San Dimas y Don Gestas. Apócrifos, una religión de la fantasía

El hombre, animal de fantasía
Para situar mejor el tema, ofrecí ayer ocho funciones de la religión: experiencia, conocimiento, comunidad, praxis, mística, historia, salvación y poder… Tiene, también otras, como dije. Entre ella está la función de la fantasía, es decir, de la imaginación. No es la única, no puede separarse de otras funciones (de historia y conocimiento, de compromiso práctico y culto…), pero es muy importante y colorea de algún modo todas las restantes.
El hombres es muchas cosas: cuerpo y alma, sentidos e inteligencia, razón y sentimiento… Entre todas ellas destaca la imaginación o fantasía, que ha sido devaluada a partir del los racionalismos filosóficos y religiosos del siglo XVI. La ciencia actual es seca, la religión es racionalista, en el plano de pensamiento (dogma) y de acción (regulación ética). Hemos mutilado la fantasía y con ella hemos secado las fuentes de la religión. Por eso, en gran parte, porque la religión ha dejado de alumbrar las fuentes de la fantasía, corremos el riesgo de perder la religión (y otros valores de la vida humana).
La fantasía está vinculada con todo: con la experiencia y con la sabiduría, con la historia y con la mística, con la salvación y los poderes de la vida… Una religión sin fantasía se halla muerta. Pues bien, la fantasía (o, si queréis, la imaginación) se sitúa entre el puro sentido externo y la razón pura. Los sentidos no bastan para que un hombre sea humano, tampoco el puro entendimiento. En esa línea, el hombre es un ser que “inventa”, es decir, que descubre y proyecta la realidad. ¡Cómo lo sabía T. Varron, buen romano, al hablar de las tres religiones: poética, política, racional! ¡Cómo lo sabía el Kant de la “Crítica del juicio (estético)”, tan olvidado! ¡Cómo lo sabían los cardenales de las fantasías de colores y de templos del barroco!
El ser humano es un animal de fantasía: la suerte de la vida le ha ofrecido como herencia y casa la obligación de tantear y edificar su habitación o campo de existencia a través de la cultura… pero de una cultura en que va tanteando, proyectando, creando mundos significativos….En esa línea, el conocimiento del hombres sobre el verdadero y creador en la medida en que se abre a nuevos espacios imaginativos, que nos permiten encuadrar y comprender lo que sabemos, para actuar mejor…
Sólo en la medida en que las religiones sean capaces de crear “imaginarios colectivos” pueden responder a la búsqueda del hombre y dar sentido a su camino… En ese sentido, bien planteados, los mismos “dogmas” pertenecen al campo de lo imaginario, más que de lo puramente racional (en sentido técnico o científico); son símbolos, no argumentos. Creo que la tragedia de la religión actual, al menos en occidente, es que ha dejado de producir fantasías, es decir, mundos imaginarios que permitan sentir y comprender la realidad.
En esa misma línea, la historia fundante de una religión como la cristiana sólo es verdadera en la medida en que es capaz de suscitar espacios imaginarios en los que se proyecta la realidad fundante de la historia (en este caso, de Jesús) y el sentido de los grandes valores de la vida, abriendo caminos de esperanza. Lo malo no es la imaginación, sino las malas imaginaciones… Lo malo no es la fantasía, sino la manipulación de fantasías… al servicio de mundos ya pasados o de poderes externos. No se puede ir en contra de la fantasía… pero hay que regularla. Tiempos como los nuestros, corren el riesgo de hundirse en fantasías pequeñas, vulgares, de “Gran Hermano”, en vez de abrirse a fantasías enormes, como las que están en el fondo de la Biblia (o del Ulises de Homero)
Dejemos que el pueblo religioso “imagine”. Evangelios apócrifos
Los teólogos razonamos, las grandes instituciones religiosas “definen” los dogmas y organizan las instituciones… El pueblo religioso “imagina” y sólo imaginando es capaz de descubrir la verdad profunda de una religión. Las imaginaciones religiosas, así tomadas, no son ni verdad ni mentira en sentido dogmático (maniqueo), ni en sentido científico… Ellas se sitúan en la línea de la creatividad profunda del hombre, al servicio de la comunión mutua y de la trascendencia… Sin buena imaginación no hay religión… Sin contagio imaginativo no hay “religión social”.
