Mc 12, 38-44 (10.11.24, Dom 32 T0). Contra escribas y ricos de templo. Una viuda “sacerdote”
Jesús polemiza contra escribas de ley (que viven a costa de las viudas) y ricos de templo, que dan lo sobrante para dominar sobre el pueblo y defiende a una viuda , que no puede dar dinero pues no tiene, pero entrega su vida al servicio de los oros. Ella es, para Jesús, el verdadero sacerdote de la religión de Dios, que es la vida humana
| X. Pikaza
La perícopa anterior (Mc 12, 35-37) trataba de la relación entre el Mesías y el Hijo de David, una cuestión que interesaba a los escribas, quizá porque en su fondo había un tema de poder: si el Mesías era Hijo de David debía ser poderoso, y ellos, los escribas del rey mesiánico, participarían de su poder y prestigio, apareciendo como funcionarios regios.
Ese tema de poder emerge aquí de nuevo en el centro de la discusión: Los escribas (jueces, gobernantes, funcionarios de templo) no quieren el bien de los demás, sino el dominio propio. Ellos son representantes de un poder que lleva a la opresión de los más débiles (12, 38-40) y a la exclusión de una viuda, que entrega todo lo que tiene, para quedar así sin nada (corriendo el riesgo de morir) en las manos del Dios, en quien confía su existencia (12, 41-44).
Entre estos dos polos (los escribas hipócritas, ansiosos de dinero, y la viuda pobre que regala todo lo que tiene) sitúa Jesús a sus discípulos.
38 En su enseñanza decía también:
(a. Escribas y viuda) Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.
(b. Ricos y viuda) 41 Y estando sentado frente al gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos. 43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo: Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida[1].
Ésta es una discusión de Jesús con los “escribas de fuera” (representantes de un judaísmo de ley y dinero), pero también contra un un cristianismo que quieren edificar su propio templo en claves de poder, como muestran estos dos pasajes, que se encuentran entrelazados.
(a) El primero (12, 38-40), construido en forma de advertencia general, es una diatriba contra los escribas, que pretenden ser representantes del mesianismo de David pero que sólo buscan sus ventajas y su poder de grupo; no dan su vida, sino que viven del aplauso de los otros y devoran la casa de las viudas.
(b) El segundo (12, 41-44), que empieza con un gesto de limosna de una viuda, se expande como alabanza de esa viuda, que aparece como el signo más perfecto de Jesús a quien el texto anterior ha llamado señor de David (cf. 12, 37).
Jesús no es Señor porque tiene poder para imponerse (como el mesías que quieren los escribas) sino, al contrario, porque entrega todo lo que tiene, como esta pobre viuda generosa. En ambos pasajes el tema de fondo es la riqueza-honor y la palabra que los vincula es precisamente viuda (khera): los escribas «comen las casas de las viudas» (12, 40), mientras éstas (algunas viudas) ponen todo lo que tienen al servicio del templo (10, 42).
Diatriba contra los escribas
38 Tened cuidado con los escribas, a quienes gusta pasear con largos vestidos y ser saludados en las plazas 39 Buscan las primeras cátedras en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso.
Su signo distintivo es el deseo de prestigio, interpretado como poderío. Precisamente ellos, hombres del libro, han convertido su saber (leen la Escritura, interpretan la Ley) en fuente de dominio sobre los demás (en la línea del Hijo de David). Así aparecen como representantes de la imposición sagrada y expresan la patología de lo religioso, propia de un grupo que utiliza su prestigio sacral en beneficio propio. Su poder no es de tipo militar (no brota de las armas), económico (no proviene directamente del dinero) o administrativo, sino que deriva de su pretendida sabiduría (conocen el Libro) y de su apariencia religiosa, pues "oran" (dicen tener relación con Dios) para provecho propio[2].
Los escribas, un riesgo. Ellos forman uno de los centros de autoridad del nuevo judaísmo que va a nacer (aunque es muy posible que Marcos esté criticando también a unos escribas cristianos). Ellos son profesionales del libro, es decir, aquellos que debían estudiar bien la palabra para interpretarla en favor de los más pobres. A su lado se encuentran, formando el sanedrín o gran Consejo, los sacerdotes (profesionales del culto) y los ancianos (representantes de las grandes familias, especialmente los propietarios de la tierra).
