Sagrada Familia: Estirpe de Dios, juzgados (=salvados) por un crucificado

Este día de la Sagrada Familia (29.12.24)  solemos evocar la pequeña casa de Jesús con José y María, en Belén o Nazaret. Pero hoy quiero recordar la gran familia de la humanidad, que Pablo definió en Atenas como estirpe de Dios, en quien vivimos, nos movemos y somos, siempre con riesgo de perdernos, pero  juzgados (salvados en amor) por el (un) crucificado.   

            Citaré primero el texto y lo comentaré con brevedad, para exponerlo después con cierto detalle, indicando, al fin, la fuente de mi exposición.

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De uno solo creó Dios el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, 27con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”. 

29Por tanto, si somos estirpe (=genos, género)de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. 30Así pues, pasando por alto los tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. 31Porque tiene señalado un día en que juzgará (salvará) al universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».  (Hechos 17, 26-31),

Ésta es la parte central de discurso de Pablo en el Areópago de Atenas (Hch 17).   Para conectar con sus oyentes, Pablo empieza recordando que en Atenas había un altar particular (un bômon) dedicado al Dios desconocido.   Sabe que los atenienses han sido y siguen siendo buscadores de Alguien al que ignoran, y así les dice: eso que veneráis sin conocerlo (touto, en neutro) es el Dios que yo os anuncio.   

 (a) Él nos ha hecho para habitar (katoikein) en la tierra, conforme a la palabra de Gen 1, 28: creced, multiplicaos, llenad la tierra, sin prioridad de un pueblo sobre otros, rechazando así en posible particularismo griego o judío, pues la tierra entera es de todos y para todos los hombres.

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(b) Nos ha hecho para buscarle (dsêtein), es decir, para encontrarnos a nosotros. Esta es la tarea humana: Habitar en el mundo y buscar a Dios, pues en élios vivimos, nos movemos y somos, siendo todos de su estirpe (como dice el poeta pagano Arato, Phaen. 5)  

(d) Pues somos todos de su estirpe… Ése es uno de los pocos lugares donde la Escritura cristiana (Pablo) cita como autoridad a un poeta pagano, que “genos” (estirpe, familia) de Dios… Otros pueblos se distinguían por tribus, lengua y naciones, como dice sin cesar la Biblia.  

Novedad cristiana:  Dios del resucitado (=del crucificado: Hch 17, 30‒33).

            Nos ha hecho Dios de su familia (genos) para buscarle, encontrarle y vivir en él, pero en general nos hemos perdido. No vivimos en Dios, sino en nuestros conflictos, en nuestro deseo de poder y de dinero.  

  ‒ Pero Dios ha pasado por alto (hyperidônlos tiempos de ignorancia (agnoia) de los hombres.  No quiere que nos perdamos, no nos abandona, ni en Atenas, la ciudad de la gran sabiduría del mundo.   

‒ Por eso, Dios anuncia y ofrece conversión, transformación (metanoia, nuevo nacimiento) a los hombres ignorantes, perdidos en un mundo de deseos, de poderes que nos esclavizan.    Dios ha querido, quiere darnos, una oportunidad de nuevo nacimiento, para que vivamos, nos movamos y seamos.

Este fue el argumento del gran discurso de Pablo en Atenas, ante los “jueces” del Areópago. Dios quiere ofrecernos su salvación por un “crucificado”, a quien ha resucitado de los muertos, para resucitarnos a todos con él. La salvación de Dios (=la renovación de la vida humana) no viene por el poder, dinero e inteligencia de un mundo que se busca a sí mismo, sino por un crucificado, es decir, por los expulsados de la sociedad humana, por las víctimas, como Jesús crucificado, por los niños, como Jesús que nace en un pesebre de pastores, expulsado de Belén.

   Éste es el tema de la introducción de un libro que estoy terminando  con el título En él vivimos, nos movemos y somos. Un camino de vida por la Biblia.  No lo he publicado, lo estoy terminando de escribir. Me gustaría que saliera a la luz el próximo año 2025. Para este día de la familia ofrezco a mis lectores las primeras páginas de la introducción de ese libro que titulará, Dios mediante, En él vivimos, nos movemos y somos.

