (55, 4).
[14] Con esta “entrada” termina la escena principal. No se dice lo que piensa el rey, pero él ha hablado por su madre, cuando ha dicho a la novia “que sea bienvenida” porque el rey está prendado de su hermosura (45, 12). Lo que sigue en la “historia no se dice”, no tiene que decirse, es claro por todo lo anterior.
El texto esencial de oración de la biblia son los salmos, unos de tipo más personal, otros más comunitario, históricos, legales y sapienciales; de guerra y de paz, de amor a Dios y a los hombres…. Muchos están vinculados al templo y su liturgia, todos a la vida del pueblo de Dios. En conjunto, leídos desde Jesús, ellos ofrecen la mejor experiencia de la mística cristiana.
Entre todos ellos quiero destacar en este curso siete salmos místicos, no porque otros no lo sean, sino porque éstos lo son de modo más intenso, como iré mostrando (explicando y aplicando), en la línea de mi estudio Enséñanos a Orar. El libro de los Salmos (VD, Estella 2023):
1. Mística del Cosmos: Cuando contemplo el cielo, Sal 8
Muchos cantan a Dios en el mundo, como Sal 29: La voz del Señor sobre las aguas)
Hay unos 20 salmos de mística de la naturaleza, como he puesto de relieve en Vocabulario final de mi libro de los salmos. Entre ellos comentaré Sal 8, con Sal 29, canto de los siete truenos retomado y comentado en forma emocionada por Ap 10, 1-7. Ante los truenos y toques de aviso y amor de Dios en el mundo seguimos morando los cristianos.
En el principio está según eso la experiencia cósmica de Dios, en la línea de una “ecología mística”, desarrollada en la iglesia por Francisco de Asís (Hermano sol, hermana luna) y Juan de la Cruz: Mi amado, las montañas… El Papa Francisco (Laudato sí…) nos ha invitado a empezar a empezar así nuestro itinerario, desde el principio de una espiritualidad de la infancia (de la boca de los niños de pecho…), vinculada al descubrimiento de la grandeza del hombre en: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?
2. Mística de interioridad. Tú me sondeas y me conoces. Sal 139
Ahora conozco como en un espejo borroso. Entonces conoceré como soy conocido (1 Cor 13)
El mayor horror sería un Dios que nos vigila para castigarnos. El mayor amor es Dios que nos mira y sostiene, nos crea y hermosea con la luz de su mirada (y yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los/nos dejó con su hermosura. Por la mirada/palabra de Dios hemos nacido; en ella vivimos, nos movemos y somos. Este Dios que nos sondea y así vive en nosotros, aparece en este salmo como “rehem” (vientre de amor: tú me formaste tus entrañas, me tejiste en tu vientre materno…
Este tema reaparece en Sal 22 y de un modo especial en 2 Mar 7: El mundo entero es vientre materno de Dios en quien somos y nacemos…Por otra parte, conforme a una mística mariana (desarrollada por ejemplo por Elkhart), nuestra vida es vientre de amor en el que Dios nace, como saben otros salmos y textos del AT, retomados por Pablo en Rom 8 (¡dolores de parto!) y en 1 Cor 13: Dios nos conoce y concibe. y nosotros también le concebimos, como sabe Juan de la Cruz diciendo que respiramos con la misma respiración de Dios (B 39 y Llama).
3. Mística de camino y comunión.Como busca la cierva corrientes de agua… Sal 42
Salmo del creyente desterrado. Relectura desde Juan de la Cruz: Como ciervo huiste…
Un sacerdote del templo, desterrado en las montañas del Norte (Hermón), contempla al ciervo que brama y corre buscando aguas de vida de su Dios. “Así me alma te busca”, Dios mío, entre rocas y cataratas de estruendo: Tus torrentes y tus olas me han arrollado…
La recreación más poderosa de este salmo la ofrece Juan de la Cruz, en el Cántico, pero el orante no busca ya a Dios como ciervo, sino al mismo Dios Escondido de amor (como ciervo huiste habiéndome herido…). Entre el amante desterrado de Sal 41-42 (sicut cervus ad fontes aquarum) y el amante buscador que corre tras el “ciervo vulnerado” se despliega toda la mística cristiana. Hay otros salmos que ponen de relieve ese motivo. Pero la comparación de este salmo con el Cántico de Juan de la Cruz es motivo sobrado de contemplación ycamino.
4. Mística de encuentro: Epitalamio. Sal 45
Comentario histórico-teológico, con interpretación y aplicación esponsal
Éste es un salmo histórica y temáticamente complejo que la tradición ha vinculado al Cantar de los Cantares, y ha interpretado como canto de amor humano (abierto al amor de Dios) y canto de amor divino (abierto al amor humano). Ha sido entendido desde antiguo en forma mística, pero debe ser profundamente reinterpretado, pues de lo contrario el amado seguiría siendo un guerrero sanguinario, opuesto a Dios (y a Cristo). La esposa aparece además como “mujer sometida” (cf. Juan de Ávila, Audi Filia, 1556, un libro “condenado” `por la Inquisición), en contra de la mujer de en el NT (y de la novia del Cordero del Apocalipsis).
