San Dimas y el mal Gestas. Los dos crucificados con Jesús

He tratado del tema los dos días pasados, ofreciendo un día la visión de Lucas (uno bueno y otro malo) y el otro la visión de Marcos (los dos “malos” o buenos, según la perspectiva). Algunos han entrado en la discusión, y quiero responderles brevemente, pues el motivo de la Cruz sigue apasionando (véase, como ejemplo lo que pasa en torno a la Cruz de los Caídos, del monte y valle de Cuelgamuros)

Dicen algunos que que debajo de esa gran cruz,
en la roca abierta de un sepulcro inmenso,
hay bien y mal enterrados...
¿Hay un verdugo presidiendo y miles de crucificados por su culpa?
¿Hay dos héroes principales y miles de simpls caidos a su lado?
¿Son todos héroes, todos inocentes, todos almas de Dios?
¿Están bien todos juntos, y que se diga misa por ellos,
aunque muchos no lo han querido?

Pero dejemos por hoy ese tema y nos centremos en Dimas y Gestas, los primeros que están bajo la cruz de Jesús).

Cinco afirmaciones:

1. Los “buenos” jefes de aquel tiempo crucificaron a Jesus, por razones políticas (y de paso religiosas). El Rey de los Cristianos sigue siendo un pretendiente real crucificado, con un INRI real como causa de condena.

2. Posiblemente había al lado de su cruz otras dos cruces… de “lestai”, pretendientes políticos (aunque quizá no reales/regios) también crucificados. Pero el tema puede ser simbólico. Lo cierto es que no crucificaros con Jesús a sus Doce Oficiales; los buenos “pares” del Cristo se escaquearon… y aparecieron sólo más tarde, aunque ellos sean los fundadores oficiales de la Iglesia.

3. Es probable que, si hubo dos crucificados a los lados de Jesús, juraran en hebreo (como se dice), pues no es fácil morir crucificado proclamando bendiciones. Es normal que despreciaran a Jesus, por no haber triunfado, como dice Marcos, pero históricamente es difícil precisarlo (pues el dato puede ser simbólico).

4. La distinción que hace Lucas entre el “bueno” y el “malo” parece una hermosa parábola, de tipo moralizante. Es una parábola que ilustra unas verdades permanentes (un parece bueno y el otro malo, hasta en la cruz pueden distinguirse los “bandidos”. De todas formas, lo que dice Lucas puede ser “cierto”, si es que tuvo acceso a tradiciones más fiables que las de Marcos (lo cual es aquí problemático).

5. A Lucas le importa el “hoy estarás conmigo en el paraíso”, palabra que nos abre a una bellísima “teología pascual”, relacionada con las fechas de la pascua cristiana:

a) Lucas y el evangelio de Juan suponen que Jesús resucitó (triunfó) el el mismo momento de la muerte, de manera que fue inmediatamente al “paraíso”, llevando consigo al buen ladrón.

b) Marcos, siguiendo una lectura inmediata de Mc 16, 1-8 supone que Jesús estaba resucitado a los dos días o, quizá mejor, al día y medio (así lo confirma Mateo): Murió el viernes a la tarde, resucitó en la madrugada del domingo (a las 32/34 horas de morir).

c) La tradición dice que resucitó al “tercer día”. Es normal que ese tercer día deba entenderse en sentido más escatológico (teológico) que cronológico.

Reflexiones ulteriores


El perdón del buen ladrón en Lucas es un buevo ejemplo de perdón otorgado durante la pasión, en una serie de casos: a. Al sirviente del sumo sacerdote (al que Jesús curó la oreja). b. A los que crucificaron a Jesús (¡perdónales, porque no saben lo que hacen). c. Las primeras palabras que Jesús en Lucas habían sido las pronunciadas en la sinagoga de Nazaret al proclamar la liberación de los oprimidos (4,18); sus últimas palabras cumplen esa promesa ofreciendo el paraíso a un malhechor colgado en una cruz.

San Dimas y el mal Gestas (una leyenda rica en matices)

Al distinguir a los ladrones (una bueno, otro malo), Lucas quiere mostrar bien las dos posibilidades de la muerte de Jesús.

Un malhechor no pidió perdón… Pero el otro renunció en la cruz a su mala vida y se “apuntó” al “reino de Jesús”. No quería morir en la cruz, quería el Reino de Dios, pero reconoce que hay otra manera de alcanzarlo (no haciendo la guerra). En ese sentido, podemos decir que, si no es “arrepentido”, es convertido: alguien que cree que el camino de los reyes puede cambiar.

