“El Ejército” en la Biblia (2). Seis guerras contra mujeres, una conclusión para la iglesia
He publicado hace dos días una nota sobre el ejército en la Biblia, en perspectiva de varones. Amplio hoy el abanico evocando algunos elementos de eso que pudiéramos llamar “guerra de (contra) las mujeres”. Presento en esa línea seis guerras para ofrecer al final una abierta y pendiente, en la misma Iglesia.
De un modo general, se podría decir que la guerra la hacían los varones, pero la sufrían las mujeres. Las circunstancias han cambiado mucho, pero queda en el fondo lo que sintió y dijo la Biblia, queriendo en el fondo superarlo. He publicado los temas en diversos lugares. Aquí me limito a ofrecer un pequeño esquema de conjunto.
| X Pikaza Ibarrondo
1.La “madre” de todas las guerras: Violación de las mujeres, violencia universal
Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, les nacieron hijas, 2 que viendo los hijos de Dios (=los hombres fuertes) que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas (=las raptaron, las violaron y las convirtieron en esposas sometidas). 3 Y dijo Dios “no dejaré con vida a estos hombres…”. 4 Nacieron entonces los gigantes guerreros, y lucharon todos contra todos… y Dios decidió enviar un diluvio· (Gen 6)
La Biblia interpreta así el “primer pecado”, descrito de manera durísima en cientos de libros judíos de aquel tiempo, especialmente en las historias “apócrifas” de Henoc de Noé, en el libro de los Jubileos... Los hombres “reales”, esta humanidad concreta, ha “nacido” (según la Biblia) con dos pecados: inseparables: (a) El primero es la violación de mujeres. (b) El segundo pecado es la violencia entre los hombres. Violación de mujeres y violencia de hombres (eros y thanatos) son el principio de nuestra historia, conforme a una visión que la Biblia ha querido ir superando.
Difícilmente se podía haber relacionado con más fuerza sexo y guerra, sometimiento femenino y violencia masculina, en una perspectiva religiosa que el Antiguo Testamento hebreo ha tenido que aceptar (porque le llega de la tradición), aunque muy trasformada y suavizada. De aquella violación y violencia nacemos todos. Tendría que haber venido el diluvio sobre la humandad…
Conforme al mito, las mujeres aparecen como un bien deseable y mostrenco (sin dueño). Están para ser apetecidas (son tobim, buenas, como fruto del paraíso: Gen 3, 6); son para ser deseadas (como en Ex 20, 17) sin que (a diferencia de Gen 4, 23-24). No son ellas las que encienden la violencia masculina, sino el mismo deseo de los ángeles de Dios (extraterrestres, espíritus más altos). La atracción femenina sería el comienzo y raíz de un tipo de violencia que desborda los límites humanos, recibiendo dimensiones cósmica: formamos parte de una guerra universal en la que están implicados hombres buenos y malos, ángeles y demonios.
Este mito de los "ángeles/hombres violadores" (hombres que quieren aparecen como ángeles…) no ha sido totalmente aceptado por la Biblia (que defiende la soberanía superior de Dios y la libertad de los hombres), pero ha influido mucho en toda la experiencia religiosa posterior de occidente, hecha de miedos cósmicos e invasiones diabólicas, muy vinculadas al deseo sexual. De aquella violación antigua, expresada como rapto, surgieron los gibborim, esto es, los profesionales de la guerra que parecen haber dominado nuestra historia. Ellos enseñaron a los hombres las diversas asignaturas y técnicas de seducción y violencia que parecen haber dominado desde antiguo nuestro mundo.
2.Lamek, La segunda guerra: El sometimiento violento de las mujeres
En el comienzo de la Biblia, después de Adán y Eva, Caín y Abel (guerra de hermanos) y después de la “violación general de las mujeres” (evocado en el tema anterior) viene la historia de Lamek, el primer hombre poderoso de la tierra.
Lamek tomó para sí dos mujeres. El nombre de la una era Adah y el nombre de la segunda Sllah (que fueron madres de pastores, músicos y herreros)... Y dijo Lamek a sus mujeres: «Adah y Sillah ¡escuchad bien mi voz! Mujeres de Lamek ¡prestad oído a mi palabra! Yo he matado a un hombre por causa de una herida, a un muchacho por razón de un golpe; pues Caín será vengado siete veces y Lamek setenta y siete» (Gen 4, 19-24).