 Los atenienses antiguos aceptaron la primera parte del discurso de Pablo: En Dios vivimos, nos movemos y somos porque eso no les compromete a nada. Pero no pueden aceptar la segunda parte: La resurrección de los muertos, de los crucificados. En un sentido general… con Dios o sin Dios todo es lo mismo. Vivir en Dios puede ser una pura tautología: Vivir en la vida… La novedad de la familia cristiana (del Dios verdadero) es la resurrección de los muertos concretos, es decir, de los crucificados. Porque esto sí que nos hace familia:

 -Los crucificados, los expulsados, las víctimas… nos hacen familia en Dios

-Creer que Dios resucita a los crucificados, a las víctimas, significa que Dios nos hace ser familia por medio de ellos y para ellos… Por amor de y amor para los “crucificados” nos hacemos familia.

En él vivimos, nos movemos y somos (de la introducción al libro

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 Un escritor llamado Lucas, escenificó el comienzo del cristianismo en un capítulo y discurso del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 17, 16-34), un texto de gran densidad que aquí recojo como introducción y encuadre de este camino de espiritualidad cristiana:  

            El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: «Nosotros somos también de su raza.. (genos, género).

 . Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos». 32Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión». 33Así salió Pablo de en medio de ellos. Pero algunos se le juntaron y creyeron, como Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris (Hech 17, 16- 34).

            Pablo Había conversado con epicúreos, más centrados en los placeres, y estoicos, partidarios de un tipo de ética exigente, pero al servicio del orden establecido. Unos y otros le tomaron como espermologos: que siembra (vomita) palabras (como esperma seco). Pero sintieron curiosidad, pues enseñaba novedades, nuevos dioses (Jesús y Resurrección), y quisieron conocer su contenido, como suele pasar hoy día

Dios, la Realidad buscada (Hech 17, 24-27).Pablo había discutido con transeúntes o curiosos, pero algunos que se tomaban como sabios y formaban parte de dos escuelas filosóficas, estoicos y epicúreos, quisieron escuchar y discutir con calma el tema y le llevaron al Areo-pago, colina (Pagus) de Ares (Marte), tribunal, universidad y corte de Justicia de Atenas y del mundo.  

            Para captar la atención de los oyentes y situar el tema, Pablo empezó aludiendo a un altar particular (bômon) que los atenienses habían alzado al Dios desconocido, que identificaban con su ley (nomos).Parece que no había en Atenas un altar al Dios desconocido (agnosto Theô), pero se ha encontrado entre sus ruinas un inscripción dedicada a losdioses desconocidos (agnostois theois), indicando que no había sólo uno, sino muchos, en un mundo lleno de divinidades egoístas, de comida y dinero, placer, guerra, raza o Estado. Partiendo de ese dato organiza su discurso para decir que ese Dios desconocido de los griegos (touto) es aquel en quien vivimos, nos movemos y existimos y que se ha revelado en Jesucristo, por su muerte y su resurrección 17, 31). A partir de aquí organiza sus dos primeras tesis

Primera tesis. Ese Dios desconocido es elhacedor (poiesas) de todas las cosas. El ofrece vida/respiración(dsôê/pnoê) a todo lo que existe. En él somos, él es vida de nuestra vida, aliento de nuestro aliento, verdad original, Tao, Brahma, Allah, Gran Espíritu de cielo, estrellas y tierra, plantas y animales. Por eso, la verdadera religión/conocimiento consiste en acepar todo lo que hay (lo que viene de Dios, sin reprimir nada), pero sin alzar un altar al dios desconocido para así elevarnos nosotros, como los sabios del mundo.

Segunda tesis: Dios es vida (historia) de los hombres (Hech 17, 26-28). Pablo pasa así delcosmos griego a la historia judía, pero con un toque helenistas (somos genos, familia de Dios). De esa forma expone la fe bíblica, pero en términos universales. Un griego podría ofrecer ciertos reparos al origen común y único de la humanidad (ex henos, de unos) y no insistiría en la historia particular de Adán/Eva (Gen 2-3).