Los miembros de una misma religión suscitan un imaginario compartido… que les permite situarse ante la realidad, entenderla simbólicamente y actuar de un modo significativo. En es línea se sitúan gran parte de los evangelios apócrifos. No todo lo que ellos dicen es bueno, no todas las imaginaciones son positivas, ni tienen base en la verdad fundante (en el conocimiento y la historia de las que hablábamos ayer). Por eso es necesaria una “crítica de los imaginarios”, como ha sido necesaria una crítica de la razón pura. Desde el momento en que los cristianos hemos dejado de “inventar” evangelios apócrifos… hemos dejado en el fondo de creer de una forma intensa, creadora…
Una religión sin “imaginarios fuertes”, sin “apócrifos” se seca, bajo el poder del razonamiento puro o bajo la manipulación de las instituciones. No sigo por hoy. Dejo el tema de los “apócrifos” de San Dimas y Don Gestas. Dejo que los mismos lectores juzguen. El desarrollo de esos temas imaginativos es de los siglos X al XII, en el momento en que se gesta el cristianismo de occidente, del que hemos vivido hasta el siglo XX. Quizá hoy ese imaginario esté ya “seco” y tengamos que volver a los evangelios canónicos (que también tienen su imaginario…). Quizá debamos “crear” nuevos apócrifos, desde el fondo del mensaje y de la historia de Jesús…Quizá… Pero dejo el tema en manos de los lectores.
Nota Erudita: Evangelios Apócrifos
Textos de de tipo legendario y piadoso que pretenden rellenar el hueco que han dejado los evangelios canónicos, ofreciendo para el conjunto de los fieles una noticia más detallada de la infancia de Jesús o de la pascua. Ellos no quieren diluir la encarnación como los gnósticos. No intentan superar o destruir la historia, sino al contrario: quieren fijarla de manera piadosa, edificante, para alimentar así la fantasía y vida interna de los fieles. Durante muchos siglos estos textos, algunos tan conocidos como el Protoevangelio de Santiago, el Pseudo Mateo o El evange¬lio árabe de la infancia, han servido para fortale¬cer, al mismo tiempo, la curiosidad y la vida espiritual de los creyentes. Son como novelas edificantes que inter¬pretan la vida de Virgen María o la infancia de Jesús partien¬do de modelos biográficos del Antiguo Testamento de la espiritualidad eclesial (monástica) del tiempo. La iglesia los ha aceptado como libros de piedad, s¬in darles un valor canónico o vinculante. Estos evangelios apócrifos respetan de manera general el valor de la encarnación, pero corren el riesgo de entenderla de un modo milagris¬ta, hasta doceta. Jesús niño aparece a veces como un sabio universal que puede resolver todos los problemas; es un joven caprichoso que va haciendo milagros sin más fin que demostrar su propia realidad de Hijo de Dios y hombre perfecto. En ese aspecto, tomados al pié de la letra, es¬tos relatos corren el riesgo de hacernos olvidar el auténtico evangelio de la cruz y encarnación que Pablo ha proclamado de manera tan intensa y que reflejan, de formas convergentes, parale¬las y distin¬tas, los evangelios canónicos (Mc y Mt, Lc y Jn). Y con esto podemos pasar a los apócrifos de Dimas Gestas
Evangelio de Nicodemo (Actas de Pilato)
Recoge tradiciones anteriores… Los manuscritos más antiguos son del siglo X. Ha tenido gran influjo en la piedad y liturgia medieval. Edición A. Santos Otero, Evangelios Apócrifos, BAC, Madrid 1956, 447-448. Acepta en gran parte los datos de los evangelios, pero recrea las figuras de los “ladrones”. Puede verse claramente el fondo del relato de Lucas y los añadidos de Dimas, Gestas, Longinos…
Jesús en el Gólgota
X 1. Y Jesús salió del Pretorio y los dos ladrones con él. Y cuando llegó al lugar que
se llama Gólgota, los soldados lo desnudaron de sus vestiduras y le ciñeron un lienzo,
y pusieron sobre su cabeza una corona de espinas y colocaron una caña en sus manos.
Y crucificaron igualmente a los dos ladrones a sus lados, Dimas a su derecha y Gestas
a su izquierda.