Lamek es creador cultural, héroe civilizador, y así aparece vinculado a los grandes creadores de la historia humana: es descendiente de Caín (agricultor) y de Henoc (fundador de la ciudad), siendo a su vez padre de los hijos que representan los restantes tipos de vida organizada: pastores, músicos y herreros. Así representa el conjunto de la humanidad, apareciendo, al mismo tiempo, como organizador de la vida familiar, tomando a dos mujeres a las que domina a través de una ley de violencia y venganza.
Lamek se hace dueño de dos mujeres y para protegerlas (para tenerlas para sí) tiene que declarar la guerra a todos los restantes hombres. Éste es el pecado su pecado: Es, polígamo (con matrimonio oficial o sin matrimonio). Domina domina a sus mujeres y para tenerlas sometidas y mata a sus contrincantes.
Sólo él tiene la palabra; las mujeres aparecen como receptoras pasivas de esa ley de violencia sagrada y social. Carecen de voz, no pueden decir nada, simplemente escuchan lo que Lamek les dice: son posesión que él debe custodiar con celo y sangre, son mujer-objeto. La ley de la violencia que aquí se instaura de un modo sagrado (setenta y siete veces) tiene dos finalidades: mantener a las mujeres sometidas (que introyecten la ley de su marido), expulsar a los posibles contendientes (otros machos que puedan desearlas).
3.La “hija” sacrificada de todas las guerras (Jefté)
Y Jefté hizo un voto a Yahvé: – Si entregas a los amonitas en mi mano, el primero que salga a mi encuentro de las puertas de mi casa, cuando regrese victorioso lo ofreceré para Yahvé en holocausto... Y cuando regresaba... le salió a recibir su hija con címbalos y danzas. Y ella era única; no tenía fuera de ella hijo ni hija. Al verla rasgó sus vestiduras y exclamó: – ¡Ay, hija mía! Me has perturbado por completo. Tú misma me has hecho desgraciado, pues yo he abierto mi boca ante Yahvé y no puedo volverme atrás!... (Jc 11, 30-31.34-40).
Del padre Abraham, que al fin no mata a su hijo Isaac (lo sustituye por un cordero) la Biblia nos lleva al padre pasamos a Jefté, padre guerrero, que ofrece y sacrifica a su hija, “acción de gracias” (a consecuencia por la victoria obtenida sobre los enemigos”. Jefté gana la guerra, pero pierde la paz, pues para ser así guerrero tiene que vender y matar a su propia hija,
Es como si dijer: «Dios me ha dado lo más grande, la victoria; yo tengo que darle lo mejor, lo único que tiene valor para mí: la vida de mi hija». Pero no es que Dios como tal le pida y exija la vida de su hija… Es que él, Jefté, para ser guerrero y ganar la guerra tiene que poner en riesgo a su hijo, tiene que renunciar a lo más humano que tiene, en el fondo, a lo único que tiene, lo único que quiere: A su hija (la mujer está en otro plano, no es suya…). Él mismo ha sido expulsado de casa de niño, por ser de origen “extraño”. Puede ganar todas las guerras del mundo. Jamás podrá abrazar con amor y ternura a su hija, lo único bueno que ha “hecho” en su vida.
Para ganar en la guerra hay que sacrificar a la hija (a las hijas, a las mujeres como don libre y pacífico de amor y de vida). Matando enemigos y ganando la guerra, el fuerte guerrero tiene que sacrificar a sus mismas hijas, al fruto y amor de su vida. Este padre Jefte (esta sociedad) tendría que renunciar a la guerra para celebrar la vida con sus hijas cantoras. En esta sociedad de guerra podemos ganar mil batallas, pero perdonas a las hijas, el canto y amor de las hija, el baile de fiesta de la vida.
4.La guerra de 'Aksah: Ganar la guerra, conquistar una mujer (el premio de guerrero).
La relación de guerra y sexo (conquista militar y violación de mujeres) que aparecía en el texto anterior de una forma mítica (paradigmática) viene a presentarse de manera más sencilla e histórica en diversos textos de la tradición bíblica. En las más diversas tradiciones de oriente y occidente, casi hasta el momento actual, las mujeres han aparecido como regalo normal (y legal) del guerrero. Lo mismo pasa en la Biblia:
Y Kaleb dijo: – A quien bata a Qiryat-Séfer y la tome le dará a mi hija 'Aksah como mujer. Y la tomo 'Otniel, hijo de Qenaz, hermano menor de Kaleb; y este le dió a 'Aksah su hija como mujer... Kaleb le preguntó: – ¿Qué te pasa. Y ella contestó: – ¡Concédeme una bendición! (=berakah, que significa también regalo, alberca, pozo). Ya que me has dado una tierra desierta (=pais del Neguev), dame también fuentes de aguas. Y le dio Kaleb las Fuentes de Arriba y las Fuentes de Abajo (Jc 1, 12-13. 14b-15).