En este momento, en el final de su gran enseñanza en el templo, Jesús se dirige a los escribas de Jerusalén, y de esa forma a todos los que tienden a convertir la ley (libro-religión) en principio de poder sobre los otros. Éstos son sus signos distintivos:
− Largos vestidos (stolais: 12, 38).No son nada en sí, no se sienten seguros por dentro y por eso necesitan crear una apariencia. Viven de fachada, enmascarados detrás de unas telas y adornos que sirven para distinguirse de los otros e imponerles su dominio. En ellos critica Jesús la mentira de un tipo de vestiduras que la Ley israelita (y las costumbres rituales de muchas iglesias, incluidas las cristianas) ha preceptuado para sacerdotes y ministros religiosos (no sólo cuando ofician en el culto, sino en la vida diaria). Jesús la condena como expresión de poder falso (en la línea de 7, 3-5).
− Saludos en las plazas (12, 38). La religión les convierte en funcionarios y así ellos, por oficio, la pervierten, haciéndola principio de autoridad pública: utilizan el Libro para representar su teatro de prestigios. Quieren ser superiores (y hacerse honrar) sobre las bases de un conocimiento religioso que utilizan para así imponerse sobre los demás. Es evidente que no viven para crear comunidad sino al contrario, para elevarse sobre ella.
− Las primeras cátedras (prôtokakhedrias) en las sinagogas (12, 39). Pasamos de la calle a la casa, de la plaza al recinto donde se reúnen los creyentes. También en ese espacio imponen su dominio los escribas, convirtiendo el lugar y tiempo comunitario de estudio y plegaria en medio para imponerse sobre los demás. Así buscan las primeras cátedras (que aquí son de enseñanza, pero que podrían ser y serán pronto de “episcopado”)para controlar o dirigir desde allí a los menos dignos o sometidos, imponiéndoles su ley.
− Los primeros asientos (prôtoklisias) en los banquetes (12, 39). Jesús invitaba a comer a los demás, en grupos fraternos, ofreciéndoles los panes y los peces de su grupo. En contra de eso, los escribas se aprovechan de su religión (su dominio del Libro) para comer a costa de los otros. No forman iglesia, no crean verdadera comunión, sino que emplean su pretendida superioridad para vivir a costa de los demás.
Estos signos desembocan en un mismo final: «¡Devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones!» (12, 40). El teatro de apariencias (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto umbral de muerte para los pobres. Quien empieza aparentando como los escribas acaba destruyendo (matando) a los demás (poniéndolos a su servicio). Ésta es la iniquidad que 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y 9, 42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos)[3].
- Una religión al servicio de la muerte. De esa manera, los escribas de Dios, profesionales de la Escritura y de la oración, que debían ser fuente y principio de vida para los demás, se han vuelto buscadores de sí mismos y portadores de muerte para los “pobres”. Marcos había vinculado la oración con la misión salvadora (1, 35-39), la expulsión de los demonios (9, 29) y el perdón interhumano (11, 25).
- En esos casos, el encuentro con Dios se explicitaba en forma de comunicación, creando una familia acogedora y abierta a los expulsados del sistema. En contra de eso, los escribas judíos (y quizá los cristianos que Marcos está criticando) utilizan la oración para servicio propio, se aprovechan de Dios para imponerse a los demás: devoran las casas de las viudas. Han pervertido la religión, son cueva de bandidos (cf. 11, 17)[4].
Hemos llegado al culmen de la anti-religión, al lugar donde el cultivo técnico y profesional de lo que parece divino (conocimiento del libro sagrado y manejo legal de la palabra) convierte a sus representantes en un tipo de locos perversos y peligrosos. Estos representantes de la religión son locos porque han construido su mundo a base de inversiones, de necesidades de apariencia: piensan que son (valen) únicamente en la medida en que lo muestran hacia fuera (vestidos), y por eso necesitan recibir la confirmación externa de su valía (saludos públicos). No son nada por dentro, carecen de verdad personal; lógicamente, para demostrar su aparente realidad, deben andar llamando la atención, buscando de esa forma el reconocimiento de los otros[5].
