Dios. experiencia y camino de fe

Publiqué el domingo un largo ensayo sobre la fe de Jesús, a quien sus discípulos pedían  “auméntanos la fe”. Mi amigo Antonio V. F. me ha pedido: “Resume en una página todo lo que has dicho”. Ahí he querido hacerlo,  amigo Antonio, con tu castillo de Lemos y mi evangelio de Marcos, hoy, 4 del X de 2022, día de tu cumpleaños.

Castillo de Monforte de Lemos | GALICIA MÁXICA

Para la Biblia, la vida del hombre no es tragedia como decían los griegos antiguos: no somos vivientes caídos, condenados a sufrir en un mundo de violencia inexorable; no es tampoco dolor, como repetía  Buda: no estamos condenados a negar todo deseo o a dejar que su cumplimiento nos sorprenda más allá de esta morada, a solas, sin testigo, libres ya de amor y celo, de odios, de esperanzas, de recelos (L. de León). 

La vida del Dios de la Biblia es deseo de amor en nosotros. La vida es ternura y gracia, es fe y firmeza de amor de unos en otros.  Por esa fe de Dios hemos nacido, y sólo por ellas vivimos y somos los seres humanos, por encima del destino de los astros, por encima del instinto y ley de fuerza de los animales.

             Sólo en fe se entiende el despliegue de la Biblia judía, que es testimonio de un pueblo de creyentes, que se hacen testigos del Dios creyente (digno de fe), y responden de un modo agradecido con la verdad más honda de su emuná, el “amen de todo lo que existe”. En esa línea, los cristianos somos creyentes, como judíos que han vinculado su fe fundamental con Jesús, a quien miran como “autor y consumador de la fe” (Heb 12, 2; cf. Ap 14, 12). Como buen judío, Jesús sabe que sólo en fe vivimos y somos los humanos, confiando en el Dios que es Fiel (digno de fe) y respondiendo a su “crédito divino”, que no es superstición engañosa, ni credulidad inmadura, sino aceptación madura responsable ,llena de esperanza   creadora.

A Dios le definimos por tanto como el Gran Creyente, aquel que ha confiado y sigue confiando en los hombres, sus “hijos”, su presencia y su esperanza, como supo y decía Jesús.

Todo lo que Jesús ha dicho, todo lo que ha hecho, ha sido revelación y despliegue de fe en el Dios que quiere entregar regalar su vida a los hombres para vivir  en ellos, en salud y fraternidad, ofreciéndonos su Reino.  Así responde a quienes le han pedido “Auméntanos la fe”:”

Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa higuera mora: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería».

Ésta es la fe activa  de aquellos que confían en sí mismos y en  los otros, porque saben que Dios actúa y confía actúa en ellos como Gran Creyente. La vida del hombre no es simple energía cósmica, ni pura pasión vital instintiva, la vida es fe de Dios que vive y crea en nosotros. Así nos sigue diciendo otro pasaje de los dichos de Jesús:

«Tened la fe de Dios! En verdad os digo, si uno le dice a este monte: ¡Quítate de ahí y arrójate al mar!, y no duda en su interior, sino que cree que va a realizarse lo que dice, lo obtendrá» (Mc 11, 22-24).

Evangelio de Marcos

Aquí no se trata ya de una morera, sino de una montaña, como  sabe esta palabra clave, no sólo de Marcos, sino de todo el Nuevo Testamento, situada tras la destrucción del templo (el 70 d.C.).

- Ha caído el templo de Jerusalén, se ha secado la higuera de Israel; no queda nada de aquello en lo que habían confiado los judíos. Parece que hoy (2022) no queda ya nada de Iglesia externa; todo ha sido o está siendo derrumbado  por la bomba de los grandes deseos enfrentados, por el ansia de poder de unos y otros.

- Precisamente ahora (2023), cuando parece que se seca y cae el cristianismo de occidente,  puede revelarse el meta-poder de la  fe que mueve montañas, la misma “fe de Dios” (pistis theou), que los creyentes pueden y deben hacer suya.  

- Lo que Jesús pide (y ofrece) aquí a sus fieles es  que ellos tengan la fe misma de Dios (ekhete pistin theou), sabiendo de esa forma que, en su oración, se identifican de tal manera con Dios (con su vida y su reino) que ellos creen (y así pueden) lo mismo que Dios cree y puede, haciendo hacer lo que él hace, siendo “uno” con él (Juan de la Cruz, Subida).

Nota erudita. Algunos manuscritos más recientes del texto de Marcos  (los estudiosos de la Biblia les llaman con letras griegas, minúsculas y mayúsculas: (א D N Θ…) formulan el texto de un modo potencial diciendo: ei ekhet2: ¡si tuvierais la fe de Dios!). Pero resulta preferible mantener el imperativo: ‒ ¡Tened fe de Dios!

Frente al templo caído, en medio de una guerra económico-militar que parece condenada a destruirlo todo,  Jesús nos dice y pide ¡Tened la fe de Dios!. Dios vive y cree, creed también vosotros, siendo así misericordia y gratuidad, fe y firmeza.

Los  cristianos (hombres y mujeres  de fe, como Jesús) no necesitamos templos externos, todo es templo de Dios; no necesitamos instituciones sacrales como las de una religión de jerarcas separados pre-potentes, pues la vida entera es institución de fe, diálogo de vida y amor en Dios, sabiendo que él nos  les ha concedido ya (cf. elabete: Mc 11, 24) lo que hemos pedido, lo que somos.

- Cae o termina así un edificio hueco  de incrédulos falsos y miedosos (que desconfían de Dios y sólo quieren poder ellos mismos). Crece en su lugar la fe del hombre que confía en Dios (y cree en los demás, y actúa como Dios), sabiendo que toda petición está cumplida ya, pues en él, en el Dios de la fe nos movemos, vivimos y somos (Hech 17, 28).  

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