Una mujer como Aksa no se gana con amor, con diálogo, en libertad… “Conseguir una mujer” es como ganar una guerra, conquistar una ciudad… La mujer es un botín, un bien “propio”, porque lo he ganado en fiera guerra. El padre, que la ha engendrado y actúa como dueño de su hija, se la concede al mejor guerrero, a quien sepa conquistar la ciudad, como Jefté que había prometido su hija a Dios si le concedía la victoria.
Conseguir una mujer es una guerra… como conquistar una ciudad… Pero esta mujer quiere ser conquistada, como si dijera: A ver quién es el más valiente que me conquista… La hija de Jefté quería llorar antes de morir. Por el contrario, la hija que Kaleb concede como don (ciudad) para el mejor guerrero, acepta gozosa su suerte y pide a su padre que, junto al campo yermo que rodea a la ciudad, le conceda un estanque de aguas (berakah: alberca, bendición), para que los hombres puedan vivir de un modo confortable.
La mujer es premio del guerrero. Simbólicamente, ella aparece como ciudad que se debe conquistar. No es sujeto persona con quien hay que dialogar, sino dificultad, algo que se debe tomar (conquistar, dominar) por la fuerza, siendo objeto de contrato entre padre y marido. Ella no cuenta en el reparto o cambio de poderes entre un dueño y otro. Siendo objeto de conquista (tomar la ciudad, apoderarse de ella), se vuelve mercancía. Ya no hay rapto puro (como en Gen 6) sino contrato entre varones (padre y esposo). Pero a fin de cumplir su cometido (volverse madre, alimentar a su marido).
5.La bella cautiva. Guerra para violar/casar mujeres. ¿Se puede convertir a la esclava en dueña, amiga libre?
En un contexto semejante se inscribe el texto sobre las mujeres cautivas de guerra, texto que refleja una de las normas legales más duras de la historia de occidente, una norma que, sin embargo, puede volverse de algún modo humanitaria. Ella está codificada en el Derecho más sagrado de Israel, es decir, en el libro del Deuteronomio:
Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y Yahvé, tu Dios, te los dé en tu mano y cautives cautivos y veas entre los cautivos una mujer de hermoso aspecto y la deseas y la tomas por esposa, la introducirás dentro de tu casa y se rapará la cabeza y se cortará las uñas; y se quitará el vestido de cautiva y habitará en casa y llorará a su padre y a su madre por un mes; y después de esto entrarás en ella y la poseerás y será para ti esposa. Y si resulta que después no la quieres la dejarás marchar en libertad, pero no la venderás por dinero, ni la convertirás en esclava, pues la has humillado (¿desflorado?) (Dt 21, 10-14).
En el fondo de esa ley está la “costumbre” inmemorial de conquistar a saco una ciudad. Da la impresión de que el hombre esté “hecho” (se demuestra “hombre”) matando enemigos y violando a mujeres vencidas. La Biblia no puede cambiar lo que es "costumbre" inmemorial: el guerrero que arriesga la vida tiene derecho a tomar la mujer que necesite, para violarla si quiere, saciando su ansiedad, o para cautivarla, haciéndola su esclava.
Pues bien, nuestro texto introduce una novedad muy significativa: puede que un guerrero quiera a una mujer vencida como esposa, elevándose sobre la pura descarga sexual (violación) o el puro instinto de dominio (esclavitud). En ese caso, el guerrero debe "retrasar" su apetito, aprendiendo a comportarse con ella de una manera más humana. Tiene que dejar que ella que llore por un mes a su familia, como se llora por los muertos (como lloraba la hija de Jefte por su virginidad, a lo largo de dos meses). Sólo después que él se ha contenido y ella ha llorado (en gesto de muerte) pueden casarse.
