Gaza son dos chivos: uno expiatorio (Yahvé); otro emisario (Azazel )

 Según Levítico 16, Israel necesitó dos chivos, uno expiatorio, otro emisario, para aceptar, celebrar y "superar" su violencia.

La fiesta de esos chivos se sigue celebrando cada año, en total silencio, abstinencia y descanso, el  Yom Kippur, día de los bucos machos, expiatorio y emisario. Nada se mueve ese día, no se juega ni al fútbol, no se va a la playa, ni se acude a los negocios.

Hay muchas razones por las que no acabo de entender esta fiesta de los chivos, ni la de Gaza que me parece su guerra. por mucho que la estudie en hebreo,  Por eso me limito a "contar" su argumento, con el texto de  dos diccionarios  que he dedicado en parte al tema: Uno de Biblia; otro de las Tres Religiones. Quizá mis lectores descubran mejor que yo su sentido. 

INTRODUCCIÓN

Tanto la religión como la política sacrificial tienden a ocultar la verdad y nos hacen creer que el «chivo de Dios Yahvé» ha sido justamente sacrificado y que el de Azazel es culpable, de manera que pueden descargarse en él todos los pecados del entorno.

En esa línea, la «buena religión»  y la "política buena" sacraliza la violencia y perpetúa la expulsión para mantenerse a sí misma.  Pero la Biblia en su conjunto nos ha permitido abrir los ojos para que podamos descubrir la mentira de un sistema de violencia como éste.

Desde ese fondo entendemos a Jesús, el inocente, que proviene de Dios y revela sobre el mundo la fuerza creadora de su amor. No ha querido responder a la violencia con violencia: rechaza el sistema de la sangre sacrificial interior (las víctimas internas del sistema) y el sistema de expulsión (las víctimas externas) y quiere unir a todos en torno a su propuesta de gratuidad universal.

Jesús no acepta sacrificios que justifican la opresión de los inocentes, ni la expulsión de los pretendidos culpables. Se ha dejado matar siendo inocente y de esa forma rompe los mecanismos de divinización de la violencia, supera para siempre la religión de chivos, como sabe ya la carta a los Hebreos.

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  1. Chivo expiatorio y chivo emisario. Violencia de Dios y de Azazel (Lev 16)

             Del sacrificio de Abel, abriendo un gran arco histórico y cultural, en el que hemos situado a Prometeo con su toro, pasamos al sacrificio del chivo expiatorio (o de los dos chivos) de Lev 16, que podemos entender como culminación y compendio de toda la violencia social y religiosa que los fieles expresan y celebran cada año, en la fiesta que ha venido a convertirse en el centro del año litúrgico judío: el yom kippur o día de la gran expiación. Este pasaje constituye uno de los textos básicos de la cultura de occidente y nos sitúa ante el sentido más profundo de la violencia social y religiosa que sigue dominando el mundo. Es un texto ritual (escrito para regular una celebración), pero refleja y actualiza uno de los mitos más significativos de la historia humana.

Es un rito de sacerdotes que han descubierto el sentido de la violencia originaria y que quieren expresarla y conjurarla, para que nos se extienda, de manera que los hombres puedan vivir, situándose ante el bien y el mal. El sacrificio de Prometeo, servía para separar a los hombres de los dioses. Este sirve para separar el bien y el mal dentro de mismo Dios y dentro de la historia de los hombres y en ese sentido se puede comparar con el de Caín y Abel, que ya no tienen que luchar entre sí, pues cada uno tiene un chivo diferente y los dos son necesarios. Este sacrificio sirve de expiación: el pueblo tiene que lavarse ante Dios, limpiar sus manchas, reparar sus culpas. Al mismo tiempo, nos permite comprender el dualismo sagrado, pues nos sitúa ante un posible antagonista de Dios que lleva el nombre enigmático Azazel (a quien podríamos comparar con la fiera interior de Caín o con Prometeo). Pero en el fondo sigue manteniendo la trascendencia divina. Sobre el paralelismo antagónico de dos machos cabríos, uno de Dios, otro de Azazel, se eleva la visión de un Dios también vinculado a la violencia: 