Al “buen” ladrón se le ha llamado Dymas…

Sus historias han corrido de boca en boca. Se decía en la Edad Media que era un funcionario de tierra de galilea que, como los buenos bandoleros de la famosa Andalucía del siglo XIX y principios del XX, robaba a los ricos y malos para dárselo a los pobres. Con un poco de imaginación podríamos decir que debió pasar de la Sierra Morena a las sierras de Judea y un día tuvo la mala suerte de robar en el Templo e de tratar mal a Sara, que era una hija de Caifás, el gran sacerdotes (¿bandido?) y de apoderarse de ciertos bienes de la administración de Pilatos… para dárselos a unos niños y peregrinos pobres. Pero pidió compasión a Jesús, y Jesús le prometió el paraíso. Es claro que le cogieron y colgaron. Su fiesta se celebra el 25 de Marzo, con la fiesta de la Virgen que concibe… Es patrono de los condenados a cadena perpetua, los prisioneros, los ladrones, los empleados y los directores de pompas fúnebres. San Dimas, oro pro nobis.

Al mal ladrón le llamaron don Gestas.

No sé de dónde viene el nombre “Dimas”, pero el de Gestas es claro: es un tipo que las ha hecho (gestas), un tío sin posible defensa, un ladrón de caminantes y de pobres, un cuatrero y carterista, un violador y un asesino, incluso un monstruo terrorista… Se dice incluso que bebía la sangre de los niños, que colgaba a sus víctimas por los pies y que cortaba los pechos a las chicas guapas, porque él era feo. Fue el prototipo de malo al que hay que matar para limpiar la tierra de su escoria… Dios bueno, aléjanos de don Gestas y de sus tropelías.

Las diferencias entre “ladrones” no eran tan claras… pero han sido destacadas por la leyenda postrior


El evangelio no las pone. Dice que los dos son “kakurgos”, tipos que hacían cosas malas, según la estimación de sacerdotes y políticos, que eran los que mandaban. Eran “bandidos” fracasados, no habían logrado engañas y sentarse en los consejos de administración del templo, ni en el palacio del Rey…, ni en el cuartel de los soldados. Había que matarlos… Pues bien, con uno de esos a los que “hay que matar” empieza Jesús su camino de paraíso.

Este evangelio es muy realista… Jesús no empieza su camino de reino-paraíso, su proyecto de nueva humanidad con gente piadosísima, con buenísimos funcionarios del templo y del ejército, sino con los “bandidos”… Empezó su tarea con pobres y publicanos, con leprosos y expulsados, con gentes que estaban fuera de ley… es lógico que acabara entre “ladrones”

Con los triunfadores (sacerdotes y soldados de la vida oficial) no se puede hacer nada, según este evangelio. Ellos seguirán a lo suyo. Con “ladrones” se puede empezar. Si, todo es un cuento, como decía Don Dubitativo, pero un cuento que nos introduce en el mello de la vida… En otro tiempo, los cristianos podían crear un imaginario a partir del evangelio, un imaginario de Santos a quienes rezar (de nuevo Sancte Dyme, ora pro nobis), de santos a quienes dedicarles pueblos (hay en California un pueblo dedicado a San Dimas), de santos a quienes poner de patronos (he conocido a un buen Dimas, protegido por su patrono…).

Actualmente tenemos dificultades en recrear un imaginario cristiano. Me gustaría que alguien nos escribiera un día una buena novela de San Dimas, bandido y compañero de Jesús, el primero de todos los salvados de la Era Cristiana. Él y Jesús murieron casi juntos. Jesús un poco antes, no tuvieron que rematarle, como dice el evangelio de Juan.

Sigue diciendo otra historia, que, al morir, Jesús se fue derecho al cielo, dio un abrazo a su Padre, se limpió (andaba muy manchado) y le dijo: Padre mío, espera un poco, luego hablaremos, que tengo que abrir la puerta a Dymas, que está llegando y todavía no tengo a Pedro de portero… Y dicen que añadió, con fuete voz, llamando a tres ángeles: ¡Preparadle un buen baño, de sales y espuma, que viene rendido!

Si alguien quiere entrar en el tema, cf. F. de la Calle, “Hoy estarás conmigo en el Paraíso ¿Visión inmediata de Dios o purificación en el más allá? Biblia y Fe 3 (1977) 276-289; J.M. García Pérez, “El relato del buen ladrón Lc 23, 39-43” EstBib 44 (1986) 263-304
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