Murió Jesús y se aparició su madre, según Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús)

Hace dos años publiqué en RD (25.04.19) una reflexión titulada: Murió Jesús, resucitó María Magdalena. Hoy retomo y extiendo aquel motivo diciendo: Murió Jesús, resucitó en su Madre.

El catolicismo "hispano", tanto en España como en América latina ha tenido dos "iconos" o signos fundamentales:

Jesús crucificado, que es signo y compendio del dolor humano, expresión del sufrimiento de una humanidad que se redime padeciendo y muriendo.

María Inmaculada, que es la expresión suprema de su resurrección. Estas son las dos imágenes preferidas del cristianismo hispano: Un Cristo sufriente, una madre gloriosa (resucitado).

En ese sentido se puede y debe afirmar que Jesús ha resucitado especialmente en su madre "celeste".Los clavos y llagas del Hijo se expresan en la gloria de su madre.

   En ese contexto evocaré hoy la tradición de la experiencia "pascual" de María, madre de Jesús (fijándome en Ignacio de Loiola y Teresa de Jesús), para exponer mañana o pasado el fondo bíblico del tema.  

Inmaculada de Soult - Wikipedia, la enciclopedia libre

Regina Coeli Laetare: Se apareció a su madre. Introducción 

La primera referencia bíblica a María, la madre de Jesús, se encuentra en Gal 4, 4 donde se dice que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, Dios ha enviado a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley. Se puede suponer que la palabra mujer alude en su origen a Eva, la madre originaria que, conforme al testimonio de Gen 3, 15, ha de luchar contra la serpiente, hasta vencerla al fin por medio de su esperma, es decir, de su descendencia.

De todas formas, la identificación de la madre de Jesús con la nueva Eva no es del todo segura y además esa referencia no exige que la madre de Jesús haya tenido una experiencia de resurrección. Conforme a la visión de Pablo no se puede hablar por tanto de una pascua de María.

También es antigua la referencia de Mc 3, 31-35 y 6, 1-6, donde se alude a la madre de Jesús en contexto de polémica de familia y de identidad de Iglesia. En estos pasajes, el evangelio ha combatido el intento de aquellos familiares que parecían empeñados en fundar su prestigio y poder eclesial en un tipo de vinculación genealógica con Jesús, dentro de una línea de patriarcalismo religioso.

            Conforme a esa pretensión, los familiares de Jesús tendrían que ser jefes de la iglesia, como han hecho los parientes de Mahoma al fundar el califato. Pues bien, el evangelio de Marcos resulta en este plano especialmente claro, duramente exigente:  

  • ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
  • El que cumpla la voluntad de Dios
  • ese es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3, 35).

            La madre biológia de Jesús no tiene en cuanto ninguna importancia en la iglesia, según Marcos. Ése parece el testimonio más antiguo de la tradición cristiana. Esa tradición afirma que el nacimiento humano de Jesús esencial  y cita a su madre (Pablo); pero añade que esa madre no tiene poder sobre Jesús, ni puede dirigir su camino ni hacer que deje a sus nuevos discípulos o amigos y que vuelve  por fuerza a la casa familiar (Marcos). Jesús ha suscitado un tipo de familia distinta, una forma nueva de relaciones donde todos los creyentes son hermano, hermana y madre de Jesús.

Pues bien, después que eso ha quedado ya bien claro, superado el riesgo de una interpretación biologista de la maternidad mesiánica, la tradición bíblica supone de forma unánime (cf Jn 19, 25-27 y Hech 1, 13-14) que la madre de Jesús no sólo le ha engendrado biológicamente sino que le ha seguido en el camino de la fe, terminando por hacerse cristiana en el sentido más expreso de este término: ha entrado a formar parte de la iglesia.

Resultado de imagen de María Magdalena, iconos

Eso supone que ella ha vivido una experiencia pascual. No se ha limitado a recibir a su hijo en fe (Mt 1,18-25; Lc 1, 26-38), educándole en humanidad y esperanza israelita. Ella se ha convertido en discípula de su mismo hijo y, después de haber superado todas las posibles dificultades que encontrábamos al fondo de Mc 3, 31-35, ha terminado por hacerse plenamente cristiana, dejándose transformar por la experiencia de entrega, cruz y pascua, de Jesús.