Sabemos, por todo lo anterior, que el evangelio es gratuidad convertida en abundancia (multiplicación de los panes). El buen judaísmo debería haber sido una higuera repleta de frutos, gozosa de dar su dulzura y comida a los que pasan (cf. 11, 1214). El buen sanedrín debería estar simbolizado por una viña que ofrece abundantes racimos y vino, para gloria de Dios y servicio de los pobres (cf. 12, 1-12). Estos escribas no son higuera, ni viña, ni tampoco olivo (para evocar la imagen de Jc 9, 8-15), sino una vieja zarza inútil que chupa la vida de los otros; parásitos de Dios, opresión para los hombres.
Los mismos escribas, que utilizan a los ricos para su provecho, devoran a las viudas, comiendo su riqueza. Elaboran de esa forma una religión que sirve (les sirve) para tener oprimidos a los pobres, para manejarles, dominarles y exprimirles con excusas de piedad y servicios religiosos. Por el contrario, las viudas devoradas son signo de Jesús, entregado y condenado también por esta misma religión oficial de los escribas. Es evidente que Jesús se identifica con ellas, como se ha identificado ya con enfermos-marginadas-niños. En favor de estas mujeres (y de los diversos tipos de oprimidos) ha iniciado un movimiento de reino. Cuando en 15, 40-41 y 16, 1-8 descubramos plenamente el valor de las mujeres, recordaremos a estas viudas oprimidas por la ostentación asesina de los antiguos (y nuevos) escribas.
12, 41-44. Una viuda mesiánica, una viuda “sacerdote”
41 Y estando sentado frente al gazofilacio (=al lugar de las ofrendas), observaba cómo la gente iba echando dinero en el gazofilacio. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos moneditas (leptá), que son dos cuartos. 43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo: Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el gazofilacio más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de su carencia, toda su vida
Tras haber acentuado el riesgo de un tipo de religión (de un judaísmo/cristianismo de personas aliadas al poder), Jesús vuelve los ojos y se sienta con sus discípulos delante del gazofilacio, que es un arca de segundad o caja de caudales donde los fieles depositan las ofrendas voluntarias y secretas para el templo. Recordemos que él ya ha estado dentro de los patios de ese templo, realizando un fuerte signo profético para así indicar el fin de la estructura económico-sacral del santuario (11, 15-19) y ha dicho que su funcionamiento sacrificial es malo, sus escribas un signo de hipocresía. Pero es evidente que en el entorno de ese templo ha podido surgir y se ha desarrollado también una piedad ejemplar de apertura a Dios y de confianza en su misterio
Como una especie de homenaje o monumento a los valores no oficiales de ese templo, en cuyo entorno se ha expresado también el mesianismo de la gracia, ha transmitido Marcos la escena de la viuda que pone en su gazofilacio (que ella piensa que se emplea para culto de Dios y servicio de otros pobres) todo lo que tiene. En contra del escriba que pervierte la religión para su provecho, esta viuda judía entiende y cumple el sentido más profundo de la piedad israelita como ejercicio de gratuidad y confianza en Dios, y en los otros. Desde el ejemplo de la viuda, la diatriba se vuelve enseñanza parabólica. Jesús plante nuevamente el tema del dinero, pero no en clave de impuesto obligado (cf. 12, 13-17) sino como participación libre en las cargas de la administración y del culto del templo (con fines también caritativos)[6].
El signo de la viuda nos ayuda a entender la paradoja de Jesús. (a) Por un lado, él ha derribado las mesas de los cambistas, que simbolizan la identidad económica del templo, un tipo de culto fundado en el dinero (11, 15). (b) Pues bien, ahora, él alaba a una viuda que entrega para el templo todo lo que tiene, su bios, lo que necesita para vivir, oponiéndola a los ricos importantes (¡como los escribas!) que actúan por prestigio religioso (12, 41), ofreciendo sólo aquello que les sobra.