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  1. (El santuario). Yahvé habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón; se acercaron a Yahvé y murieron: «Di a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el santuario, más allá de la cortina, hasta el propiciatorio (kapporet) que está sobre el arca. Así no morirá, porque ye me dejo ver en una nube sobre el propiciatorio. Así entrará Aarón en el santuario: Con un novillo para la expiación y un carnero para el holocausto... (Lev 16,1-6).
  2. (Los machos cabríos). Además recibirá de la asamblea (´adat) israelita dos machos cabríos (=chivos) para la expiación y un carnero para el holocausto Después tomará los dos chivos y los presentará ante Yahvé, a la entrada de la tienda del encuentro. Y echará Aarón las suertes sobre los dos chivos: una suerte para Yahvé, otra suerte para Azazel. Tomará Aarón el chivo que haya tocado en suerte para Yahvé y lo ofrecerá en expiación. Y el chivo que haya tocado en suerte para Azazel lo presentará vivo ante Yahvé para hacer sobre él la propiciación, para enviarlo a Azazel, al desierto... (16, 7-10).
  3. (El chivo de Yahvé). Aarón, degollará el chivo de la expiación por el pueblo e introducirá su sangre detrás de la cortina y hará con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: la salpicará sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Y hará la propiciación por el santuario, por las impurezas de los hijos de Israel, por sus delitos, por todos sus pecados. Lo mismo hará en la tienda del encuentro que está con ellos, en medio de sus impurezas... Después irá altar que está delante d e Yahvé y hará la propiciación por él: tomará del novillo y del chivo y la pondrá alrededor, sobre los cuernos del altar. Salpicará sobre el altar siete veces con la sangre de su dedo. Así lo purifica y santifica de los delitos de los israelitas (Lev 16, 15-19).
  4. (El chivo de Azazel). Acababa la propiciación del santuario, de la tienda del encuentro y del altar, hará aproximar el chivo vivo. Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del chivo vivo y confesará sobre él todos los delitos sobre la cabeza del chivo y lo enviaré al desierto, por medio del encargado. El chivo llevará sobre él todos los delitos a una tierra solitaria; y el encargado soltará el chivo en el desierto (16, 20-22).
  5. (Conclusión). Después, Aarón entrará en la tienda del encuentro, se quitará los vestidos de lino....Y el que ha llevado el chivo para Azazel lavará sus vestidos, se bañará...Las víctimas expiatorias, el chivo y el carnero, cuya sangre se introdujo para la propiciación en el santuario, se sacarán fuera del campamento y se quemarán piel...Es ley perpetua. El día diez del séptimo mes haréis penitencia...Ese día se hace la propiciación por vosotros a fin de purificaros: quedareis limpios de todos vuestros pecados ante Yahvé... (Lev 16, 23-24) [1].

a) ¡Que Aarón no entre en cualquier tiempo! (Lev 16,1-6). Israel ha construido un templo de Dios, con un patio externo donde está el altar, al aire libre, a la vista de los fieles, una tienda o lugar de encuentro, que podemos llamar Santo, propio de los sacerdotes oficiantes, y finalmente un Qodes o Santísimo, más allá de la cortina, donde sólo penetra una vez al año el Sumo Sacerdote (cf. 16, 34).

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Dios se ha reservado un espacio donde habita, sosteniendo la vida de sus fieles, pero recibiendo también los pecados e impurezas que ensucian su nombre y su presencia. Por eso se establecen unos ritos de purificación para que le devuelvan la pureza, permitiendo que el pueblo vuelva también a ser puro. Como sacramento que indica la unidad y separación entre Dios y el pueblo se ha establecido una Cortina (Paroket: 16, 2.12.15), un velo de misterio que separara el Santo (tienda del encuentro) y del Santísimo o lugar del gran silencio donde sólo entra una vez al año el Sumo Sacerdote, revestido de ornamentos oficiales, con la sangra de propiciación. En el centro del Santísimo se encuentra el Kapporet, propiciatorio o placa que recubre el arca de la alianza, como escabel donde Yahvé pone sus pies, al sentarse en el trono invisible de su templo. El texto empieza recordando el misterio del lugar: Quien entre allí sin causa morirá[2]. 

Gran Diccionario De La Biblia de Xabier Pikaza Ibarrondo 978-84-9073-163-5

Los dos chivos. El Sumo Sacerdote (16, 7-10).

En torno al espacio sagrado del templo se abre un círculo de vida para el pueblo; más allá queda el desierto de Azazel amenazante. Pues bien, cuando llega el tiempo sagrado de la expiación se vinculan de forma especial Dios y pueblo, emergiendo también Azazel... En el centro como mediador litúrgico actúa el Sacerdote.