Sobre el sentido de esa experiencia pascual de María hay en la Biblia un gran silencio que nosotros no queremos descorrer. Sin embargo, manteniendo un máximo respeto por lo que es desconocido, podemos y debemos esbozar algunos breves rasgos el sentido de su pascua materna.

Ella, la buena madre María de Nazaret, aparece así como la última de los grandes testigos de pascua, al lado de María de Magdala y de los dos fundadores variones de la iglesia, que son Pedro y Pablo. Su experiencia aparece algo velada dentro de la Biblia, pero se ha expandido luego y ha llenado de luz toda la vida cristiana. 

La Inmaculada Concepción - Colección - Museo Nacional del Prado

Testimonio de la tradición católica

En esa lìnea queremos citar en este caso el testimonio de algunos grandes orantes de la tradición cristiana. Ellos no son prueba, pero sí ejemplo de la forma en que millones de cristianos han imaginado la experiencia pascual de María, la madre.

Dentro de la tradición católica es muy importante el testimonio  San Ignacio de Loyola cuando, en una página famosa de su obra más significativa, ha evocado la más temprana aparición de Jesús resucitado. Así presenta a María como la primera que ha realizado el camino de renovación y experiencia cristiana que él propone a sus compañeros y discípulos: 

  • Apareció a la Virgen María, lo cual, aunque no se diga en la Escritura,
  • se tiene por dicho en decir que apareció a tantos otros;
  • porque la Escritura supone que tenemos entendimiento,
  • como está escrito: ¿también vosotros estáis sin entendimiento? (Cf Lc 24, 25; Ejercicios Espirituales, 299).

La visita de Cristo Resucitado a su Madre - ReL

 Supone pues, San Ignacio, que la Biblia no ha tenido necesidad de exponer esta experiencia de la madre de Jesús, pues ella se encuentra incluida en los pasajes donde se dice o implica que el proceso de experiencia pascual no está cerrado en el grupo de personas que se citan de una forma expresa en los pasajes pertinentes. Entre los muchos a los que el Cristo se ha manifestado debe hallarse ella.

Esta aparición es para Ignacio de Loyola el punto de partida de toda la experiencia pascual. Es el comienzo de la cuarta semana de ejercicios espirituales; ella marca y define el sentido total de la transformación cristiana. No es una aparición más, es la aparición, la experiencia fundante de la vida evangélica.

La madre no ha tenido que salir de casa, de su casa, en la mañana de la pascua. Ella ha visto a Jesús o, mejor dicho, ha descubierto la presencia pascual de Jesús en el centro de su vida, dentro de su casa. Todo sigue siendo normal pero todo es diferente: ella sabe desde ahora que su Hijo vive y que ella vive en él por siempre, sin necesidad de visiones exteriores.

Esta aparición debe entenderse a la luz de la experiencia previa de la anunciación (cf Lc 1, 26-38). Pero ahora ya no viene a saludarle el ángel del Señor; viene el mismo Jesús, Hijo de Dios. En vez de pedirle colaboración, Jesús le ofrece ya su gloria. Es normal que la devoción popular haya situado esta pascua mariana en el comienzo de toda la experiencia de la iglesia.

Biblia y Logos: ¡Madre…!

            Como segundo testigo citamos a Santa Teresa de Jesús. Ignacio de Loyola era sobrio: decía sólo aquello que resulta necesario, para que sus lectores (oyentes) puedan recrear a su manera el tema. Teresa, en cambio, lo ha evocado de una forma mucho más personal. Por eso apela a su propia experiencia de plegaria:

Díjome (Jesús) que en resucitando había visto a Nuestra Señora,porque estaba ya con gran necesidad,

que la pena la tenía tan absorta y traspasada,que aun no tornaba luego en sí para gozar de aquel gozo(por aquí entendía esotro mi traspasamiento, bien diferente;mas ¡cuál debía ser el de la Virgen!)y que había estado mucho con ella,porque había sido menester, hasta consolarla(Cuentas de conciencia, 13ª, 12).