2. Y Jesús dijo: Padre, perdónalos, y déjalos libres de castigo, porque no saben lo que
hacen. Y ellos repartieron entre sí sus vestiduras.
3. Y el pueblo estaba presente, y los príncipes, los ancianos y los jueces se burlaban de
Jesús, diciendo: Puesto que a otros salvó, que se salve a sí mismo. Y si es hijo de Dios,
que descienda de la cruz.
4. Y los soldados se mofaban de él, y le ofrecían vinagre mezclado con hiel,
exclamando: Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
5. Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del cual
salió sangre y agua.
6. Y el gobernador ordenó que, conforme a la acusación de los judíos, se inscribiese
sobre un rótulo, en letras hebraicas, griegas y latinas: Éste es el rey de los judíos.
7. Y uno de los ladrones que estaban crucificados, Gestas, dijo a Jesús: Si eres el
Cristo, líbrate y libértanos a nosotros. Mas Dimas lo reprendió, diciéndole: ¿No temes
a Dios tú, que eres de aquellos sobre los cuales ha recaído condena? Nosotros
recibimos el castigo justo de lo que hemos cometido, pero él no ha hecho ningún mal.
Y, una vez hubo censurado a su compañero, exclamó, dirigiéndose a Jesús: Acuérdate
de mí, señor en tu reino. Y Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy serás
conmigo en el paraíso.
Declaración de José de Arimatea
Es como un apéndice extenso de las Actas de Pilato (del Evangelio de Nicodemo). Puede ser del siglo XI-XII. Manuscritos del siglo XII. Edición en A. Santos Otero, Evangelios Apócrifos, BAC, Madrid 1956, 533-545. Ha tenido un influjo inmenso en la piedad y tradiciones posteriores de la Iglesia. Aquí si que se ha desarrollado el “imaginario”, de una forma que a nosotros se nos hace ya extraña… Quien tengo diez minutos lea al texto, no se arrepentirá. Opine después:
I, 1 .Yo soy José de Arimatea,
el que pidió a Pilato el cuerpo del Señor Jesús para sepultarlo, y que por este motivo se encuentra ahora encadenado y oprimido por los judíos, asesinos y refractarios de Dios, quienes, además, teniendo en su poder la ley, fueron causa de tribulación para el mismo Moisés y, después de encolerizar al legislador y de no haber reconocido a Dios, crucificaron al Hijo de Dios, cosa que quedó bien de manifiesto a los que conocían la condición del Crucificado. Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos:
2. El primero, llamado Gestas,
solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo para cortarles después los pechos; tenía predilección por beber la sangre de los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida.
El segundo… se llamaba Dimas;
era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobit [Tobías], pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías.
3. Fue detenido asimismo Jesús
la tarde del día 4 antes de la Pascua. Y no había fiesta para Caifás ni para la turba de los judíos, sino enorme aflicción, a causa del robo que había efectuado el ladrón en el santuario.
Y, llamando a Judas Iscariote,
se pusieron al habla con él. Es de saber que éste era sobrino de Caifás. No era discípulo sincero de Jesús, sino que había sido dolosamente instigado por toda la turba de los judíos para que le siguiera; y esto, no con el fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le reconociese, sino para que se lo entregase, con la idea de cogerle alguna mentira. Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro cada día. Y a la sazón hacía ya dos años que se encontraba en compañía de Jesús, como dice uno de los discípulos llamado Juan.
4. Y tres días antes de ser detenido Jesús, dijo Judas a los judíos:
«¡Ea!, pongamos el pretexto de que no fue el ladrón quien sustrajo los libros de la ley, sino Jesús en persona; yo mismo me comprometo a hacer de acusador». Mientras esto se decía, entró en nuestra compañía Nicodemo, el que tenía a su cargo las llaves del santuario, y se dirigió a todos, diciendo: «No llevéis a efecto tal cosa». Es de saber que Nicodemo era más sincero que todos los judíos juntos. Mas la hija de Caifás, llamada Sara, dijo a voz en grito: «Pues Él ha dicho delante de todos contra este lugar santo: Soy capaz de destruir este templo y de levantarlo en tres días». A lo que respondieron los judíos: «Te damos todos nuestro voto de confianza», pues la tenían como profetisa. Y, una vez celebrado el consejo, fue detenido Jesús.