Para los griegos lo que importa es la humanidad  como principio de poder, de saber, no los individuos concretos que muere pero Para Pablo en cambio no importa la humanidad como poder, sino los hombres concretos que sufren y mueren, como seguirá indicando.  

En Dios vivimos, nos movemos y somos (Hch 17, 28-29).Los hombres somos una prueba/presencia de Dios. Por eso, tanto en aquel tiempo (45 d.C.) como en éste (2025) debemos recordar ese principio universal (en él vivimos, nos movemos y resucitamos), pues lo divino es “todo en todos”: Panta en Pasin, 1 Cor 15 28).  

-En él vivimos (dsômen). Estamos inmersos enla Vida de Dios, que no es una entre otras, sino la Vida originaria, que se va desplegando, dándose a sí misma en nuestra vida. Otras realidades (estrellas y elementos del cosmos, plantas u animales) parece que no lo saben, pero nosotros lo sabemos y así vivimos conscientes en Dios. De esa forma podemos afirmar que él (Dios) vive en cada cada uno de los hombres, que recorremos nuestros caminos tanteando, buscándole a tientas, con deseo de encontrarlo (ei ge psêlaphêisamen auton; Hch 17, 27), mientras nos estamos buscando a nosotros mismos. Éste es nuestro destino:

Buscar a Dios para encontrarle y encontrarnos a nosotros mismo, en él. Éste ha sido el “despertar” de nuestra conciencia, Dios en nosotros, pues si en él vivimos, es porque él nos da la vida, una vida de Dios nos desborda, que es mucho más que aquello que somos en particular, en concreto (cerrados en nuestro interior), de manera que para ser nosotros tenemos que dejar que él nos haba ser, sin acapararle ni exigirle que sea sólo nuestro,

 - En él nos movemos (kinoumetha).Ésta es la siguiente experiencia: Viviendo en Dios “nos movemos”, es decir, somos movimiento, un proceso de realización, nacimiento, vida compartida y entregada (muerte). No podemos pararnos, pues si lo hiciéramos moriríamos, dejaríamos de ser “vida consciente” de Dios, volviendo a la pura inconsciencia de estrellas y plantas…

Nos movemos en Dios, en un proceso que es al mismo tiempo una prueba de nuestra existencia y de la suya (queremos sentirnos, descubrir lo que somos) en admiración gozosa de su existencia en nosotros... Pero nos movemos para morir, muriendo.  Es hermoso que seamos movimiento, que miremos, escuchemos, avancemos, con otros, recibiendo y compartiendo vida de Dios a medida que nos vamos haciendo (recibiendo y compartiendo) con ellos lo que somos, nuestro movimiento divino.... Pero ese movimiento divino culmina en la muerte. Un sólo crucificado, un sólo muerte refuta la historia triunfante de un Dios de poder.

- En él somos. Camino y movimiento somos, exploradores vida de somos, unos con otros, no estamos fijados, realizados ya, ni como individuos, humanidad. No somos una esencia terminada una “especie” parada en sí misma. No somos eternidad, sino un , un movimiento pavoroso de vida (kínesis), marcada por la muerte (por el riesgo y potencial de la muerte)

   En Dios somos, pero muriendo. En él somos (existimos, esmen)... pero en un camino de muerte.Ésta es la última palabra de la “triada” divina de Pablo en Atenas: En Dios vivimos, nos movemos y “somos”, es decir, morimos  Hemos salido del riesgo de la nada por una palabra directa de Dios... y así somos en él, pero morimos, como seguirá diciendo Pablo.

              Muchos llamados “creyentes” de fondo cristiano afirman (año 2025) que en realidad “no somos”, pues nuestra existencia es apariencia, porque morimos y no resucitamos, más aún, porque vivimos expulsando y matando a otros El mismo Eclesiastés/Kohelet, autor de un famoso libro de la Biblia, parece decir que sólo somos un soplo evanescente (habel habalim, vanidad de vanidades), de manera que al decir “en Dios somos” deberíamos añadir y precisar “en Dios morimos”, de manera que al fin el ser se identifica con la nada, la vida con la muerte.