Esta imagen ofrece la última enseñanza pública de Jesús (Mc 13 se dirige a los discípulos), que ha querido compararse a una viuda que ofrece silenciosamente dos moneditas, dándose a sí misma, pues ha dado todo lo que tiene, frente a los ricos que regalan ostentosamente algo sobrante, para obtener más prestigio.Lo que ella entrega no es nada, en comparación con lo que tiene el templo (una de las instituciones más ricas del Imperio romano). Pues bien, eso que, en un sentido, no es nada es en otro sentido “todo”, es la vida[7].
La viuda solía ser en aquel tiempo, por definición, una mujer que ha perdido o no tiene lo más importante (marido, hijos) y no tiene nadie que pueda sustentarla. Parece que debía volverse egoísta, buscando su seguridad, una pensión de vejez, medios para subsistir con autonomía. Pues bien, ésta se olvida de sí misma, piensa en los demás y entrega lo que tiene, poniéndose en manos de Dios, conforme a la palabra de Jesús sobre la oración y la confianza en 11, 23-25. Frente a los escribas que comen de los demás, frente a los ricos que dan por apariencia, Jesús la presenta como signo de Dios, símbolo supremo de su mesianismo, modelo de su movimiento de Reino, en la línea de la mujer del vaso de alabastro de 14, 3-9.
Jesús no ha querido el dinero del rico de 10, 21; tampoco ha definido su postura frente a los impuestos imperiales (12, 13-18). Pero ahora ha destacado el valor de las dos moneditas de la viuda, convertidas en signo de entrega de la vida. Ella ha confiado en Dios; evidentemente confía en una comunidad en cuyas manos (en cuyo gazofilacio o caja de dinero) pone todo lo que tiene (aunque de hecho esa comunidad administre luego mal el dinero que ella entrega. Sea como fuere, ella aparece como signo del reino.
Mentira de escribas, religión de viuda. Ella no aparece en este caso como en Sant 1, 27 (o en Mc 12, 38-40) en actitud solo pasiva, esperando que otros lleguen y le ayuden, sino que actúa de una forma activa, en línea de gratuidad generosa, dando a Dios todo lo que tiene. En ese contexto, Jesús dice que ella es la que más ha dado, pues se da a sí mismo. No se dice que fuera una discípula de Jesús, no necesita que le abran los ojos para levantarse y seguirle en el camino como a Bartimeo (10, 46-52); pero en su misma pobreza, sin ser profesional de la Escritura (en contra de los escribas), como mujer abandonada (no tiene mando, carece de familia), ella se eleva ante Jesus como signo de Dios, testimonio de su reino[8].
Esta mujer realiza la verdad del nuevo encuentro con Dios que Jesus buscaba en 11, 15-19, apareciendo así como “servidora” de un templo donde no hacen falta sacerdotes, ni escribas profesionales, ni ancianos que controlen la marcha de la sociedad, de manera que en su línea la religión (el mesianismo) se define como entrega de la vida y vida compartida[9]. Así se opone a los escribas (que han empezado a cultivar un mesianismo de poder, en línea davídica), descubriendo, en el fondo de su pobreza (sólo tiene dos monedas), un principio más alto de vida y gratuidad, dando todo lo que tiene para vivir (holon ton bión autês 12, 44)[10].
Posiblemente, esta viuda no conoce a Jesús en un sentido externo, pues no parece haberle escuchado en la plaza, sino que pertenece al judaísmo más tradicional. Pero, en el fondo, le conoce bien: está cumpliendo su enseñanza. Por eso Jesús no tiene que advertirle ni enseñarle nada; al contrario, ha venido al templo para contemplarla y aprender: se fija en ella, se admira y comenta su gesto, porque él va a hacer lo mismo (dar su propia vida), aunque de un modo distinto, no para el gazofilacio del viejo templo, sino para iniciar la construcción del nuevo templo de Dios a través de su entrega[11]
Patología de los escribas
Los escribas de este pasaje (judíos o cristianos) cultivan una religión de honores y apariencias, que desemboca en la opresión económica y social de los pobres, pues el pasaje termina diciendo que ¡devoran las casas de las viudas con pretexto de largas oraciones! (12, 40). La búsqueda de formas externas (vestidos, saludos, privilegios en sinagogas y mesas) se ha vuelto principio de violencia económica: quien empieza aparentando de ese modo acaba destruyendo (robando) a los pobres e indefensos. Ésta es la iniquidad que Mc 3, 29 interpretaba como blasfemia contra el Espíritu Santo (impedir la curación de los posesos) y 9,42-47 como escándalo contra los pequeños (aprovecharse de ellos).