II 1.Y al día siguiente, miércoles, llevaron a Jesús al palacio de Caifás.
Y Anás y Caifás le dijeron: «Oye, ¿por qué has robado nuestra Ley y has puesto a pública subasta las promesas de Moisés y de los profetas?» Mas Jesús nada respondió. Y, ante toda la asamblea reunida, le dijeron: «¿Por qué pretendes deshacer en un solo momento el santuario que Salomón levantó en cuarenta y seis años?» Y Jesús no respondió nada a esto. Es de saber que el santuario de la sinagoga había sido saqueado por el ladrón.
La hija de Caifás y Judas
2. Mas el miércoles, a la caída de la tarde, la turba se disponía a quemar a la hija de Caifás por haberse perdido los libros de la Ley, pues no sabían cómo celebrar la Pascua. Pero ella les dijo: «Esperad, hijos, que daremos muerte a este Jesús y encontraremos la Ley y la santa fiesta se celebrará con toda solemnidad». Entonces Anás y Caifás dieron ocultamente a Judas Iscariote una buena cantidad de oro con este encargo: «Di, según nos anunciaste: Yo sé que la Ley ha sido sustraida por Jesús, para que el delito recaiga sobre él y no sobre esta irreprochable doncella». Y cuando se hubieron puesto de acuerdo sobre el particular, Judas les dijo: «Que no sepa el pueblo que vosotros me habéis dado instrucciones para hacer esto contra Jesús; soltadle más bien a éste, y yo me encargo de convencer al pueblo de que la cosa es así». Y astutamente pusieron en libertad a Jesús.
3. Así, pues, el jueves al amanecer entró Judas en el santuario y dijo a todo el pueblo: «¿Qué queréis darme y yo os entregaré al que hizo desaparecer la Ley y robó los Profetas?» Respondieron los judíos: «Si nos lo entregas, te daremos treinta monedas de oro». Mas el pueblo no sabía que Judas se refería a Jesús, pues bastantes confesaban que era Hijo de Dios. Judas, pues, se quedó con las treinta monedas de oro.
Prendimiento de Jesús:
4. Y, habiendo salido a la hora cuarta y a la hora quinta, encontró a Jesús paseando en el atrio. Y, echándose ya encima la tarde, dijo a los judíos: «Dadme una escolta de soldados armados de espadas y palos y yo lo pondré en vuestras manos». Y le dieron fuerza para prenderle. Y mientras iban caminando, díjoles Judas: «Echad mano a aquel a quien yo besare, pues Él es quien ha robado la Ley y los Profetas». Después se acercó a Jesús y le besó, diciendo: «Salve, Maestro». Era a la sazón la tarde del jueves. Y, una vez preso, lo pusieron en manos de Caifás y de los pontífices, diciéndoles Judas: «Éste es el que ha hurtado la Ley y los Profetas». Y los judíos sometieron a Jesús a un injusto interrogatorio, diciendo: «¿Por qué has hecho esto?» Mas Él nada respondió.Entonces Nicodemo y yo, José, viendo la cátedra de la pestilencia, nos separamos de ellos, no estando dispuestos a perecer juntamente con el consejo de los impíos.
Condena de Jesús
III 1.Y, después que aquella noche hicieron otras cosas terribles contra Jesús, la madrugada del viernes fueron a entregárselo al gobernador Pilato para crucificarle; y con este fin acudieron todos. Y el gobernador Pilato, después de interrogarle, mandó que fuera crucificado en compañía de dos ladrones. Y fueron crucificados juntamente con Jesús, a la izquierda Gestas y a la derecha Dimas.
Gestas
2. Y empezó a gritar el de la izquierda, diciendo a Jesús: «Mira cuántas cosas malas he hecho sobre la tierra, hasta el punto incluso de que, si yo hubiera sabido que tú eras rey, aun contigo hubiera acabado. ¿Por qué te llamas a ti mismo Hijo de Dios, si no puedes socorrerte en caso de necesidad? ¿Cómo, pues, vas a prestar auxilio a otro que te lo pida? Si tú eres el Cristo, baja de la cruz para que pueda creer en ti. Pero, por de pronto, no te considero como hombre, sino como bestia salvaje que está pereciendo juntamente conmigo». Y comenzó a decir muchas otras cosas contra Jesús mientras blasfemaba y hacía rechinar sus dientes contra Él, pues había caído preso el ladrón en el lazo del diablo.