Dios está definido como Santidad, según indica el lugar donde habita (Qodes, lugar santo). Ciertamente es dueño universal del cosmos y tiene su morada sobre el cielo (cf. 1 Rey 8), pero he elegido el templo de Israel como lugar de su presencia.

  1. Azazel es la antítesis de Dios, signo del pecado que habita en el desierto. El texto no teoriza: no se esfuerza por fijar su rostro, definirle o presentarle (pues es un texto de rito, no de mito). Sabe, sin embargo, que Azazel habita fuera, al margen de nuestra morada, al exterior de la frontera que separa lo puro de lo imputo.
  2. El pueblo se encuentra de algún modo entre la pureza de Yahvé y el pecado de Azazel. Aquí no se citan sus instituciones sociales, ni sus rasgos familiares, económicos, sociales. Lo que importa es la mancha o pecado (violencia) del pueblo, que debe purificarse, pues de lo contrario se podrá destruir el mismo pueblo.
  3. Entre Dios y Azazel, representando al pueblo, se eleva el Sacerdote, un hombre capaz de realizar el rito de purificaciones, tomando en sus manos la sangre que limpia y consagra el santuario, para expulsar los pecados del pueblo, cargados sobre el chivo de Azazel.

 En este contexto se sitúan los dos chivos, que empiezan siendo ambivalentes: pueden significar el bien (sangre de Dios), pero también el mal (pecado de Azazel). Están en el límite entre Dios y Azazel, en la frontera donde bien y mal se tocan. Son, sin duda, una expresión del pueblo: Las dos caras de una misma humanidad violenta que puede ser perdonada sobre el templo (sangre purificadora) o destruida en el desierto. Son ambivalentes y por eso se deben sortear, en gesto que recuerda viejos ritos sagrados, conocidos dentro de Israel por los Urim y Tummim (cf. Ex 28, 30; Lev 8,8; Núm 27, 21; Dt 28, 8.10). Es como si, llegando al límite, no se distinguieran bien y mal, Dios y Azazel, violencia buena y mala. 

Chivo de Yahvé, la víctima expiatoria (16,15-19).

Saviez-vous que l'expression "bouc émissaire" vient de la Bible ...

Con el chivo de Dios y un novillo se realiza el rito de propiciación, esparciendo la sangre de los animales sacrificados sobre el Altar externo, en el Santo interior, y el Santísimo escondido. La sangre es la violencia al servicio de la vida, de manera que ella sirve para expiar (cf. Lev 17,11), esto es, para reconciliar a los hombres con Dios y, al mismo tiempo, entre sí. Esa sangre ritual limpia los lugares centrales del gran santuario, empezando por la más sagrada:

El propiciatorio del Santísimo, más allá del velo, donde parecían pegarse simbólicamente los pecados, que la sangre limpia, de manera que los hombres vuelven a ser transparentes ante Dios.

  1. La tienda del encuentro o Santo donde los sacerdotes presentan sus ofrendas y oraciones, de manera que el templo vuelve a ser espacio de comunicación con lo sagrado.
  2. El Altar del gran patio, a cielo abierto, donde se quema la carne de los sacrificios y donde había quedado pegada la impureza de los muchos pecados de los hombres, que deben limpiarse con sangre. 

 El texto supone que los hombres necesitan "víctimas" para reconciliarse. Ellos se enfrentan entre sí y se matan, en proceso de oscurecimiento creciente: Olvidan la santidad del Señor y llenan todo el mundo de impureza. Pero Dios les ofrece un medio de purificación: la sangre del chivo sacrificado y la del toro con la que el Sumo Sacerdote asperge y limpia el Santísimo, el Santo y el Altar.

Todos los israelitas se han unido sobre la explanada santa, como poniendo sus manchas en manos del Gran Sacerdote que lleva la sangre del chivo y del toro más allá de la cortina, limpiando con ella (en ella) el espacio de Dios, el mismo templo y el altar. Esta es la fiesta del perdón, el sacramento de la sangre, el gran signo de la violencia ritual que permite que los hombres superen la violencia social y se reconcilien, purificados ante Dios.

 La sangre del torno y el macho cabrío funciona así en la línea del talión: Es sangre sagrada (ofrecida a Dios), que sirve para superar el riesgo de la sangre asesina, es violencia ritualizada, que se expresa por el sacrificio de unos animales sagrados, que nos permiten superar el riesgo de violencia social que nos amenaza. Esta es religión de una violencia que vence a otra violencia, la "sangre del chivo de Dios" que es más fuerte que la mancha pecadora de los hombres. Esta es la violencia sagrada interior, de los que unen ante Dios por la sangre sacrificada. 