Estos escribas, profesionales de una iglesia “económica” (judía o cristiana), se han vuelto portadores de muerte, auténticos ladrones, pues devoran las casas de las viudas, convirtiendo así la religión en cueva de bandidos (cf. 11, 17), ostentación (enfermedad) religiosa, en principio de dominio que se expresa en dos formas complementarias: aparentar ante Dios y aprovecharse de los otros.
‒ Ellos no entienden la religión como libertad y servicio, sino como dominio sobre los demás, pensando que el conocimiento de la Ley (de la que se creen de alguna forma dueños) les da derecho para vivir a costa de los demás. Por eso aprovechan los banquetes de los ricos y, lo que es más grave, devoran la poca riqueza de los pobres (viudas). Son profesionales de una iglesia convertida en fuente de opresión y dominio, que quizá abundaban en tiempo de Jesús, pero que también pueden/suelen multiplicarse en la actualidad, allí donde una estructura eclesial (incluso cristiana) convierte su autoridad en ostentación al servicio propio.
‒ Ellos se imponen por encima de los pobres, y utilizan los bienes de los fieles al servicio de sus intereses. De esa forma se vinculan con los ricos falsamente piadosos que manejan la religión para justificar su injusticia, sentando en su mesa a esos escribas, para así aparecer como protectores de la religión, hombres devotos que sostienen el culto y clero con donaciones ostentosas. Esta simbiosis de riqueza y religión aparece criticada aquí con fuerza por Jesús, y podemos añadir que los culpables principales (directamente desenmascarados en el texto) no son los ricos, sino los escribas, que apoyan a los ricos y se aprovechan de ellos.
‒ Devoran las casas de las viudas…, es decir, de las personas piadosas que no pueden defenderse por sí mismas y que buscan su ayuda, porque confían en ellos. Pero en vez de proteger a las viudas, ellos devoran sus casas, aprovechándose de ellas. Elaboran de esa forma un tipo de piedad que sirve para oprimir a los pobres y aprovecharse de sus bienes con excusas de piedad y servicio religioso. Pues bien, ellas, las viudas devoradas por los escribas ricos, son el signo de Jesús, a quien terminarán condenando los mismos escribas. Su pecado no es de tipo sexual (aprovecharse afectivamente de las viudas), sino económico: Devorar sus bienes, vivir a costa de ellas, convirtiendo así la religión en forma de utilización de los demás.