6.De la guerra a la “fiesta” para raptar mujeres
El texto que ahora comentamos forma parte de una durísima trama de violación, sacrificio de la esposa, venganza militar y rapto de mujeres (Jc 19-21). Dejamos aquí a un lado la parte principal y más violenta… Un levita “deja” que violen a su mujer, y después proclama un tipo de “guerra santa” para vengar esa violencia… Al final de una especie de “guerra infinita”, sin posible solución, los hombres “sabios” descubren una forma de “evitar la guerra por mujeres”, instituyendo un tipo de fiesta para “raptar mujeres”. Así dijeron los “sabios varones” a los duros guerreros que habían matado a sus posibles mujeres (o que quedaron sin mujeres) en la durísima guerra:
He aquí que es la fiesta anual de Yahvé en Silo... Id y escondeos entre las viñas. Mirad, y cuando las hijas de Silo hayan salido para danzar en corro saldréis de las viñas y raptaréis cada uno para sí una mujer de entre las hijas de Silo y os iréis a la tierra de Benjamín. Y si vienen sus padres o sus hermanos a querellarse ante nosotros les diremos (les diréis): «Sed benignos... pues no fuimos capaces de tomar una mujer para cada uno en la guerra» (Jc 21, 19-22).
Estos hombres sabios de la ciudad sagrada de Silo justifican la violencia que se pone al servicio de su poder sobre las mujeres y de su descendencia. Por eso, si no logran conseguir mujeres de otra forma, pueden (deben) acudir al rapto. Es evidente que en el fondo del relato hay una especie de folklore, una leyenda de la fiesta de Yahvé, relacionada a la vendimia y el baile de las viñas en otoño. Danzan las muchachas no casadas y se esconden en las cepas los guerreros, para salir luego y llevar cada uno a la que él quiere o puede conseguir por fuerza.
Estrictamente hablando aquí no hay guerra, sino robo. Es la fiesta de Yahvé, celebración de la vida sobre el campo en el otoño, tiempo de deseos. Se puede suponer que habrá muchachos mirando con deseo tras las cepas. Se puede suponer que las muchachas han salido a bailar sabiendo que pueden ser raptadas. Sea como fuere, este baile de muchachas en otoño viene a presentarse como tiempo de guerra nupcial, de rapto bendecido por el mismo Dios. La mujer nace y se educa para ser robada, en una fiesta de Yahvé que se interpreta como guerra.
Año tras año salen y bailan sobre el campo, entre las viñas, las muchachas de Silo (y otros lugares) en gesto que expresa el gozo de la vida. Pero los varones guerreros piensan que ellas danzan precisamente para ser vistas y robadas. No les pregunta si quieren, no les piden permiso. Piensan que la "ley" de violencia de la guerra se puede imponer sobre el gozo vital de las mujeres danzantes. Por eso van, hacen guerra "fácil" contra ellas, las roban. Los mismos padres o hermanos "cuidadores" de las muchachas deben consentir en la violencia: son también responsables y cómplices de esta guerra/fiesta de Yahvé, dirigida contra las mujeres a quienes se dirá que es un honor y gloria ser raptadas y empleadas sexualmente, para que perdure la memoria de los varones guerreros (violadores, ladrones) sobre el mundo.
Una conclusión para la iglesia. Del Dios patriarcal al sometimiento de los seres humanos, en especial de las mujeres
La relación de los hombres aparece así en este contexto como una relación dominio, violación y/o guerra. Quizá podamos afirmar que la violencia de los varones (expresada en el ritual de sacrificios) nace de la envidia que sienten por no ser dueños de la vida como la mujer (Eva), que dijo¡Kaniti! (=Caín):¡He conseguido un hijo de parte de Yahvé! (Gen 4, 1). La mujer recibe y da, no necesita matar para saberse vinculada a los poderes creadores del gran cosmos. El hombre, en cambio, es incapaz de dar vida (no es mujer) y sólo puede hacerse (=sentirse) dueño de ella cuando vence o mata al otro (otro ser humano) con violencia (Gén 4, 2-16).
Las cosas son mucho más complejas, y la misma Biblia cuenta otras historia “no guerreras” de hombres y mujeres. Pero éstas se encuentran ahí, en la Biblia judía y cristiana, como un aviso, una forma de actuar que debe superarse (como afirmará Pablo: Ya no hay hombre ni mujer, todos somos unos en Cristo: Gal 3, 28). El camino está abierto, pero en esto de la dualidad de sexos no hemos superado el patriarcalismo. Esto es algo que la jerarquía de la iglesia católica no ha comprendido… y mientras no lo comprenda no puede tener clara su vinculación con Jesús.
El tema es complejo, como he dicho. El patriarcalismo tiene otras raíces y formas, pero la Biblia ha puesto de relieve esas. De hecho, ha nacido el patriarcalismo como forma de realización violenta, que se expande en el (lucha entre hermanos) y en el sometimiento de las mujeres. En ese proceso de surgimiento del patriarcalismo violento han influido quizá otros factores.
- La mayor fuerza muscular del varón, más independientes de los ritmos biológicos de la maternidad, con más envergadura corporal, más dedicados a sí y a dominar juntos a las mujeres.