El chivo expiatorio by René Girard

Chivo de Azazel, víctima emisaria (16, 20-22).

Pero hay algo que los hombres no pueden limpiar o purificar, ni siquiera a través de la sangre de los sacrificios. Para eso está el chivo de Azazel, sobre cuya cabeza carga el sacerdote los pecados del pueblo, para enviarlo después, como víctima emisaria, más allá de las zonas habitadas, al ancho cerco de desierto que rodea nuestro mundo. No todo es templo y lugar de santidad. No hay sangre que pueda limpiar toda mancha, no hay sacrificio que aplaque hasta el final toda violencia. Por eso, fuera del campo donde se aplican los sacrificios purificatorios (con la sangre que limpia el Santísimo, el Santo y el Altar), queda el ancho desierto que no puede ser purificado ni reestablecido. Por eso, con el chivo de Azazel hay que expulsar a todos los que destruyen la paz del pueblo.

De esa forma se establecen los dos polos simbólicos fuertes de esta densa geografía sacral, abierta al mundo entero y no sólo a Israel y a sus creyentes. 1. Hay un centro sagrado, un lugar de pureza en el que Dios habita, un santuario donde los hombres pueden expiar sus pecados, de manera que expulsan lo malo y quedan limpios, para comenzar de nuevo su vida de purificados.

En este contexto se enmarcan los pecados que pueden perdonarse y así puede surgir y surge la comunidad de los reconciliados por la sangre, es decir, por la violencia del chivo expiatorio de Dios que es más poderoso que la violencia de los hombres. 2. Pero, al mismo tiempo, existe una periferia impura, un desierto donde ni la sangre puede ya purificar los pecados de los hombres. Este es el campodesolado de Azazel, al que se expulsa el segundo chivo, que es chivo emisario, que lleva los pecados que no pueden perdonarse, de manera que ellos queden así en el lugar-del-no-perdón, espacio de violencia duradera, infierno permanente, fuera del campo sagrado de Israel.

El texto no define más las funciones de Azazel y de su chivo emisario, de manera que se ha interpretado de diversas formas; pero nos permite decir los dos chivos son complementarios: todo aquello que Dios ha limpiado al limpiarnos (al purificar el lugar de su presencia, con el chivo expiatorio) descubre, como por contraste un nuevo tipo de suciedad, que ya no se puede expiar y purificar desde dentro, de manera que hay que enviarla fuera, con el mal chivo emisario, al desierto externo. Desde aquí se ven las diferencias.

  1. El sacerdote mata al primer chivo, de manera que su sangre se vuelve expiatoria y se emplea, con la sangre del toro, como fuente de purificación para los creyentes, a fin de que ellos puedan vivir así tranquilos sobre el mundo
  2. Por el contrario, el sacerdote expulsa al chivo de Azazel, mandándolo vivo al desierto, sin limpiar sus pecados, sin superar sus violencias, sin matarlo. Ese chivo representa, por tanto, la exterioridad impura, aquello que no puede redimirse y que queda, de esa forma, para el diablo; es un chivo emisario, pero no para Dios, sino para Azazel.

En esta línea se enmarcan los dos signos principales y complementarios.

Le Bouc émissaire - Seriebox

  1. Lasangre expiatoria, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares básicos de nuestra convivencia en el mundo, nos limpia y purifica hacia dentro; misma la violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, nos permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro.
  2. (2) Por el contrario, el chivo al que mandamos vivo hacia el desierto, es un emisario para Azazel. No podemos purificarnos con su sangre, pues su sangre no es sagrada para Dios; por eso le mandamos como chivo emisario sobre el que hemos descargado nuestras violencias, convirtiéndole de esa forma en la otra cara del chivo expiatorio, llevando consigo todos los pecados y violencias que no pueden purificarse.

Los celebrantes del rito nos unimos de esas dos maneras: 1. recibiendo unidos, hacia dentro, la sangre del perdón de Dios (por la sangre del chivo de Yahvé); 2. descargando la violencia interior sobre un «tercero», un chivo emisario a quien mandamos al desierto. No podemos matarle de un modo ritual, pues Azazel no quiere víctimas puras (¡la sangre ritual es de Dios!), pero cargamos sobre él las culpas de todo el pueblo y así, lleno de impureza, lo enviamos al desierto. De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo de Dios y de su toro), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo.