Viuda sacerdote
El templo aparece simbolizado por un gran “tesoro”, una “caja de ahorros” para los pobres de Dios, un gazo-filacio. Ciertamente, hay ricos que dan dinero, que contribuyen al culto del templo como estructura económico-sacral (Mc 11,15-19)m pero lo hacen dando lo que les sobra, para así tener más sometidos a los pobres. En contra de esos ricos que dan para aparentar y dominar a los demás, eleva Jesús a la viuda, que da su propia vida al servicio de los demás
. Pero, como homenaje o monumento ejemplar a los valores no oficiales de ese templo, que ha sido para muchos un signo de gracia, abierta al mesianismo del amor, ha presentado Marcos a esta viuda que entrega a su tesoro (que ella piensa que se emplea para culto de Dios y servicio de otros pobres) todo lo que tiene. En contra del escriba que pervierte la religión haciéndola mentira para su provecho, ella la entiende y cumple como ejercicio de gratuidad:
‒ Los escribas de Mc 12,38-40 representaban la anti-religión: han pervertido el espíritu y letra de la ley, como indicaban los textos arriba señalados. En contra de ellos ha situado este pasaje (12,41-44) a la viuda más necesitada, que no aparece ya como en Sant 1,27 (o Mc 12,38-40) en actitud pasiva, esperando que otros vengan y le ayuden, sino en gesto activo, dando todo lo que tiene. Frente a los ricos, que entregan con ostentación aquello que les sobra, ella ha puesto en manos de Dios su vida entera
‒ La viuda pobre es quien más ofrece, su dinero es el más alto dinero, pues todos dan de aquello que les sobra, y ella en cambio da lo que necesita, su vida entera (12,43-4) No aparece como discípula expresa de Jesús no necesita que le curen para levantarse y seguirle en el camino como Bartimeo (10,46-52) Pero en su misma pobreza, sin ser profesional de la Escritura (en contra de los escribas), ella se eleva ante Jesús como signo de Dios, participante de su reino
Esta viuda realiza así la verdad del nuevo templo que Jesús estaba buscando en Mc 11,15-19, pues sabe ya que la casa de Dios es casa de oración y de confianza para todos los pueblos, apareciendo así como el signo más profundo de Jesús, que ha encontrado en la tierra viudas como ella, mujeres generosas que saben servir y ayudar a los demás, en la línea de la suegra de Simón en Mc 1, 29-39 y de la profetisa de la unción (14,3-9). Jesús no ha tenido que enseñarle su doctrina, pues ella la sabe desde siempre y la cumple, apareciendo así como ejemplo para todos.
Muchos escribas han convertido la Escritura en propiedad particular y la utilizan para dominar a los demás. Pero hay viudas y pobres que han asumido el mensaje mesiánico, abriendo así un camino de evangelio. Condenarán a Jesús los escribas (con sacerdotes y ancianos), pero el verdadero Israel de la promesa de Dios está representado y realizado por aquellos que son como esta viuda, que da todo lo que tiene (la vida entera) para gloria de Dios, es decir, para que los otros vivan. Con esta imagen termina la vida pública de Jesús. Frente a los ricos que regalan ostentosamente aquello que les sobra, esta mujer pone en manos de Dios toda su vida[12].
Frente a los escribas, que devoran las casas de las viudas, frente a los ricos que convierten la religión en apariencia, Jesús presenta a esta viuda como signo de la iglesia mesiánica: símbolo supremo de su mesianismo, modelo de vida en gratuidad. Él no ha querido el dinero del rico de Mc10, 21; tampoco ha definido su postura frente a los impuestos imperiales (Mc 12, 13-18). Sin embargo, él ha valorado mucho las dos moneditas de la viuda, convertidas en signo de entrega de la vida.
Notas
[1] Pasaje complejo y duro, esperanzado y exigente, que ofrece la cara y cruz de un tipo de judaísmo, reflejado en los escribas (que viven a costa de su “religión”, oprimiendo a los demás), pero también representado por esta viuda (que entrega lo que tiene, convirtiéndose en parábola viviente de Jesús). Sobre un fondo histórico, el mismo Marcos ha tejido este pasaje complejo y unitario donde culmina la vida pública de Jesús, mostrando así que el problema de fondo del mesianismo está vinculado al poder y al dinero.
Estos dos relatos complementarios son de gran importancia, porque ofrecen la última enseñanza abierta de Jesús, su postrer ejercicio de autoridad mesiánica ante el pueblo, precisamente sobre el templo, donde sigue enseñando (12, 38), frente a unos escribas a quienes el mismo Jesús acusa de deseo de poder.