Dimas
3. Mas el de la derecha, cuyo nombre era Dimas, viendo la gracia divina de Jesús, gritaba de este modo: «Te conozco, ¡oh Jesucristo!, y sé que eres Hijo de Dios; te estoy viendo como Cristo adorado por miríadas de ángeles. Perdóname los pecados que he cometido; no hagas venir contra mí los astros en el momento de mi juicio, o la luna cuando vayas a juzgar toda la tierra, puesto que de noche realicé mis malos propósitos; no muevas el sol, que ahora se está oscureciendo por ti, para que pueda manifestar las maldades de mi corazón; ya sabes que no puedo ofrecerte presente alguno por la remisión de mis pecados. Ya se me echa encima la muerte a causa de mis maldades, pero tú tienes poder para expiarlas; líbrame, Señor universal, de tu terrible juicio; no concedas al enemigo poder para engullirme y hacerse heredero de mi alma, como lo es de la de ese que está colgado a la izquierda; pues estoy viendo cómo el diablo recoge su alma, mientras sus carnes desaparecen. No me ordenes tampoco pasar a la porción de los judíos, pues estoy viendo sumidos en un gran llanto a Moisés y a los profetas, mientras el diablo se ríe a costa suya. Antes, pues, ¡oh Señor!, de que mi alma salga, manda que sean borrados mis pecados, y acuérdate de mí, pecador, en tu reino, cuando vayas a juzgar a las doce tribus sobre el trono grande y alto, pues gran tormento has preparado a tu mundo por tu propia causa».
Jesús responde a Dimas
4. Y, cuando el ladrón terminó de decir esto, respondióle Jesús: «En verdad, en verdad te digo, Dimas, que hoy mismo vas a estar conmigo en el paraiso. Mas los hijos del reino, los descendientes de Abrahán, de Isaac, de Jacob y de Moisés, serán arrojados fuera a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Mas tú serás el único que habites en el paraíso hasta mi segunda venida, cuando vaya a juzgar a los que no han confesado mi nombre». Y añadió: «Márchate ahora y di a los querubines y a las potestades, que están blandiendo la espada de fuego y guardan el paraíso del que Adán, el primero de los creados, fue arrojado, después de haber vivido allí, por haber prevaricado y no haber guardado mis mandamientos: Ninguno de los primeros verá el paraíso hasta que venga de nuevo a juzgar a vivos y muertos. Habiéndolo escrito así Jesucristo, el Hijo de Dios, el que descendió de las alturas de los cielos, el que salió inseparablemente del seno del Padre invisible y bajó al mundo para encarnarse y ser crucificado para salvar a Adán, a quien formó, para conocimiento de los escuadrones de arcángeles, guardianes del paraíso y ministros de mi Padre. Quiero y mando que penetre dentro el que está siendo crucificado conmigo, y que reciba por mí la remisión de sus pecados, y que entre en el paraíso con cuerpo incorruptible y engalanado, y que habite allí donde nadie jamás puede habitar».
José entierra a Jesús. Le arrestan
Y he aquí que, cuando hubo dicho esto, Jesús entregó su espíritu. Tenía esto lugar el viernes a la hora de nona. Mientras tanto, las tinieblas cubrían la tierra entera y, habiendo sobrevenido un gran teremoto, se derrumbó el santuario y el pináculo del templo.IV 1.Entonces yo, José, demandé el cuerpo de Jesús y lo puse en un sepulcro nuevo, sin estrenar. Mas el cadáver del que estaba a la derecha no pudo ser hallado, mientras que el de la izquierda tenía un aspecto parecido al de un dragón.
Y, por el hecho de haber pedido el cuerpo de Jesús para darle sepultura, los judíos, dejándose llevar de un arranque de cólera, me metieron en la cárcel donde solía retenerse a los malhechores. Me ocurría esto a mí la tarde del sábado en que nuestra nación estaba prevaricando. Y mira por cuánto esta misma nación sufrió el sábado tribulaciones terribles.