Este Dios de los dos chivos es Dios bueno, Señor de la cultura y de la historia: unifica a los hombres, les permite sentirse limpios en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad que vive unida por gracia de la sangre ritual, del sacrificio compartido (del Chivo santo y del toro). Pero su limpieza (¡hecha de sangre santa!) exige la expulsión de aquellos a quienes se manda al desierto exterior, con el Chivo de Azazel. Así pueden concretarse las dos grandes experiencias: la purificación interior expresada por la sangre del buen chivo sólo es posible con la expulsión del mal chivo y de aquellos que él representa. La paz hacia centro se vincula, según eso, con la violencia hacia fuera: hay que amar a los amigos (chivo de Dios) y odiar a los enemigos (chivo de Azazel), en contra de lo que Jesús dirá en Mt 5, 43-44 (superando así la doble moral que ha marcado y sigue macando nuestra historia).

CONCLUSIÒN. YOMM KIPPUR. GUERRA DE GAZA

Este es el contenido de la gran fiesta del Yom Kippur, que ha definido por siglos la experiencia israelita. Imaginemos la escena final: concluida la representación sacrificial y catártica de la sangre del buen chivo (con el toro), después de haber expulsado al mal chivo al desierto, donde queda en manos de Azazel, sin poder acercarse al santuario, los reconciliados pueden volver a sus casas y vivir en paz de Dios un año más. Pero han dejado sangre sobre el altar y han tenido que expulsar hacia el desierto a los culpables. Así seguirán viviendo, apoyados en la purificación interior sangrienta y en la expulsión exterior, que es aún más terrible, sin llegar nunca a purificarse del todo (como ha recordado Hebr 9).

Gran parte del judaísmo posterior será una meditación sobre este simbolismo sacrificial de los dos chivos: los apocalípticos, los separados de Qumrán, los cristianos... resolverán de maneras distintas y complementarias este enigma del chivo sangriento de Dios, cuya sangre sirve para purificar al pueblo, y del chivo de Azazel, al que se envía al desierto externo, como emisario satánico.

¡Se lavarán los vestidos...! (16, 23-24). Esta ha sido la fiesta de sangre y expulsión que garantiza la vida y unidad del pueblo. Año tras año, los israelitas han debido repetirla para descubrirse perdonados y poder continuar su dura marcha sobre el mundo. El Dios del buen chivo sacrificado les ha permitido vivir en unidad, aunque rodeados por una cultura de pecado, donde reina Azazel en el desierto al que han expulsado al otro chivo. Este ha sido un rito peligroso, que ha capacitado a los israelitas para ver el gran misterio de la división sagrada y para habitar reconciliados en una tierra rodeada Satán. De esa forma, ellos se sienten capaces de caminar por la estrecha senda, entre Yahvé y Azazel. Por eso se dice al final que tanto el buen sacerdote como los portadores del chivo de Azazel «tendrán que lavarse los vestidos» Ha terminado el rito. Se han cumplido las suertes de la vida (expresadas en las suertes de los chivos sorteados, uno para el Dios que purifica por la sangre, el otro para el Diablo del desierto). Sigue la vida[3].

Pero esta es la vida de aquellos fundan su unidad interior en la violencia del chivo de Dios, cuya sangre les purifica, y en la violencia más grande del chivo Azazel, al que mandan al desierto (al que pueden combatir y matar, como se mata a los enemigos de Dios). Pero los que celebran este rito (los sacerdotes de Jerusalén en tiempo del poder persa, helenista o romano) no necesitan matar a los enemigos: los expulsan, los dejan fuera del círculo resguardado de la vida de los fieles de Yahvé. Quizá actúan así porque no tienen poder político ni militar para matar a los impuros. En otros momentos, otras autoridades religiosas y, sobre todo políticas, no sólo matarán a los enemigos interiores (chivo expiatorio), sino que enviarán también al desierto de la muerte a los enemigos exteriores (chivo emisario). Así han hecho muchos poderes cristianos a lo largo de la historia, interpretando en forma social y política este texto (la expulsión de Azazel).