Éste es un salmo “necesario”, pero debe ser situado y reinterpretado desde el evangelio, revisando la figura de Dios (Señor guerrero) distinguiendo las dos mujeres (madre-reina e hija-novia). Sólo así, podrá y deberá ser entendido como expresión de mística de amor y comunión en Dios, para varones y mujeres, desde Cristo. Así lo he mostrado en mi comentario, superando los estereotipos de un hombre y una mujer que no responden al amor del evangelio..
5. Mística del perdón: Misericordia, Dios mío, por tu piedad... Sal 51
Ascética en el fondo de la mística. Perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos
Éste salmo “penitencial se ha interpretado en forma ascética, como si trazara un camino previo de “conversión”, en la línea de Juan Bautista y de la primera semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio… (¿desde las primeras moradas de Santa Teresa?). en el esquema de Juan de la Cruz, este salmo correspondería a la Subida (aunque él no quiso que lo cantaran en su lecho de muerte).
Sin duda, este salmo tiene elementos penitenciales, pero se trata de una “penitencia gozosa”, enamorada, propia de aquel que al saberse amado sabe y siente que su vida puede cambiar, pues el mismo Dios le cambia y recrea en su amor, superando expresiones menos afortunadas, como la que dice “en pecados me concibió mi madre”. Dicho esto, pienso que este salmo ha de ser leído (rezado, recuperado) desde la experiencia más alta del perdón y de la gracia. Sólo un hombre o mujer que se sabe perdonado y amado puede entender este salmo y rezarlo, confesando sus pecados de un modo agradecido, en la línea del Padre Nuestro.
6. Mística de la Cruz. ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Sal 22.
Salmo israelita, lamento de Cristo en la Cruz, canto esencial del cristiano
Éste es el salmo de la “mística” de la Cruz, que debe leerse y orarse desde la experiencia judía más honda del “abandono de Dios”, al que debemos acompañar y ayudar en la línea de Etty Hillesum. Es un salmo complejo, con una experiencia intensa de abandono de Dios (Santo abandono, sabiendo que venimos de Dios y en el somos). Es, al mismo tiempo, un salmo de abandono de los hombres. Allí donde los hombres luchan entre sí, y se matan unos a otros, Dios se identifica con los asesinados, hambrientos… (Mt 25, 31-46).
Este abandono forma parte de la revelación de Dios en la historia, como proclaman los evangelios de Marcos y Mateo poniendo en boca de Jesús estas palabras (que han podido ser recreadas por Juan de la Cruz: Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme …). En esa línea, en su segunda parte (22, 20-32), éste es un salmo de victoria pascual: el orante que ha compartido con Jesús el camino de la muerte, penetrando con las mujeres de Mc 16, 1-8 en su tumba sabe que éste es un salmo de pascua.
7. Mística pascual: Siéntate a mi derecha. El sacerdocio de Melquisedec Sal 110
Salmo israelita y cristiano (Hebreos). Todo creyente es sacerdote según Melquisedec
Este salmo es quizá, con Sal 45, el más complejo de todos los salmos. Es posiblemente un canto pre-israelita (jebuseo), contrario al sacerdocio levítico de Jerusalén, pero más tarde (hacia el siglo IX-VIII a.C.) se aplica a los reyes-sacerdotes davídicos de Jerusalén, concebidos como hijos de Dios, vencedores sobre todos los enemigos, con un tipo de violencia militar casi insoportable (amontonará cadáveres, aplastará cabezas…). La traducción de los LXX (siglo III a.C.) lo reinterpreta mesiánicamente y los cristianos lo aplican a Jesús (Mc 12, 36 par)
Este salmo ha sido recreado por la carta a los Hebreos, que presenta a Jesús como principio de un sacerdocio universal (no ministerial), aplicado a todos los creyentes, varones y mujeres. Jesús es sacerdote al dar su vida por todos, penetrando así en el “cielo de Dios”, y con él son sacerdotes todos los que comparten su vida asumen su camino. En esa línea, la mística sacerdotal de Sal 110, recreada por Jesús, forma parte de la vida más honda de todos los creyentes que son, en él y con él, sacerdotes de la nueva alianza de Jesús, según el orden de Melquisedec.
Desarrollo del curso
- Se comentará en cada clase un salmo, en sentido histórico (AT), cristiano (desde Jesús) y actual (en el contexto nuevo del siglo XXI)
- El profesor seguirá básicamente su comentario: Enséñalos a orar. El libro de los salmos, lectura cristiana, VD, Estella 2023, con apuntes complementarios que ofrecerá como material de estudio posterior al final del curso.
- Hay numerosos comentarios populares y pastorales a los salmos. Entre ellos, los más importantes en lengua castellana son: L. Alonso Schokel, Salmos I-II, Verbo Divino, Estella 1882; H. Kraus, Salmos I-II, Sígueme, Salamanca 1993