[2] Cf. H. Fleddermann, A Warning about the Scribes (Mark 12, 37b-40):CBQ 44 (1982) 52-67
[3] Sobre las relacione de los cristianos con otros grupos judíos, en tiempo del Nuevo Testamento, sigue siendo básico el libro de F. Mussner, Tratado sobre los judíos. Para el diálogo judeo-cristiano (BEB 40), Sígueme, Salamanca 1983. Hay una gran literatura sobre el “enfrentamiento” entre cristianos y judíos. A modo de ejemplo, cf. H. Charlesworth (ed.) Jews and Christians, Doubleday, New York 1994; J. G. Dunn, The Question of Anti-Semitism in the New Testament Writings of the Period, en Id (ed.), Jews and Christians: the parting of the ways, A.D. 70 to 135, Eerdmans, Cambridge 1992; J. G. Gager, Origins of anti-semitism: attitudes toward Judaism in pagan and Christian antiquity, Oxford UP 1985; G. M. Smiga, Pain and polemic: anti-Judaism in the Gospels, Paulist, New York 1992.
[4] Cf. E. S. Malbon, TheJewish Leadersin the Gospel of Mark: A Literary Study of Marcan Characterization: JBL 108 (1989) 259-281; La religión se ha convertido para los escribas en principio de honor: les hace medrar, les da seguridad material (un vestido distinto, reverencia externa). Ese es un gesto de ostentación, una especie de patología que se expresa en dos formas contrapuestas y sin embargo complementarias: aparentar ante Dios (mucha sinagoga, rezo visible) y aprovecharse de los otros (banquetean con ricos, devoran a las viudas pobres).
[5] Estos escribas (judíos o cristianos) son farsantes perversos y peligrosos o, quizá mejor, aprovechados. Piensan que el conocimiento de la ley eterna (de la que se creen de alguna forma dueños) les concede derecho para vivir a costa de los otros. Por eso comen del banquete de los ricos y, lo que es mucho más grave, devoran la poca riqueza de los pobres (de las viudas). Estos escribas o profesionales de una religión convertida en libro-ley parecían abundar en cierto judaísmo de aquel tiempo, pero también se pueden/suelen dar y multiplicar allí donde una estructura eclesial (incluida la cristiana) convierta su autoridad religiosa en mentira (ostentación) al servicio del poder, utilizando los bienes de los fieles al servicio de sus propios intereses.
En esa línea, los escribas se alían con los ricos falsamente piadosos que utilizan la religión para justificar su injusticia. A fin de limpiar su conciencia exterior, esos ricos sientan en su banquete a los escribas, apareciendo así como protectores de la religión, hombres devotos que sostienen el culto y clero con sus ostentosas donaciones. Esta simbiosis de riqueza y falsa religión aparece criticada aquí con fuerza por Jesús, aunque debamos añadir que los culpables principales (directamente desenmascarados en el texto) no son los ricos, sino más bien los escribas. Ellos bendicen con su gesto la acción de los ricos, y encima se aprovechan de ella.
[6] Cf. L. Simon, Le sou de la veuve. Marc 12, 41-44:ETR 44 (1969) 115-126; A. G. Wright, The Widow's Mites: Praise or Lament? A Matter of Context: CBQ 44 (1982) 256-265. En el AT la viuda es paradigma de persona receptiva o necesitada a quien se debe ayudar, como he mostrado en Dios judío, Dios cristiano, Verbo Divino, Estella 1996, 214-219; cf. también H. A. Hoffner, Almanah (Viuda), DTAT 1, 305-309;R. D. Patterson, The Widow, the Orphan and the Poor in the OT and the Extrabiblical Literature: BibSac 130 (1972) 223-234. Marcos convierte a la viuda en paradigma de entrega enriquecedora. Con ella culmina el mensaje público de Jesús en Jerusalén (y su ministerio). Allí donde los "grandes" le quieren matar, pues va en contra de sus intereses sacrales, clasistas y dinásticos, Jesús ha descubierto una mujer con quien se puede identificar: ¡Una pobre, innominada viuda! Ella es la verdad del mesianismo, el signo más profundo de la iglesia. Como Elías perseguido halló una viuda generosa (1 Rey 17), así Jesús descubre a ésta; no se encuentra sólo, tiene a su lado a una mujer que abre amino: ella es su precursor, su más alto Juan Bautista.