- La condición fisiológica de la mujer, más vinculada a los ritmos de la maternidad (gestación, cuidado de los niños). El varón, libre de esos ritmos, aprovecha su independencia para dominar a las mujeres.
- La indeterminación del varón, que no está seguro de sí, ni sabe quiénes son sus hijos, a no ser que demuestren su fuerza luchando y dominando a las mujeres. Así crearon religiones que justifican la violencia de un Dios padre…
Desde ese fondo han surgido un tipo de “arquetipos” falsos de lo humano, elaborados y simbolizados en forma religiosa:
- Un arquetipo “malo” es el que dice que Dios es ante todo Padre-Patriarca, asumiendo en el fondo dos grandes funciones: el dominio sobre la mujer (o mujeres) y la autoridad sobre los hijos o sobre el conjunto de la familia, entendida como propiedad suya. Puede tratarse, sin duda, de un poder bueno, al servicio de la vida: el padre/varón asume la responsabilidad y cuidado del conjunto familiar, apoyándose en un Dios, que sería padre originario. Pero acaba siendo ambiguo o negativo, pues conduce a la represión de la mujer y al sometimiento del conjunto familiar.
- Gran parte de los dioses patriarcales son guerreros, pues adquieren y mantienen su dominio derrotando a los poderes adversarios y mandando al infierno a los hombres y mujeres “malos”- Es un Dios que parece que no tiene capacidad creadora de perdón, de recreación, de reconciliación.. Así se dice que Yahvé o Marduk han sido entronizados después que derrotaron al caos primigenio femenino o a los monstruos de la muerte. Los dioses-reyes de Grecia, señores del Olimpo, dirigidos por Zeus, han extendido su dominio después de imponerse sobre las potencias kthónicas del caos, de la tierra, de la sangre y de la muerte. Reina Zeus porque ha derrotado a los titanes peligrosos, monstruos de inconsciencia y sangre que tenían sometidos a los hombres. Algo parecido hallamos en las mitologías de los más antiguos arios de la India o Persia. En ese contexto se puede afirmar que la violencia o guerra es "padre de todo lo que existe" (Heráclito, fr 53).
- Dioses violadores. Casi todos estos dioses de la fuerza y la tormenta (padres-reyes-guerreros) son famosos por su violencia sexual orgullosa, simbolizada en general por el toro, sacralizado desde la India y Persia hasta Palestina, Siria y Grecia por su potencia de "macho" y por su fuerza. Los israelitas ortodoxos (partidarios de un Dios trascendente) se han opuesto por siglos contra el culto a Baal-Toro o contra el mismo Yahvé-Toro, entendido como Dios que se refleja en la potencia sexual de los varones. Pero Dios-Toro ha triunfado en casi todo el oriente antiguo y el mismo Zeus aparece en formas animales, con su gran potencia engendradora. En esa línea, la mujer ha tendido a volverse una figura subordinada, limitándose a esperar, a recibir, dejando que el dios-macho actúe. Conocemos bien las aventuras, raptos y violencias sexuales de Zeus, Dios supremo de los cielos. Baste recordar la historia y nacimiento del más grande de los héroes griegos (Hércules o Heracles), hijo de Alcmena a quien Zeus sedujo, tomando la apariencia de Anfitrión, su marido. De Dios sexualmente perverso y de una mujer violada nacería la estirpe violenta de los hombres.
Estos son algunos de los rasgos de la religión patriarcalista, que tanto la Biblia como los filósofos griegos criticaron desde antiguo, pero que ha seguido teniendo un gran influjo hasta nuestro tiempo. La Biblia hebrea ha citado y condenado el mito de los dioses masculinos violadores, presentando a Dios como Aquel que Es (Soy el que Soy: Ex 3,14), por encima de toda división de sexo. Pero luego, de hecho, la religión ha seguido patrones masculinos. A pesar de ello, la tradición patriarcalista ha seguido influyendo en los herederos de la tradición griega e israelita y en el conjunto de occidente.
Esa tradición constituye una fuente de violencia, en la línea lo que algunos han llamado el logos de lo mismo, esto es, de una razón impositiva que se expresa en el dominio masculino. Esta es la razón y lógica de un mundo que sigue estando modelado por varones, que desemboca en la dominación militar que ha seguido expandiéndose en el mundo hasta el momento actual. Sólo una interpretación distinta de la Biblia, partiendo de Jesús, sólo una praxis distinta de los cristianos, empezando por Jesús, puede hacer que cambie esta visión de la guerra contra las mujeres.