NOTAS

[1] Sobre Lev 16 y el chivo expiatorio ha fundadoR. Girard su teoría de la religión y el sacrificio (cf. El misterio de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982; El Chivo Emisario, Anagrama, Barcelona 1992; G. Barbaglio, Dios ¿violento?, EVD, Estella 1992; R. Schwager, Brauchen wir einen Sündenbock?, Kösel, München 1978). Pero su visión, sendo luminosa, no logra captar la diferencia y complementariedad bíblica (sacrificial y salvadora) entre los dos chivos, cosa que tampoco hace, en general, la ingente bibliografía sobre el tema. Cf. K. Aartun, Studien zum Gesetz über den grossen Versöhnungstag Lev 16, mit varianten. Ein ritualgeschichtlicher Beitrag, Scandin. JourTh 34 (1980) 73-109; G. A. Andersen, Sacrifices and Offerings in Ancient Israel: Sudies in their Social and Political Importance, HSM 41 Atlanta 1987; G. Deiana, Il giorno dell’ Espiazione,. Il “kippur” nella tradizione biblica, ABI 30, EDB, Bologna 1995; F. H. Gorman, The Ideology of Ritual, JSOT SuppSer, Sheffield 1990,61-102; L. L. Grabbe, The Scapegoat: A Sudy in Early Jewish Interpretation, JSJ 18 (1987) 152-167; B. Janowski, Sühne als Heilsgeschehen: Studien zur Sühnetheologie der Priesterschrift und zur Wurzel KPR in Alten Orient und in ALten Testament, WMANT 55, Neukirchen 1982; N. Kiuchi, The Purification offering in the Priestly Literature, JSOT SuppSer 56, Sheffield 1987; H. M. Kümmel, Ersatzkönig und Sündenbock, ZAW 80 (1968) 289-318; B. A. Levine. In the presence of the Lord: A Study of Cult and Some Cultic Terms in Ancient Israel, SJLLT 5, Brill, Leiden 1974; H. Tawil, 'Azazel the Prince of the Steppe:A comparative Study, ZAW 92 (1980) 43-59; R. de Vaux, Instituciones AT, Herder, Barcelona 1985, 528-577. Comentarios al Levítico: A. Ibañez Arana, El levítico. Introducción y comentario, Eset, Vitoria/ 1971; G. T. Wenham, Leviticus, NICOT, Grands Rapids MI 1979; E. Cortese, Levítico, Marietti, Casale Mo 1982; M. Noth, Leviticus, ATD 6, Göttingen 1962. Visión teórica de fondo enR. Girard, El misterio de nuestro mundo, Sígueme, Salamanca 1982; El Chivo Emisario, Anagrama, Barcelona 1992; G. Barbaglio, Dios ¿violento?, EVD, Estella 1992; R. Schwager, Brauchen wir einen Sündenbock?, Kösel, München 1978.

[2] El texto actúa despertando el miedo: nos pone ante el pavor sagrado que emana de un Dios escondido, al que nadie puede contemplar o acercarse, tocarlo. Se marca así la distancia de Dios, estableciendo simbólicamente su diferencia respecto de los hombres. Está separado y, sin embargo, atrae, centrando las miradas del conjunto de los israelitas. Sólo uno entrará en nombre de todos, para así tocar a Dios, el día de mayor sacralidad del año, en la gran fiesta del perdón.

[3] La humanidad ha necesitado los dos chivos para descargar su violencia, hacia dentro (por la sangre que purifica el santuario) y hacia fuera (en el desierto al que se expulsa al chivo de Azazel). Pero los grandes protagonistas de la Biblia (Job y el siervo sufriente, el justo perseguido y Jesús) han superado esa necesidad, desenmascarando la violencia sacrificial de la religión y haciendo posible una vida que ya no se funda en sacrificios internos y expulsiones externas.

  1. La religión sacrificial tiende a ocultar la verdad y nos hace creer que el «chivo de Dios» ha sido justamente sacrificado y que el «chivo de Azazel» es culpable, de manera que pueden descargarse en él todos los pecados del pueblo. En esa línea, la «buena religión» sacraliza la violencia y perpetúa la expulsión para mantenerse a sí misma.
  2. pero la Biblia en su conjunto nos ha permitido abrir los ojos para que podamos descubrir la mentira de un sistema de violencia como éste. Desde ese fondo entendemos a Jesús, el inocente, que proviene de Dios y revela sobre el mundo la fuerza creadora de su amor. No ha querido responder a la violencia con violencia: rechaza el sistema de la sangre sacrificial interior (las víctimas internas del sistema) y el sistema de expulsión (las víctimas externas) y quiere unir a todos en torno a su propuesta de gratuidad universal. Jesús no acepta los sacrificios que justifican la opresión de los inocentes, ni la expulsión de los pretendidos culpables. Se ha dejado matar siendo inocente y de esa forma rompe los mecanismos de divinización de la violencia.
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