            ¿En Cristo resucitamos? (Hch 17, 29-30).Pablo había comenzado su discurso hablando del Dios Desconocido. Siguiendo en esa línea, había dicho (a griegos y bárbaros, judíos y romanos) que Dios es mayor que todas nuestras ideas y acciones, pero añadiendo que él vive en nosotros, y nosotros vivimos, nos movemos inquietos y somos en él(Flp 2, 6-11)…  Pues bien, en ese momento, quedando en silencio unos segundos, pero dando un giro radical a su argumento, Pablo quiso añadir que, superando nuestra ignorancia anterior (y nuestra muerte), Dios ha querido enseñarnos su verdad divina y nuestra identidad humana, al resucitar a un muerto (17,30-31). Esa es su palabra clave, la verdad de su discurso, formulada así, de repente, como gran sorpresa:

-  Conforme a este discurso de Pablo en el Areópago, la pregunta fundamental no es la del Dios desconocido” del altar de Atenas, sino la de los hombres muertos. Pablo ha comenzado hablando de un Dios desconocido, pero ahora acaba hablando de un muerto, cuyo nombre no cita, un muerto que puede ser cualquiera, pues todos morimos. Tales de Mileto decía que el mundo está lleno de Dioses; Pablo contesta: Está lleno de muertos.

-  Los atenienses habían dedicado un altar al Dios desconocido. Pero el problema no es el Dios desconocido, sino la muerte de los muertos. Lo difícil no es decir que en Dios vivimos, nos movemos y somos, sino decir que Dios resucita a un muerto (=a los muertos).             

Un solo muerto plantea radicalmente el tema de Dios. Lo que define al hombre no es, por tanto, vivir, moverse y ser, en general, sino la forma de estar siendo para morir (=dejar de vivir) y quedar de esa forma tendido ante Dios y ante otros hombres en el suelo, bajo tierra... . La pregunta decisiva se plantea ante un muerto (sin sin necesidad de decir su nombre). Éste es el momento y lugar de la revelación de Dios según Pablo

- Pasando por alto (hyperidôn) los tiempos de ignorancia (khoronous tês agnoias)… Así comenzó Pablo el final de su discurso, atreviéndose a decir sobre el areópago, por encima del ágora de las infinitas discusiones de los atenienses, sobre pórticos, jardines y escuelas de las filosofías del mundo (estoicos y platónicos, herméticos y aristotélicos, cínicos, epicúreos y escépticos…), que todo el conocimiento anterior de Atenas (su curiosidad, su ciencia, filosofía y religión) podía y debía definirse como tiempo de ignorancia, esto es, de muerte como fatalidad sin luz y sin respuestas. Eso significa que Dios ha tenido que pasar por alto la ignorancia reconocida por los atenienses (Sócrates: Sólo sé que no sé nada), que tuvieron la clarividencia de elevar un altar al Dios a su ignorancia (al Dios desconocido).

- Dios anuncia ahora a los hombres (parangellei tois anthrôpois) que ellos pueden convertirse (metanoein), es decir, comprender y superar la muerte. Ésta es la novedad del mensaje de Pablo, más allá de las palabras genéricas antiguas (en Dios vivimos, nos movemos y somos). Sólo a través de una profunda y radical conversión podemos decir: En él vivimos, nos movemos y resucitamos (=superamos la muerte). Por eso, tenemos que convertirnos. Conversión se dice en hebreo “shub”, cambio de dirección de pensamiento, de movimiento y vida.

Conversión se dice en griego meta-noia, supra-conocimiento: Necesitamos in-vertir nuestra marcha, frenar y pararnos de un modo radical, dejar de hacer lo que estamos haciendo, nuestro tipo de vida, nuestra forma que amasar riquezas a costa de los pobres, nuestro tipo de ciudades e imperios, nuestra existencia de muerte, pues en ella culmina y se define todo lo que somos, como empieza diciendo Jesús en Galilea (meta-noeite: Mc 1,14-15). Todas las soluciones y respuestas del mundo quedan sin respuesta ante un muerto (como había sabido y dicho buda en la India, unos siglos antes de Jesús y de Pablo.

Juicio de Dios: Resurrección de un muerto (Hch 17, 31).   