             Son palabras que Teresa de Jesús escucha en su interior después de comulgar, en actitud de profundo acogimiento (éxtasis). El mismo Jesús resucitado viene a consolarle a ella, en actitud de experiencia pascual, diciéndole de alguna forma lo que en otro tiempo había dicho a su propia madre, en el momento de primera aparición resucitada.

Notemos que Teresa se sitúa en el lugar en que se hallaba antes María. Lo mismo que Jesús dijo a su madre es lo que ahora ha venido a decirle a ella. Por eso, la eucaristía y el gozo de Dios (de Jesús) que en ella encuentra viene a interpretarse como experiencia (aparición) pascual en el camino de su vida.

Teresa estaba trista. También María, la madre de Jesús, se hallaba triste (absortar y traspasada de dolor) después del Viernes Santo. Lógicamente, Jesús venir a visitarla y consolarla, en gesto de amor largo que aparece como principio de las restantes apariciones. También ahora ha venido, viene a visitar y consolar a Teresa, en experiencia espiritual muy honda, en relación de pascua.

San Ignacio de Loyola presentaba el tema de un modo objetivo, es decir, como una doctrina de la iglesia, pidiendo a los ejercitantes que la aplicaran a su propia vida. Teresa de Jesús nos ha ofrecido en cambio su propia experiencia personal: el mismo Jesús resucitado que vino a consolar a su madre en días de gran traspasamiento (dolor), viene a consolarle a ella, en la noche de su viernes santo, convertido en Pascua.

La aparición pascual se entiende, según eso, como ayuda para el triste: en gozo intenso, como signo de su triunfo total sobre la muerte, Jesús viene a sostener a los que sufren. Así imagina Teresa la pascua de la madre de Jesús; así entiende la suya, pues el mismo Jesús resucitado viene a visitarla. Así deben entenderla los cristianos: la experiencia pascual no es algo que ha quedado cerrado en el pasado, no es puro recuerdo del principio, algo que sintieron sólo los apóstoles. Santa Teresa de Jesús supone que todos los cristianos pueden asumir y actualizar de alguna forma esa experiencia pascual en clave de oración intensa, en gesto de profunda donación y entrega en manos de Cristo.

La tradición de la iglesia oriental ha interpretado esta experiencia pascual de María a la luz del relato de la encarnación (Lc 1, 26-38). El mismo ángel que al principio le anunció el nacimiento de Cristo vino al fin a anunciarle su victoria:

Así como el adviento, también el gozo de la resurrección fue anunciado a su Madre antes que a los demás... La Virgen que alababa y suplicaba fue la primera a quien el Hijo mostró la luz de la resurrección (S. Jorge de Nicomedia, siglo IX).

La madre de Dios recibió el feliz anuncio de la resurrección del Señor antes que todos los hombres, como era conveniente y justo; precisamente ella lo fio antes que los demás, ella gozó de su vista... y lo oyó con sus oídos, pero también la primera y la única, tocó con las manos sus santos pies ( S. Gregorio Pálamas, siglo XIV).

 Desde este fondo se entiende la más famosa de las oraciones marianas de tipo pascual, el Regina coeli, laetare! que, en formas diversas, se ha cantado y se sigue cantando desde antiguo en las iglesia. Los cristianos se se unen al ángel de la pascua que anuncia a la Madre de Jesús el triunfo de su Hijo, diciéndole con gozo:

  1.  Reina del cielo, alégrate, aleluya,
  2. porque el Señor,
  3. a quien has merecido llevar, aleluya,
  4. ha resucitado, según su palabra, aleluya.
  5. Ruega el Señor por nosotros, aleluya.

             Pienso que ha sido y sigue siendo perfectamente legítima esta condensación mariana de la experiencia pascual. Nótese, sin embargo, que tanto Gregorio Pálamas como el Regina Coeliatribuyen a María, la madre de Jesús, palabras y gestos que la tradición evangélica ha vito relacionados con María Magdalena. Jn 19, 25-27 unió bajo la cruz de Jesús a las dos marías, en una misma experiencia de fidelidad; es lógico que ambas participen de una misma gloria pascual.

Éste es un tema importante de la antigua tradición cristiana. Y desde aquí podemos volver  al testimonio del NT, fijándonos de un modo especial en los textos de Marcos, Lucas y Juan (seguirá).

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