Liberación de José2. Y precisamente la tarde del primer día de la semana, a la hora quinta, cuando yo me encontraba en la cárcel, vino hacia mí Jesús acompañado del que había sido crucificado a su derecha, a quien había enviado al paraíso. Y había una gran luz en el recinto. De pronto la casa quedó suspensa de sus cuatro ángulos, el espacio interior quedó libre y yo pude salir. Entonces reconocí a Jesús en primer lugar y luego al ladrón, que traía una carta para Jesús. Y, mientras íbamos camino de Galilea, brilló una luz tal, que no podía soportarla la creación; el ladrón, a su vez, exhalaba un gran perfume procedente del paraíso.
El triunfo del buen ladrón
3. Luego sentóse Jesús en un lugar y leyó así: «Los querubines y los exaptérigos, que recibimos de tu divinidad la orden de guardar el jardin del paraíso, hacemos saber esto por medio del ladrón que fue crucificado juntamente contigo por disposición tuya: Al ver en éste la señal de los clavos y el resplandor de las letras de tu divinidad, el fuego se extinguió, no pudiendo aguantar la flamígera señal, y nosotros, sobrecogidos por un gran temor, quedamos amedrentados; pues oímos al autor del cielo y de la tierra y de la creación entera que bajaba desde la altura hasta las partes más bajas de la tierra a causa del primero de los creados, Adán. Pues, al ver la cruz inmaculada que fulguraba por medio del ladrón y que hacía reverberar un resplandor siete veces mayor que el del sol, se apoderó de nosotros, presa de la agitación de los infiernos, un gran temblor. Y, haciendo coro con nosotros los ministros del infierno, dijimos a grandes voces: Santo, Santo, Santo es el que impera en las alturas. Y las potestades dejaban escapar este grito: Señor, te has manifestado en el cielo y sobre la tierra, dando la alegría de los siglos, después de haber salvado de la muerte a la misma criatura».
V 1.Mientras iba yo contemplando esto, camino de Galilea, en compañía de Jesús y del ladrón, Aquél se transfiguró, y no era lo mismo que la principio, antes de ser crucificado, sino que era luz por completo. Y los ángeles le servían continuamente, y Jesús mantenía conversación con ellos. Y pasé tres días a su lado, sin que ninguno de sus discípulos le acompañara, sino sólo el ladrón.
2. Mediada la fiesta de los Ázimos, vino su discípulo Juan, y todavía no habíamos visto al ladrón ni sabíamos qué había sido de él. Juan entonces preguntó a Jesús: «¿Quién es éste, pues no me has permitido ser visto por él?». Mas Jesús no le respondió nada. Entonces él se echó a sus pies y le dijo: «Señor, sé que desde el principio me amaste; ¿por qué no me haces ver a aquel hombre?» Díjole Jesús: «¿Por qué vas en busca de lo arcano? ¿eres obtuso de inteligencia? ¿No percibes el perfume del paraíso que ha inundado el lugar? ¿No te das cuenta de quién era? El ladrón colgado de la cruz ha venido a ser heredero del paraíso; en verdad, en verdad te digo que de él sólo es hasta que llegue el gran día». Y Juan dijo: «Hazme digno de verle».
3. Y, mientras Juan estaba aún hablando, apareció de repente el ladrón. Aquél entonces, atónito, cayó al suelo. El ladrón no conservaba la misma figura que tenía antes de venir Juan, sino que era como un rey majestuoso en extremo, engalanado como estaba con la cruz. Y se dejó oír una voz, emitida por una gran muchedumbre, que decía así: «Has llegado al lugar del paraíso que te estaba preparado; nosotros hemos sido designados por el que te envió para servirte hasta que venga el gran día». Y, al producirse esta voz, quedamos invisibles el ladrón y yo. Yo entonces me encontré en mi propia casa y ya no vi a Jesús.
4. Y habiendo sido testigo ocular de estas cosas, las he dejado escritas para que todos crean en Jesucristo crucificado, nuestro Señor, y no sirvan ya a la ley de Moisés, sino que den crédito a los prodigios y portentos obrados por Él, de manera que, creyendo, sean herederos de la vida eterna y podamos encontrarnos todos en el reino de los cielos; porque a Él le conviene gloria, fuerza, alabanza y majestad por los siglos de los siglos. Amén.