[7] Marcos podría afirmar que ella ha dado lo que tiene de un modo equivocado e inútil, pues pone dos moneditas en un templo que es cueva de bandidos ricos (11, 17), en un lugar al que Jesús no ha querido enriquecer con nada, sino que ha venido a “destruir” (echando por el suelo las mesas de los cambistas, vinculadas con el gazofilacio). Ella no sabe cómo funcionan las cosas del templo, pero sabe y hace algo que es fundamental, según el evangelio: regala todo lo que tiene, todo lo que es, entregando así su vida entera en esas moneditas (aunque las entrega quizá en un lugar y de una forma equivocada). Jesús, en cambio, dará toda su vida (como ella), pero en el lugar verdadero: haciéndose pan y vino, comida y salvación de muchos (es decir, de todos; cf. 14, 22-26).
[8] El tema de la viuda nos pone en el centro de la Escritura allí donde la Ley viene a expresarse como principio de derecho y protección para los pobres, especialmente los huérfanos y viudas. La Escritura sabe que Dios hace justicia al huérfano y a la viuda, y añade que, por eso, no debemos explotarles (Dt 20, 16-19, Ex 22, 21-23). La fiesta de Dios sólo se puede celebrar compartiendo su abundancia con huérfanos y viudas (Dt 16, 11-14). Lógicamente, el mayor pecado consiste en defraudar o utilizar a los huérfanos, viudas, exiliados, es decir, a todos aquellos que carecen de defensa o poder sobre la tierra (Dt 24, 17-22, 27, 19). Siguiendo en esa línea, ha presentado Sant 1, 27 su más honda palabra: «Esta es la religión pura y sin mancha: cuidar a los huérfanos y viudas en apuros y no contaminarse con el mundo».
[9] No ha venido Jesús sobre un mundo de puro egoísmo y violencia, sino sobre una tierra donde existen viudas como ésta, mujeres generosas que saben servir y ayudar a los demás, sin buscar poder por ello. Esta viuda está en la línea de la suegra de Simón en 1, 31, de la profetisa de 14, 3-9 y las seguidoras finales que hallaremos en 15, 40-41. Jesus no ha tenido que enseñar su doctrina a esta mujer. Ella la sabe desde siempre y la practica como judía verdadera. Por eso Jesús la ha observado de lejos la admira y coloca como ejemplo para todos.
[10] De esa forma, esta viuda aparece ante el Jesús de Marcos como el signo más hondo de la gracia de Dios, mujer mesiánica. Sabemos que Jesús ha venido a dar tênpsychen autou, su vida entera, por los otros (10, 45); así quiere que sus seguidores den por él (con él) su misma vida (cf. 8, 35); pues bien, esta mujer pobre (sin marido y sin fortuna) ya lo ha hecho: ha ofrecido todo (ton bion autês) en camino abierto al reino, pasando así del viejo templo israelita de la ley al templo de la gratuidad universal del Cristo.
[11] Jesús reconoce así que muchas viudas y pobres han asumido el evangelio, aun sin saberlo. Por ellas, para expresar lo que llevan en su corazón, para ofrecerles una nueva conciencia de la presencia de Dios y su amor liberador, recorre Jesús su camino. Le condenarán los escribas (con sacerdotes y ancianos), pero el verdadero Israel, vinculado a la promesa de Dios, que está representada por aquellos que son como esta viuda, recibirá su mensaje, pues, de alguna forma, ya lo había comprendido de antemano. Esta viuda marca el final del camino público del evangelio. Jesús lo había comenzado con Juan Bautista, junto al río de la conversión (1, 1-14); ahora lo culmina a la puerta del templo, con esta viuda ejemplar, que no necesita convertirse, pues ofrece su riqueza (se entrega a sí misma) por Dios y por los otros.
[12] La viuda es por definición una mujer que ha perdido mucho (marido, hijos) y no tiene familia que pueda sustentarla. Parece que debía volverse egoísta, buscando su seguridad, una pensión de vejez, medios para subsistir como persona. Pues bien, ella se olvida de sí misma, piensa en los demás y entrega lo que tiene, poniéndose en manos de Dios, conforme a la palabra de Jesús sobre la oración y la confianza en 11, 23-25: no tiene para alimentarse, pero confía en Dios y da su vida (bios) con estas dos moneditas que forman su tesoro.