En este tiempo (año 2025), muchos hombres y mujeres, hablan de nuevos conocimientos, inteligencias artificiales, experiencias advaitas de no-dualidad, por las que se dice que no hay muerte. Pues bien, Pablo refuta todo eso citando simplemente a un muerto que puede ser Sócrates, condenado por el Areópago de Atenas o Jesús, un lejano galileo crucificado por Pilatos, gobernador de Roma. Ante ese muerto surge la necesidad de una meta-noia, es decir, de una espiritualidad distinta, de un nuevo un pensamiento que va más allá de todos los pensamientos, un movimiento más allá de todos los movimientos, una resurrección que supera la muerte.

- Jesús había comenzado su “proclamación del Reino de Dios” hablando de “metanoia” (Mc 1, 14-15). Lo mismo dijo en su segundo discurso, de Cafarnaúm tras la multiplicación de los panes: El hijo del Hombre debe dar su vida y morir para que los hombres obtengan vida y resuciten (Jn 6).En esa línea, Pablo añade en Atenas que por encima la sabiduría de este mundo, que consiste en palpar a tientas, buscando a Dios, sobre-viene, el mensaje de meta-noia de Dios, un conocimiento que va más allá de la muerte, que no es resultado de nuestro esfuerzo, sino don de Dios que da vida (resucita) a los muertos.

- Pues él (Dios) ha determinado el día... (hêmera)Éste es el día de la vida verdadero, del verdadero movimiento: el días de la resurrección que Dios ha determinado (estêsen, ha instituido) el día del gran cambio que se expresa en forma de meta-conocimiento, por medio de un hombre, al que Dios ha ratificado (constituido) como principio de conversión, resucitándole de la muerte (=de los muertos, ek nekrôn).

Por medio de este hombre resucitado Dios marca (define) el día y sentido de la conversión, de la transformación de la humanidad, superando así la muerte (el velo que mantiene ciegos a los hombres: 1 Cor 15 55-57). Éste es el día… en el que realizará el súper-juicio en justicia (krisin en dikaiosyne) a través del hombre a quien ha designado para ello (en andri hô hôrisen)… Pablo no dijo por medio de un crucificado, ni por medio de Jesús, enterrado en una tumba, aunque eso estaba implícito en sus palabras, sino “por un hombre a quien Dios había designado” (hôrisen) como principio de vida y movimiento, es decir, como resurrección.

            Las tradiciones de Atenas decían que Diógenes cínico, con un farol en la mano, había pasado y repasado las calles de la ciudad día y noche, buscando a un hombre de verdad sin encontrarlo. En esa línea, el problema y tarea de los hombres no era ya buscar y encontrar a “Dios desconocido”, cuyo altar habían elevado los atenienses en su ciudad, sino buscar y encontrar a un hombre, constituido y destinado por Dios para el juicio de la “ecúmene”, es decir, del conjunto de la humanidad, juicio de perdón y vida, de salvación y esperanza, por la resurrección de entre los muertos. Esta era la novedad que Pablo proclamaba ante los areopagitas expectantes, diciéndoles que Dios había constituido (resucitado) a un hombre para juzgar (=salvar) a la humanidad, transformando su mente, su ser, pensar y vivir por la resurrección[1].

Reacción de los atenienses (17, 32-34): sonríen, se levantan y marchan.

Los jueces del Areópago podrían aceptar a Jesús como sabio o taumaturgo (un hombre con poderes divinos); pero les cuesta aceptar la resurrección de los muertos, es decir, de los crucificados…Pueden aceptar la primera parte del discurso de Pablo: En Dios vivimos, nos movemos y somos… porque eso no les compromete a nada. Pero no pueden aceptar la segunda parte: La resurrección de los muertos, de los crucificados. En un sentido general… con Dios o sin Dios todo es lo mismo. Vivir en Dios puede ser una pura tautología: Vivir en la vida… La novedad de la familia cristiana (del Dios verdadero) es la resurrección de los muertos concretos, es decir, de los crucificados. Porque esto sí que nos hace familia:

.-Los crucificados, los expulsados, las víctimas… nos hacen familia en Dios

-Creer que Dios resucita a los crucificados, a las víctimas significa que Dios nos hace ser familia por medio de ellos y para ellos… Por amor de y amor para los “crucificados” nos hacemos familia

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